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Morfeo:

Apolo y su condenado capricho.

Miro por sobre mi hombro a la nefilim, la cual se puso en posición de pelea como si pudiera hacer algo contra Apolo. Un punto por la confianza, cero por la precaución.

-Med, saca a la nefilim de aquí. Vyn y yo podemos con él -digo y ella me mira mal-. Si usas tus ojitos, habrá problemas después. Así que haz lo que te digo.

-Esto se llenará de gente en cuestión de minutos, el edificio... -Comienza Vyn, pero lo interrumpe un torrente de oscuridad que lo estampa contra la pared a nuestras espaldas.

Bien, suficiente. Alzo mis manos hacia Apolo y las cierro, tratando de relajar esa tensión que lo mantiene en ese estado. Pasar tanto tiempo a oscuras no hizo más que corromperlo, sumado a que siempre fue un sonámbulo problemático y todo su asunto con Casandra. No es el mejor escenario, pero lo necesito. Mientras más, mejor.

Vyn se vale de una ráfaga de viento para devolver a Apolo a lo que queda de su habitación. La nefilim y Medusa se van. Med sabe qué hacer: control de daños. Alejar a la gente, retener a las autoridades y evitar que algún mortal salga herido.

-Mantenlo ahí. -Le digo a Vyn mientras corro hacia Apolo, que se esté haciendo de noche no ayuda para nada-. Necesito luz.

-No puedo con ambos.

-¡Pues inténtalo! -exclamo poniendo mi mano en la frente de el dios, el tacto me quema.

Su mente está turbulenta, su puerta al mundo onírico cerrada y no parece querer volver en sí. Es más fácil rendirse a la oscuridad que luchar por alcanzar la luz. Vyn cambia de táctica, dos raíces gigantes salen de las baldosas para atar a Apolo al suelo y el brujo extiende sus brazos hacia la pared.

-¿Quieres luz? ¡Te daré luz! -espeta y la pared del balcón se hace pedazos.

La poca luz del atardecer entra y baña a Apolo, quien se retuerce en sus ataduras. Vyn cae de rodillas al suelo y se lleva una mano al pecho, su collar se deshace entre sus dedos y me mira con furia. No tengo tiempo que perder en él. Sostengo el rostro de Apolo entre mis manos e intento concentrarme en su puerta onírica.

-¡Tienes que verla! -exclamo-. ¡Déjala entrar!

Él niega mientras lágrimas caen por su cara. Casandra. La última mujer que amó. Es su recuerdo y la culpa lo que le impide descansar. No puedo quitarle las pesadillas si él no está dispuesto a dejarlas ir. Tiro más de las cadenas que atan a la puerta, intentando llegar al corazón adolorido de Apolo.

«Si no se calma, bajarán a ver qué ocurre».

-Si Zeus baja, va a encerrarte. ¿Es eso lo que quieres?

La puerta se abre de golpe, la oscuridad retrocede y cierra los ojos.

-Me debes una reliquia nueva -dice Vyn con las manos en la cintura y voz exhausta-. Más le vale que Artemisa me devuelva lo que es mío.

-Sí. Sino no servirás de mucho -indico y levanto a Apolo en brazos una vez que las raíces se retraen al suelo-. Hora de irnos, llamamos demasiado la atención.

Esto será un problema. Alguien del Olimpo vendrá a limpiar los recuerdos de los humanos y querrán hablar con Apolo. No pueden ver que no maté a la nefilim, mucho menos que desperté a Medusa.

-¿Y a dónde iremos?

-A casa de otro dios. Ve por las chicas, nos vamos ahora.

Se pueden escuchar la sirena de los bomberos, los coches de policía y el murmullo de la multitud. Pero hay algo más, me acerco un poco al gran agujero que Vyn dejó al destruir la pared y la veo. Hécate desciende de los cielos, transformada con sus tres cabezas. Dejo a Apolo en la cama y busco en mis bolsillos hasta encontrar la varita. Será mejor explicarme ante ella a que parezca que huimos.

Los Brazos De Morfeo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora