Capítulo 2

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Lorena


Center House.

Entro en las oficinas administrativas del centro comercial veinte minutos antes de la hora prevista. Le sonrío a una de las recepcionistas con chalecos alusivos al centro comercial, y camino hasta una de ellas para anunciarme.

—Buenos días, soy Lorena, el señor... —Reviso nuevamente el papel donde anoté el nombre de la persona por la que debía preguntar. Tengo la capacidad de olvidar fácilmente los nombres de las personas o las razones, así que debo tener miles de papelitos a la mano para poder recordarlo—, Esteban Velasco está esperando por mí.

—Un momento —responde con una sonrisa tensa. Toma el teléfono y me anuncia a Dios sabe quién. Sus ojos me escudriñan de pies a cabeza, gracias a la trasparencia del vidrio de su escritorio.

Le echo una ojeada a mi pantalón negro de lino y blusa de seda azul celeste, combinados con mis zapatos de tacón medio negros. No veo nada mal, ¿Será el escaso maquillaje?, en comparación al suyo, palidezco.

—Tome el ascensor al tercer piso, cruza a la derecha y luego hacia la izquierda. Ahí la recibirá Katerine.

—Gracias. —Me da una última mirada antes de regresar a la pantalla de su computador.

Para ser un lugar con todo el espíritu navideño, les falta más carisma, más espíritu.

Sigo sus indicaciones y en unos minutos nuevamente estoy frente a otra mujer con el mismo chaleco pero una sonrisa más sincera y cálida.

—Hola, buen día. Soy Katerine Vega, Esteban aún no llega pero puedes seguir a su oficina y esperarlo.

—Oh, gracias. Igual, creo que madrugué demasiado —murmuro y se ríe entre dientes.

—Eso es bueno, Esteban por lo regular está aquí desde las siete, pero anoche salió muy tarde de aquí, y muy cansado. No debe tardar.

—Vale.

Me guía hasta un cómodo sofá dentro de una pequeña oficina. El escritorio es pequeño y aunque hay varios papeles sobre él, está organizado. El resto de la oficina se compone de un cuadro, perchero, tres sillas, el sofá donde estoy sentada y otra puerta que imagino, conduce a un cuarto de baño.

No hay fotos ni nada que me dé algún indicio que quién y cómo es el señor Esteban Velasco.

Según lo que me dijo Damián, el esposo de mi prima Clara, el hombre es un genio para las ventas, es correcto y tiene un ojo clínico para las cosas. Además de que es supremamente orientado al detalle y muy honesto. Justo lo que necesitaos ahora que se descubrió el robo de quien hasta hace dos días fue la coordinadora del Cedi.

¿Cómo es posible que haya un faltante de cuarenta millones en mercancía y nadie se haya dado cuenta?

Eso evidencia la falta de control y supervisión. Pero bueno, entiendo a Damián, él confía mucho en sus empleados y no sueña con que uno de ellos termine robándolo. Aceptar este reto no fue fácil, se supone que me mudé hace tres años a este lugar para estar tranquila y poderme dedicar a mi hija, mi trabajo en la capital era importante y me sentía orgullosa de lo que hacía, pero cuando la tragedia golpeó a mi puerta, y me enfrentó a la perdida de lo que amas; entendí que ninguna suma de dinero puede compararse con el tiempo que puedes compartir con aquellos que amas. El dinero se esfuma, pero esos bellos recuerdos se quedan por siempre, y ahí es en donde debemos poner nuestro mayor esfuerzo, en hacer más momentos memorables.

Desde entonces he estado haciendo algunos trabajos para antiguos amigos, revisando sus procesos de distribución y ayudando a potencializarlos. He ayudado a mejorar los programas y la forma en la cual se registra sus servicios. No es un trabajo de tiempo completo, son proyectos que me toman una o dos semanas y luego quedo libre para ver crecer a mi hija y poder crear con ella, más recuerdos increíbles.

Mudarme aquí sólo fue la guinda del pastel. Necesitaba alejarme de todos los recuerdos dolorosos, del bullicio de una cuidad acelerada y preocupada por banalidades; la tranquilidad y paz que encuentro aquí, en Villa María, no se encuentra en cualquier lugar.

