Epílogo

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Le di el último sorbo al café que tenía en las manos y lo tiré a la basura. Hoy hacía bastante frío. La nieve había cubierto toda la ciudad obligando a bajar el ritmo de las ajetreadas vidas de Nueva York. Todo parecía ir con más lentitud, así era el invierno.

Miré de nuevo el panel y sonreí. Ya había aterrizado. Me dirigí a la puerta de llegada y lo esperé, como había hecho todos estos años. Unos exactos cinco minutos pasaron y estas empezaron a abrirse.

Allí lo vi. Su cabellera rubia ahora recogida destacaba entre las demás, adornando su fina piel mucho más blanca y suave que la última vez. Sus hermosos ojos verdes se movían curiosos buscando a alguien mientras esquivaba a las demás personas.

Mi sonrisa no pudo ser más grande y los latidos de mi corazón menos fuertes. Por fin estaba aquí, parecía un sueño. Me acerqué a paso lento hacia él, admirando su bonita figura. Había crecido, pero seguía siendo más bajo que yo.

Cuando me vio sus ojos brillaron de la emoción y sus graciosos colmillos se asomaron sin reparos de la felicidad. Aumenté mi ritmo y en cuestión de segundos lo vi corriendo hacia mí. Estiré mis brazos y él saltó abrazándome con fuerza. Rodeé su cintura recordando su estrechez y enterré mi rostro en su cuello al igual que él en el mío:

- Te he echado tanto de menos –me susurró.

- Yo también y no sabes cuánto –dejé un pequeño beso en su cuello.

- ¿Sigues amándome como yo a ti? –me miró a los ojos.

- No he dejado de hacerlo ni un solo día –sonreí.

Ante mi respuesta sus labios se posaron sobre los míos y yo, sin dudarlo, le correspondí comenzando un apasionado beso que habíamos esperado mucho tiempo atrás:

- Te amo, Andreas –declaré al separarme y bajarlo al suelo.

- Yo también te amo, Jungkook -se sonrojó de manera tierna provocándome una risita.

- Creo que deberíamos irnos de aquí, porque los periodistas no tardaran en acosar a la más joven y talentosa estrella de Alemania.

Sí, a pesar de que hubiésemos estado separados, yo seguía pendiente de él. En poco tiempo se había convertido en el foco de los críticos musicales, ganándose la atención de todo el mundo. Su entrada en la BPO fue inminente después del éxito llegando a considerarlo la mejor adquisición en muchos años de la Filarmónica. Disfrutaba de una fama grandiosa en toda Europa en general:

- Mira quién fue hablar, el ídolo de medio mundo –bromeó siguiéndome el juego.

- Exagerado –rodé los ojos sujetando su mano y entrelazando nuestros dedos mientras salíamos del aeropuerto.

- ¿Exagerado? Jungkook, estás en todas partes. Hasta en Berlín –se carcajeó-. Aunque eso no me hace mucha gracia, porque me pongo celoso –hizo un puchero.

- Sabes que eres el único en mi corazón, bonito –le besé en la mejilla.

- Eso espero –me sonrió inocente.

- Te lo aseguro –reí.

Después de graduarme en Juilliard, varias empresas musicales me habían ofrecidos trabajar con ellos a raíz de una participación especial en representación de la academia, la cual había confiado en mí. Después de una dura elección, me decidí por una y bueno, no me podía quejar del éxito que había conseguido. Mi felicidad estaba en su tope y más ahora que tenía a Andy a mi lado:

- Hablando de estar por todos lados –añadió-. Tus padres también lo están. Si antes era una locura en Asia y aquí, en Europa asústate. Desde que empezaron a promocionarse juntos no se habla de otra cosa. El pianista y el bailarín.

- Lo sé, es bastante genial –dije emocionado-. Siempre me preguntan por ellos cuando voy a los programas y luego a ellos les preguntan por mí. Nos apodan la exitosa familia musical.

- Es que no ha sido simple fama sino que han revolucionado todo el panorama musical. Si antes eran leyenda ahora va mucho más allá, el combinar el arte clásico con el contemporáneo ha sido espectacular. Me encantan.

- Sí, ha sido como una versión mejorada del vídeo que vimos antes de la graduación, ¿recuerdas?

- Exacto, impresionante. Y luego estás tú, igual de original que tus padres –sonrió-. Cada vez que sacabas algo me ponía en modo súper fan. No tengo remedio –suspiró-. Me voy a hacer un póster de ti y tus padres. Fan número uno, ¿vale? No se admiten cambios.

- ¿Para qué quieres un póster de nosotros si nos tienes en persona? –reí por su inagotable emoción.

- Nunca se tiene suficiente. Además, tiene que ser exclusivo para luego restregárselo a la gente que babea por ustedes.

- Eres un caso especial –lo cogí de la cintura acercándolo a mí.

- Por eso me quieres, ¿no? –sonrió divertido.

- Por eso y más –le besé fugazmente para evitar luego fotos molestas.

- Te amo, cariño –me acarició el brazo antes de separarnos pues ya estábamos saliendo al exterior.

- Y yo, cielo –esbocé una sonrisa de muy enamorado. Vaya cuadro los dos.

Fuimos hasta mi coche y después de meter sus cosas me acordé de algo:

- Andy, le prometí a tu madre que no te lo diría, pero no puedo aguantarme, así que cuando ella te lo diga tú te haces el sorprendido, ¿vale?

- ¿Qué es? –cuestionó curioso.

La madre de Andreas había conseguido situar a su empresa en lo más alto del mercado. Todo lo que ella hacía era innovador y revolucionario. Cualquier tipo de celebración, decoración...Lo que fuera, ella lo hacía una auténtica maravilla y se había convertido en alguien muy solicitada con listas de espera bastante largas.

Hace poco mis padres y ella habían estado hablando de negocios a los cuales yo me había unido:

- Nuestros padres van a trabajar juntos.

- ¿Cómo? –me miró entre sorprendido y fascinado.

- Tu madre será la encargada de crear los escenarios. Los tres abogan por ir más allá en las puestas de escenas y han decidido trabajar juntos para crear algo nuevo. ¿No es genial?

- ¡Es estupendo! –aplaudió-. ¿Cuánto iba a esperar mi madre para decírmelo? Esto hay que celebrarlo.

- Sí, de hecho a eso vamos –me carcajeé-. Nuestros padres nos esperan en el restaurante que han reservado para comer las dos familias juntas.

- Voy a llorar de la emoción –dramatizó-. Así da gusto regresar a casa. Una gran familia asombrosa –enfatizó refiriéndose a nuestros padres-. Y luego –me miró-. Al lado de la persona que más amo –sonrió tiernamente.

- Yo tampoco podría pedir más, porque ya lo tengo todo ahora que estás aquí –le acaricié la mejilla acercándome a él.

- Bésame –pidió divertido.

- Las veces que quieras, cariño –sonreí para luego besarle -. No has cambiado nada.

- ¿A qué te refieres? –dijo juntando de nuevo nuestros labios.

- Melocotón.



Ambos sonreímos por el dulce recuerdo.

Así había empezado todo.

Cupid Jeon [VMin] {Corrigiendo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora