Nada más llegar al bar, busqué los baños.
Agachaba la cabeza todo lo que podía. Quién me viese moriría de la risa. Antes de entrar al bar, un niño montado en un carricoche me había mirado a la cara y se había puesto a llorar. Qué vergüenza, señor.
Cuando por fin encontré los baños, me llevé la "agradable" sorpresa de que había una cola de unas cinco mujeres. Sólo quedaba libre el baño de hombres, así que, como aquello era una emergencia, no lo dudé ni un segundo y entré en él.
El suelo del servicio estaba lleno de agua (creo que era agua) y papeles, estaba hecho un auténtico asco. Sino hubiese tenido la cara como la tenía, me habría ido de allí corriendo.
Entré de puntillas, hasta que me situé enfrente del espejo. Me miré a la cara.
"¿Por qué has llorado?" pensé. La verdad, no lo entendía muy bien. Había sido algo totalmente involuntario, yo jamás había llorado por un tío, y ahora, iba y lloraba por uno que se había cabreado conmigo por una tontería.
Idiota. Eso es lo que soy. Una completa idiota.
Comencé a lavarme la cara.
¡Estúpido rímel! -dije- Estúpido Louis, ¡esto es por su culpa! Estúpido bolso, ¿¡por qué no te abres!?Estúpida cremallera, ¿¡por qué te rompes!? -resoplé, estaba harta de todo.
En ese momento sentí cómo alguien se acercaba al baño. A continuación llamó a la puerta.
No sé por qué no respondí, ni siquiera hice el mínimo esfuerzo para cerrar la fuerza con el pestillo, simplemente me quedé inmóvil. ¿Quién sabe? Puede que fuese el destino, puede que fuera un simple casualidad, no lo sé, y posiblemente nunca lo sabré, eso sí, lo que pasó a continuación, lo repetiría tantas veces como pudiera.
La puerta se abrió, lentamente.
-¡Aaaaaahhhhhhh! -chillé cerrando muy fuerte los ojos y tapándome la cara con las manos.
-¡Aaaaaahhhhhhh! -chilló el recién llegado.
-¿¡Qué haces aquí!? ¡Vete! ¡Nadie te ha dado permiso para entrar! -grité, pero sin abrir los ojos aún.
-Lo-lo-¡lo siento! No-no era mi intención... yo-yo llamé a la puerta y-y nadie contestó así que... -tartamudeó, pero muy rápido, de manera que me hizo reír.
Su voz me llamó la atención, así que abrí los ojos y aparté mis manos de la cara. Enfrente de mí había un muchacho de unos dieciocho o veinte años, bastante alto, de pelo castaño y con flequillo hacia arriba. Tenía la típica barba de tres días que se había puesto ahora tan de moda, pero a él le daba un toque sexy y le hacía parecer mucho más maduro. Me encantaba su forma de vestir, llevaba vaqueros, ni muy ajustados ni muy anchos. Camiseta repegada blanca, sin ningún tipo de detalle, y una camisa a cuadros rojos y negros atada a la cintura.
-Ho-hola -ahora la que tartamudeó fui yo. ¡Qué guapo era, por dios!-, no, no espera, ya me voy yo... Se me olvidó reponder cuando llamaste a la puerta y...
Soltó una carcajada. Horror. Se me olvidó por completo: ¡mi cara!
-Eh... -soreí, y finalmente, acabé soltando una carcajada yo también. Pero yo no me reía de mi cara. Era una risa de esas que salen cuando te pones tontita.
-Tranquila, sólo venía a mirar mi camiseta, se me había caído un trozo de comida, pero ya he visto que no se ha manchado -dijo, sonriendo-, bueno, encantado, me tengo que ir.
Dicho esto, se fue.
Me quedé parada, pero rápidamente me dí la vuelta y me lavé la cara. En unos diez minutos acabé de arreglarme.
Cuando salí del baño busqué con la mirada a aquel chico tan guapo, pero no le encontré. Vi en una mesa a unos chicos tomándose un batido de chocolate con mucha nata encima. Me entró hambre, así que decidí acercarme a una mesa para tomarme uno.
Elegí una mesa para dos, junto a una gran ventana desde la que se veía la playa. Empezaba a anochecer, ¿qué hora sería? Bueno, daba igual, me iría a casa nada más terminarme el batido, no sería más de media hora.
Un camarero se acercó a mí, y yo le pedí el batido que había visto. Mientras lo traían, me acomodé en mi asiento. Miré por la ventana. Intenté no pensar en nada, ni en Louis, ni Harry, ni nadie, pero era imposible.
Al cabo de unos minutos, trajeron mi batido. Ya era hora, qué hambre. Trajeron también unas golosinas.
-¿Cuánto es? -pregunté al camarero.
-Señorita, ya ha pagado un caballero, me ha pedido que le diga que ha tardado nada en maquillarse, pero que estaba preciosa de todos modos.
-¿Qué? ¿Un caballero? ¿Qué... -dije, pero lo comprendí todo en ese momento.
El camarero se marchó con una gran sonrisa en la cara. En su lugar, vino aquel "caballero" que había pagado mi batido. Y qué caballero.
-Me llamo Liam, Liam Payne -dijo, era el chico que había conocido en el baño-, ¿y tú?
-A-Ana -dije.
-Encantado, Ana -continuó diciendo-. Te quería pedir perdón por haberte molestado... Por eso estoy aquí y te he pagado el batido.
-No-no hacía falta -dije yo, intentando sonreír.
-Sino es nada, es más, un batido sólo me parece... poco -continuó diciendo-, ¿te gustaría dar una vuelta?
-Esto...
-Bueno, ya sé que es un poco repentino, que un desconocido, mayor que tú, que acabas de ver, te invite a dar una vuelta puede sonar... raro, pero no te voy a hacer daño, soy de total confianza, creéme. Además, la vida está para correr riesgos, ¿no? -dijo guiñando, me recordó a Harry.
Sonreí, parecía buen tipo, y a mí también me gustaban las "aventuras".
-Claro -contesté, dando un último sorbo a mi batido.
-Perfecto entonces -dijo tendiéndome la mano.
Le ofrecí mi mano también.
Así salimos juntos, Liam y yo, de aquel bar, cogidos de la mano, dispuestos a comenzar nuestra pequeña "aventura".
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"Shhh" [One Direction fanfiction] | CANCELADA
FanfictionNo digas quién eres. Nunca confíes tus secretos. Debes aprender que nadie es quien realmente dice ser, porque, en realidad, nunca llegamos a conocernos ni a nosotros mismos.