Los lugareños son realmente amables y muy colaboradores, aunque no soy muy sociable y no me encuentro cada viernes con ellos en el bar de Jonas, o en el cine del pueblo; tampoco visito la peluquería los miércoles o llevo bollos rellenos los lunes al parque para los obreros de la mina; la gente de nuestra pequeña cuidad nos cuida y nos acoge, especialmente a Majo, que es la adoración de mis vecinos.

Pensar en mi niña siempre me saca una sonrisa, esta mañana fue difícil sacarla de su cama. Llovió toda la noche, lo que para Majo equivale a una gran dosis de somníferos, la chica puede dormir por días si no deja de llover.

—Buenos días.

Me sobresalto al escuchar la voz profunda en la oficina, retiro mis ojos de la ventada y miro hacia la puerta.

El dueño de esa exquisita voz es realmente una maravilla para la vista. Mis ojos viajan desde el negro cabello corto, sus ojos ámbar, la dura y cubierta de pequeña barba mandíbula; los labios delgados pero suficientemente llenos, el cuerpo delgado pero firme y cubierto por un traje hecho a la medida, de color azul oscuro.

Me levanto rápidamente y me doy cuenta que no es tan alto. Bueno, es lo suficiente como para sacarme unos buenos veinte centímetros, pero estoy acostumbrada a hombres mucho más altos que yo. Javier medía 1,96. Eso, comparado con mi 1,68 es demasiado.

—¿Señor Velasco?

—Esteban, mi nombre es Esteban —responde mirándome de la misma manera en la que yo estaba mirándole hace un rato—. Lorena ¿no?

—Sí.

—Mucho gusto. —Extiende su mano derecha y la estrecho. Me sonríe forzadamente y me tenso.

Realmente no está muy contento de verme.

—Damián...

—Sí, hable con él anoche. Sé a qué viene y por qué razón.

—Oh, bueno, eso evita una presentación extensa.

—Sí, no tengo, tenemos mucho tiempo para una. —Camina hasta su escritorio y toma una de las carpetas—. Siéntese, por favor. —Levanta una de sus cejas y señala la silla frente a él. Me esfuerzo por no mirarlo hoscamente y hago lo que pide—. ¿Qué es lo que va a hacer?

—¿Perdón? —Ladeo mi cabeza ante su pregunta. Él no creerá que hoy yo vendría con una soluci...

—Acaba de decirme que ya Damián la empapó del tema y que sabe lo que sucede. Imagino que trae alguna propuesta o medida de intervención. La situación, como creo que debe saber, es grave. 

Cruzándome de brazos y adoptando la misma actitud de mierda que él, respondo—: Sería muy irresponsable de mi parte presentar el primer día una propuesta de intervención para una situación que tiene en jaque uno de los servicios que más ha caracterizado a esta compañía, cuando ni siquiera tengo conocimiento de primera mano, he visto y conocido el proceso de desarrollo del mismo. Sólo se me dio la información de la situación crítica.

—Ya veo...

—Y antes de que diga otra cosa —interrumpo—, vine hoy aquí, precisamente para hacer un estudio de lo que se presenta deficiente y así poder tener los recursos y argumentos correctos e idóneos para poder desarrollar y luego implementar un plan de intervención y una reestructuración. ¿Imagino que usted hace lo mismo cuando realiza sus estudios de mercadeo?

Sus ojos se estrechan en mi dirección. Batallamos con miradas por unos minutos, antes de que Katerine irrumpa en la oficina con dos cafés caliente.

—Lamento la demora, pero recibí una llamada de Damián y olvidé traer su café. —Me entrega uno a mí y pone el otro sobre el escritorio. Katerine le da una mirada acusadora a Esteban, como si supiera lo que está ocurriendo, se vuelve hacia mí, sonríe y habla—: Espero que puedas acoplarte pronto. Bienvenida Lorena, cualquier cosa que necesites, con gusto.

—Mil gracias, Katerine. Eres muy amable.

—Con gusto.

Se retira y me deja nuevamente sola con el ogro. Así lo empezaré a llamar de ahora en adelante. Le regalo una de mis clásicas miradas y eso logra que sonría.

Él sonríe. Guau.

—¿Empezamos de cero nuevamente?


Un Deseo Para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora