Capítulo dieciocho.

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Domingo. El despertador sonó a las diez en punto, pero no me levanté hasta media hora después: me gustaba descansar los domingos de toda la semana, era el día perfecto para ver películas o leer, pero no hacer nada más. También es buen plan para un domingo no levantarse de la cama en todo el día, pero me apetecía moverme.

Lentamente, me acerqué a las cortinas, hasta ese momento todo iba bien pero, al mirar por la ventana, mis ojos vieron un cielo nublado y gris, muy triste. "Lloverá seguro" pensé. Qué mal, me habría gustado ir a la playa para darme un baño y leer, pero iba a tener que cambiar de planes.

Mi felicidad matinal había desaparecido. Bajé lentamente las escaleras y llegué a la cocina. Preparé un descafeinado. Mientras la máquina de café preparaba la bebida, fui al salón para ver la televisión. No había nadie allí, así que di por hecho que había sido la primera en despertarse. Me senté en el sofá y encendí el televisor. Busqué con el mando a distancia algo interesante, pero todo eran programas matinales, documentales o dibujos animados para niños.

-¡Eh! ¡Deja eso! Me encanta esa serie -dijo una voz aguda a mi derecha mientras pasaba por un canal infantil.

-Buenos días, Marquitos -abracé a mi hermano y besé su mejilla-. Toma, puedes ver lo que quieras, yo ya me iba.

-Vale, ¡ah! Oye, Ana.

-Dime.

-¿Podemos ir al parque ahora?

-¿Qué? ¿No has visto el tiempo que hace? Va a llover, habrá barro por todas partes.

-Jooooo -rechistó, alzando mucho la voz-. ¡Yo quiero ir al parque!

-¡Calla! Mamá y papá siguen durmiendo, cuando se levanten les preguntas, pero te dirán lo mismo que te he dicho yo.

Cogí el café y lo subí a mi habitación antes de que mi hermano volviera a llamarme la atención. Quemaba mucho, así que me di prisa para dejarlo pronto en una mesa y no quemarme las manos.

Cuando llegué a mi dormitorio, cerré la puerta y me senté con el café en el alféizar de la ventana, de todo que podía ver el paisaje perfectamente. Era una pena que hiciese un día tan feo, sino habría unas vistas muy bonitas.

Durante un rato mi mente estaba perdida en ninguna parte, pero mi tranquilidad duró poco rato, porque minutos después de haberme sentado oí el estruendoso tono de llamada de mi móvil. Me puse de pie rápidamente y me lancé sobre mi escritorio para cogerlo. No miré ni quién me llamaba, descolgué nada más coger el móvil.

-¿Sí?

-Hola, le llamamos desde la compañía telefónica...

-Joder hostia, ¡a la mierda! -colgué y me tumbé de espaldas en la cama.

Por un momento había creído que quién me llamaba era Liam. El corazón, que antes me iba a mil, parecía haberse bajado al estómago. ¿Por qué no me llamaba? No lo entendía. ¿Y si le di un número equivocado? No, imposible, nunca me equivocaba en esas cosas. ¿Y si no le apetecía volver a verme? Un nudo se formó en mi garganta en ese momento. Sentí ganas de llorar, lo pasamos genial aquella tarde, ¿qué hice mal? Me senté y crucé las piernas, pero al poco rato deshice esa postura para estirar las piernas. Acabé levantándome: no encontraba ninguna postura cómoda. Acabé en frente del teléfono. Me agaché un poco para estar a la altura de mi escritorio y mirar de perfil al móvil. Cerré los ojos, pero luego los volví a abrir dirigí la mirada hacia arriba.

-Por favor -susurré.

Como respuesta, mi móvil volvió a sonar indicando que tenía otra llamada entrante. El corazón me palpitaba con fuerza. ¿Sería él? No, imposible, coincidencias así solo ocurrían en las películas. Seguro que era otra vez la pesada de la compañía telefónica. Descolgué y respondí.

-¡Joder, pesados, que no quiero su maldita oferta, dejadme en paz! -grité, harta de todo.

-Entonces... ¿no quieres quedar conmigo? Iba a ofrecerte una tarde viendo películas en mi casa pero bueno... Buscaré a otro acompañante...

Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

-¡Liam! -grité entusiasmada.

-Oye, Ana, siento mucho no haberte llamado antes... He tenido problemillas y...

-¡Claro que quedaré contigo! ¿A qué hora me paso por allí? -no me importaba lo mucho que había tardado en llamar, es extraño, pero todo el enfado que había tenido minutos atrás se había desvanecido.

-Mejor voy a recogerte yo, ¿dónde vivías?

Le di mi dirección y acordamos vernos a las cinco. Estaba ansiosa por que llegara esa hora.

Poco después después de colgar, llamaron a la puerta de mi habitación.

-¿Ana? Buenos días, hija -dijo mi madre besándome en la frente-. ¿Cómo has dormido?

-Muy bien, mamá, buenos días a ti también -dije dedicándole una sonrisa-. Por cierto, esta tarde voy a ver una peli a casa de una amiga.

-Vale, pero no vuelvas muy tarde, mañana tienes que madrugar.

-No te preocupes.

-¿No tienes deberes del instituto?

-Qué va, como solo llevamos una semana de clases apenas hemos avanzado, estamos con las evaluaciones iniciales, y para esos exámenes no hay que estudiar.

-Bien, es cierto, entonces, estás libre para hacerme un favor -sabía que esa visita sorpresa no podía llegar a nada bueno.

-¿El qué? -suspiré.

-Vas a llevar a tu hermano al parque.

-¿Ahora? Mamá, ¿has visto el tiempo que hace? Va a llover, el parque estará lleno de barro.

-Se va a ensuciar de todos modos, es inevitable que los niños chicos se pongan perdidos de barro, polvo, o cosas así.

-Pero, ¡nos lloverá encima!

-Coge un paraguas.

-Ni loca saldré de casa.

-Bien, no saldrás ni ahora ni esta tarde ni en una semana.

-¿Qué? -exclamé: había perdido-. Está bien... voy a vestirme -acompañé la frase con un largo suspiro.

-Así me gusta -sonrió mientras salía de mi habitación.

Me acerqué a la puerta para cerrarla: mis padres siempre la dejaban abierta. Después abrí el armario para elegir la ropa que me pondría.

Suspiré. Tenía ganas de que llegara esa tarde: estaba segura que sería mucho más divertida que aquel paseo al parque, pero lo que aún no sabía era que aquella mañana también sería bastante movidita.

"Shhh" [One Direction fanfiction] | CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora