Capítulo 7

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Día 2

Esteban

Lorena aún me mira desconcertada.

—¿Un museo?

—Sí. Es un buen lugar. Hace mucho que no salgo fuera del pueblo, sería emocionante ir. Además, creo que a Majo le gustaría mucho.

Sus ojos siguen observándome, mientras evalúa cada una de mis palabras. Debe estarse preguntando el porqué de mi interés en salir con ella y la niña. Ayer el almuerzo en el trabajo fue una buena excusa y no un sospechoso movimiento sobre ella, pero hoy, bueno. Esto simplemente es raro. Yo no hago este tipo de cosas, pero necesito conquistarla y hacer feliz a Majo, a ambas.

—Tienen este parque temático de cuidad para niños, ella podrá jugar a ser lo que sea que quiera ser. Una cantante, modelo, policía, bombero.

Suspira y muerde una sonrisa. La he convencido.

—Está bien, voy a preguntarle.

—Me parece bien, podemos hacerlo esta noche en la cena.

—¿Cena? ¿Cuál cena?

—¿Majo no te dijo? —pregunto intentando no reírme.

—¿Decirme qué?

—Me invitó a cenar esta noche en su casa. Contigo. Dijo que preparas una crema de pollo deliciosa y unas verduras guisadas de infarto.

Se queda mirándome sin parpadear, por algunos segundos, bufa y cierro sus ojos para frotar el puente de su nariz.

—Esa niña.

—¿ya no estoy invitado? —pregunto desilusionado, o eso intento, sé que no me dirá que no—. Oh, bueno, realmente quería probar una comida casera.

—Oh no, lo siento. Claro que puedes ir, es sólo que Majo no me había dicho nada, y no deje lavadas las verduras —Se encoje de hombros y planta una sonrisa—, la cena tardará más de lo normal, pero cenaremos juntos... los tres.

—Bien, ¿qué vino te gusta?

—Hm —Ladea su cabeza pensando y luce adorable. Me concentro en los dos lunares que tiene al lado de su ojo y me aguanto las ganas de besarlos—. Vino tinto dulce, La mona. Es uno de mis favoritos.

Bien, otra perla de conocimiento que será almacenado y usado frecuentemente.

—Perfecto. Estaré ahí a las siete, ¿está bien?

—Sí.

La veo alejarse y camino de regreso a mi oficina con una sonrisa en mi cara. Katerine se detiene cuando me ve y me frunce el ceño.

—¿Se encuentra bien?

—Sí, ¿por qué?

—Está sonriendo —responde escéptica de sus propias palabras.

—¿Qué con eso?

—Bueno, pensé que ya no sabía cómo hacerlo, con eso de que es un ogro gruñón asocial, con el corazón de piedra.

—Katerine.

—Es cierto, hace mucho que no le veía así.

—Bueno, las cosas cambian, los milagros existen.

—Creo saber los nombres de ese ese milagro —responde y regresa a su escritorio con su propia sonrisa en su rostro.

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Un Deseo Para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora