En navidad se presenta la oportunidad de poder cumplir todos tus sueños.
Los espíritus de esa época del año, se alían para poder materializar todo lo que deseas.
Espero que esta navidad mi sueño de ver a mamá feliz y de poder tener una familia compl...
Me vuelvo hacia la voz de Esteban en la puerta de mi oficina.
—No lo sé, se ve algo raro.
—Se ve espeluznante —dice y hace una mueca hacia el pastel de carne que Clara que entregó esta mañana.
—Si Damián te escuchara hablar así del pastel de carne de su esposa, creo que ya no serías el consentido.
—No soy un consentido —bufa y me da una mirada indignada—. Pero no me importa, él sabrá que tengo razón. Esa cosa parece que tomará vida pronto y nos absorberá a todos.
—Clara, pobre Clara —suspiro y alejo el mutante—. La pobre no puede cocinar ni un huevo.
—No entiendo cómo hace Damián; Dios sabe que el hombre vive para comer, pero su esposa, según tú lo dices, es un peligro en la cocina.
—Bueno, por algo tomó un curso de cocina hace un año —digo y Esteban me mira divertido
—Entonces, ¿Damián es el amo de casa?
—Oh por Dios. Sí, él totalmente lo es.
—Ni se te ocurra decirle que te lo he dicho. No me perdonará. —Tomo el teléfono para pedir algo a domicilio pero Esteban me lo arrebata—. ¿Qué?
—Saldremos a almorzar.
—¿Ah sí?
—Sí, anoche descubrí que cenar contigo es divertido y delicioso.
Oh... bueno.
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—Si sigues enviándome cosas como estas, creo que a) engordaré o b) me volveré una malcriada y consentida mujer.
—No veo el problema con alguna de las dos opciones —responde Esteban, sonriendo por encima de la pantalla de su computador.
Extiendo la caja de chocolates y la dejo sobre la mesa. —Pues yo sí, por lo que he decidido que debo compartirla contigo y probablemente el que engorde seas tú.
—Bien, me haría bien algo de peso aquí —Palmea su estómago y me guiña un ojo—, necesito un poco de musculo y grasa para tonificar.
—Yo creo que te ves bien.
—No mejor que tú.
Ruedo los ojos y le arrojo un chocolate. —Has dejado en claro que te gusta lo que ves de mí.
—Al medio día, cuando estábamos en el restaurante. —Muerde su labio para no reírse al recordar que lo pillé varias veces, recorriendo mi cuerpo con sus ojos.