Cuarenta

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—... y si supieras todo lo que hizo ese día—Digo mientras bajo del coche. Las risas han invadido nuestro viaje de vuelta  a casa.

—Ya me lo imagino yo. Venga ¡A comer!—Dice Mamá  haciendo lo mismo y luego, sin contener la risilla, abre la puerta principal.—Vamos a ver que podemos hacer de sabr...

    Y una imagen única se gana nuestro campo de visión. Es una estupidez. Algo para recordar.

—!Alex! ¿Qué te ha pasado?—Exclama ella dejando caer las llaves al piso.—Pero si vas hecho una mierda.

—Pu...es...—Mi hermano trata de pronunciar palabra alguna, pero lo único que consigue es soltar una gran risotada,

—Al parecer vas algo tomado.

—¿Algo?—Me entrometo, echandole una pasada rápida por todo su cuerpo. Es que no hay palabras para describir esto.—JAJAJA.

—Quizá...

—¿Quizá que?

—Nada, mejor me quedo callado—Alex se resigna y luego trata de depegarse del cabello algo que parece...

—¿Eso es caca?—Digo al tiempo que me le acerco, pero el fétio olor me hace retroceder de inmediato.—Wow, apestas como nunca ¿Qué rayos pasó? ¿Se revolcaron en estiércol?—Mis dedos rápidamente ayudan a evitar la gran peste.

—No lo recuerdo, pero...—Vacila un poco,  mira a todas partes y al fin logra pronunciar lo siguiente—Fue una de las mejores fiestas a las que he ido.

—¿De quién fue la idea?—Pregunta Mamá, repitiendo la última acción que atiné a hacer.

—De mi querido amigo Mike—Su voz roza lo áspero.

—¿Cómo es eso? ¿Está de vuelta en la ciudad? —Pregunta Mamá, levantando una las llaves y rebelando un rostro bastante comprensible al saber que la fiesta fue hecha por un viejo amigo de su hijo.

—No tengo muy claro si en algún momento se fue.

—Es muy probable, esta ciudad se hace pequeña cuando la conoces bien—Acoto, sin dejar de mirar las infinitas asquerosidades esparcidas por todo su cuerpo—¿De dónde sacaste ese gran abrigo?

—De seguro que es de Dash.

   El ambiente se vuelve una comedia cuando Alex pierde el equilibrio y cae de bruces al suelo. Por desgracia, ninguna de las dos alcanzamos a sujetarlo.

—Aaaauuuuch—Se queja. Trata de levantarse, pero sus fuerzas no son suficentes y vuelver a estremecerse una vez más.

—Eso debió doler ¿Estás bien hermanito?

—Como nunca—Levanta el pulgar izquierdo en señal de respuesta complementaria. Mamá suelta unas carcajadas muy por encima del nivel de las que traia de camino a casa.

—!Miren nada más!—Unas lágrimas resbalan por sus mejillas.— No me lo tomes a mal, pero !Eres una payasada!

—Eso me reconforta bastante, lo recordaré—Se levanta despacio, quejándose de todos los movimientos que hace.—No siento nada...

—Que mentiroso eres, hermanito.

—Todo esto dolerá mas tarde—Dice Mamá dándole una mano para que vuelva a estar de pie.

   De su cara, sucia y brillante ( vaya a saber uno por qué), emanan miradas de amor y amistad bastante irreconocibles de alguien tan... tan... él.

—Os quiero mucho ¿Lo sabéis, cierto?—Me abraza y no me deja escapar a pesar de mis esfuerzos.

—Claro que lo sé... Suelta ya ¡Que cargas mucho!—Le paso la lengua por la cara y al fin este me suelta.

—Eso no, loquilla. Sabes que no me gusta eso.

—Estás como una cuba.

   Y ahora que lo recuerdo, veniamos a prisa porque el hambre ya nos devoraba por dentro; Y en medio del camino nos sale este payasito borracho. Amoroso y sin poder mantenerse de pie por si solo.

—Mamá, vamos a preparar algo para comer ¡Tengo un hambre de mil ostias!—Comienzo  a saltar como si fuese un lindo cachorrito que busca tu cariño.

—Muy cierto,llevemos a este gran personaje a la cocina. Te prepararé un caldillo que te dejará flipando.—Responde ella, cerrando la puerta principal y dirigiéndose a nuestra próxima visita. La cocina.

—Te aseguro que no he visto a Tobias he dicho—Se exaspera Alex de un momento para otro. Es como si viniese discutiendo con alguien dentro de su cabeza. Aterrador.

   Cuando llegamos  a la mesa en donde siempre tomamos desayuno juntos, corro una silla para que mi despistado hermano se siente y así no vuelva caer.

—Eh ¿Cómo vas por ahí?—Le doy unas palmadas en las mejillas para que salga de una vez por todas de ese extraño trance.

—Supongo que...

—¡Hecho! Estás vivo, no se diga más—Lo dejo para ayudar a preparar algo realmente sabroso.

   Estos momentos nunca antes habían sido iguales. Las cosas cambian un poco...No. Cambian bastante. Nosotros cambiamos. Somos dinámicos.

   ¿Quiénes somos? ¿Qué somos?

   Mamá deja llevar su gran habilidad de manejarse en la cocina como si fuera una gran cocinera. Me le sumo. Advierto que no hay huevos y se lo hago saber.

—Prescindiremos de ellos esta vez, no te preocupes.—Dice ella. Toma una olla y le coloca algo de aceite mientras el agua hierve en el hervidor.

—... encima de la cama de su hermana ¡Son unas bestias asquerosas! Yo nunca haría algo como eso—La débil voz nos llama la atención, pero solo un momento.

  Tomo del brazo a Mamá y la escondo entre la gran despensa.

—Hey ¿Él estará bien? Más que borracho, le veo algo distinto.

—Pues claro que lo estará. Si dices ver algo raro en él de seguro que se pudo a llorar anoche.—Sus ojos reafirman todo lo que su boca dice.Nunca antes la había escuchado hablar con tanta certeza, aunque lo último es algo tonto.

—Quizá llorar no es nada.—El agua está lista. Mamá la vierte sobre la ya caliente aceite.

—No te preocupes, todo estará bien.—Punto y final.

   Otra carcajada suave desde la mesa de desayuno... Si. Ojalá que lo esté


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