Capítulo 3

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Esteban

Esta es la primera vez que alguien realmente me hace mucha gracia.

Lorena, la mujer que envío Damián para resolver el problema de deficiencia en el Cedi, es realmente diferente a lo que esperé.

Cuando la vi en mi oficina la primera vez, se veía pérdida en sus pensamientos y tenía una sonrisa tan tranquila en su boca que la envidié por unos momentos. Yo no he podido sonreír así desde hace mucho, y todo por el trabajo hasta el culo que tengo; además, no encuentro una razón para sonreír así.

Sé que fui algo brusco durante nuestro primer intercambio, pero no tuve una buena noche, ni buena mañana. El dolor en mi cuello es un recuerdo de que no debo volver a quedarme dormido en mi sofá. Nunca, jamás. Esta mañana fui a buscar mi periódico, para encontrar pedazos del mismo esparcidos por todo mi antejardín cortesía del chihuahua del vecino.

Odio a ese condenado perro.

Y para rematar, el agua se fue por daños en la represa debido al torrencial aguacero de anoche, la tostadora quemó mis rodajas de pan y me pinché camino al trabajo.

No es mi mañana más brillante.

Pero Lorena me plantó cara, y de la manera más sutil y profesional, me envío a comer mierda. Eso me gustó. No ella, su actitud. Aunque ella no está tan mal, pero tampoco es una belleza despampanante ni detendrá todo el tráfico sólo por caminar en la calle.

Observo su cabello oscuro, es corto, hasta los hombros; me pregunto si es así de liso o usa algún producto. Tiene poco o casi nada de maquillaje, lo que me deja ver varios lunares pequeños sobre sus mejillas y su nariz. Hay dos diminutos puntos a un lado de su ojo derecho. Su nariz es pequeña pero delicada, tiene unos increíbles ojos verdes y una rellena y delicada boca. Sus labios son semejantes a los de Scarlett, lo sé, porque esa mujer es mi amor platónico. Su cuerpo es curvilíneo, no tanto como para ser una mujer de talla grande, pero sí lo suficiente como para hacer que un hombre mire una segunda vez, y lo disfrute.

Justo ahora, sus labios están fruncidos y su ceño contrariado. No le gusta lo que ve, y a mí tampoco.

—Tenemos mucho trabajo en nuestras manos.

—¿Mucho? —chilla—. Demasiado diría yo. No puedo creer que hayan permitido que estas bodegas llegaran a tal estado. El sistema está fallando, el inventario no concuerda con el stock en las góndolas ni en los cuartos de almacén, el personal no está completo, las máquinas no están operando al cien por ciento; hay mugre y suciedad, las oficinas se caen... ¿Quién carajos estaba a cargo? Si sigo con la lista de todo lo que he encontrado en estas cuatro horas, y sé que encontraré más en las siguientes, creo que me desmayaré.

—¿Te retiras entonces? —pregunto. Muerdo una sonrisa cuando se vuelve hacia mí con una mirada de muerte.

—Jamás. Le prometí a Damián que ayudaría, no prometo en vano. Además, un desastre como este no me detendrá.

—Bien. Repito mi pregunta de esta mañana ¿Qué tienes en mente? 

Mira de regreso al desastre y suspira—. Déjame término de revisar todo, esta noche iré a casa y diseñaré el plan de intervención y todos los cambios que debemos implementar. ¿Tengo libertad en esto o debo responder a usted?

—Damián sólo me recomendó apoyarte y acompañarte cuando tuvieras alguna duda. Cuentas con la confianza de Damián, por ende, debo confiar en tu criterio, hazlo y muéstrame que necesitamos cambiar.

—Perfecto. —Anota algo en el cuaderno que lleva diligenciando desde que llegó y sonríe—. Mañana a las nueve tendré todo preparado. Pero, algo que sí necesito desde ya es... un equipo de limpieza y varios muchachos para mover algunas cosas.

Un Deseo Para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora