Estaba completamente a oscuras. Solo podía escuchar su respiración mientras luchaba por librarse de las ataduras de Mathew. Sus sentidos le estaban dando malas jugadas porque oía los pasos de Mathew de norte a sur, de este a oeste.
Parpadeó fuertemente intentando distinguir algo, pero no... Sólo oscuridad.—No hablarás —gritó Mathew haciendo que ella diera un saltito en su sitio—. No llorarás. No dirás mi nombre a menos que yo lo diga. Nunca contradirás mi palabra. Me llamarás maestro. Y sobre todo, nunca me desobedecerás. Has roto todas esas reglas, ¿sabes? Debería matarte pero quiero saber cómo termina la historia de Psique y Eros. Y si te mato... No podría hundirme en ti esta noche.
Ella sintió una mano en su pierna derecha que subía con suavidad acariciando todo su lado derecho hasta su cuello. Ahí, sintió los labios de Mathew sobre los suyos.
— ¿Algunas palabras, muñeca, antes de que empecemos? —susurró muy cerca de su cara, olía a tabaco.
—Piedad —musitó a punto de llorar—. Por favor.
Y es que, Mathew estaba diciendo que no habían empezado cuando minutos antes ya la había torturado. Había hecho cortes en sus brazos, luego la había amordazado y le había echado agua con hielo por toda la cara, casi ahogándola y haciendo que su piel se volviera más pálida y transparente. La había mordido, había golpeado su rostro y había apagado la luz dejándola completamente aturdida y asustada.
—Muñeca —susurró Mathew—. ¿Crees que en el infierno se tiene piedad?
— ¿Acaso eres el diablo?
—No, no, nena. Yo soy Dios.
Y hundió, lo que parecía ser, un destornillador en la palma de la mano de ella haciéndola gritar de dolor.
Arriba, en la casa de Mathew, las empleadas recogían todo en súbito silencio, mirándose entre ella con los ojos muy abiertos al escuchar los gritos. El guardaespaldas de Mathew, Eliot Spencer, se quedó mirando las escaleras que llevaban al sótano... Pensando en que, comparado con otros, él tiene mucha suerte de ser un simple guardaespaldas.
Mathew desprendió con agresividad el destornillador haciendo que ella gritara del dolor y que luego gimiera como un perrito herido. Mathew le acarició el rostro y la besó en la frente.
— ¡No ha sido para tanto! —dijo Mathew encendiendo la luz, al verla, estaba pálida por el dolor y temblando mientras luchaba para no llorar.
Y cada vez que la castigaba, Mathew decía al terminar:
—Muñeca, esto es para que cuando quieras romper algunas de mis reglas, recuerdes lo que puedo llegar a hacerte.
Mathew empezó a quitar las ataduras, al terminar, la tomó en brazos y la llevó hasta la habitación. Ella pudo distinguir la mirada de Eliot, que apretaba los dientes al verla llena de sangre. Pero como Mathew decía "no es tu asunto".
Al llegar a la habitación, Mathew empezó a bañarla como si fuera una niña pequeña, luego la dejó en la cama mientras él le vendaba la mano donde había clavado el destornillador.
Ahí, empezó a desvestirse sin quitarle la mirada encima. Mathew tenía que aceptar la realidad.Se empezaba a obsesionar con ella. Decían que solo hacían falta 21 días para obsesionarte con algo o con alguien, y ese algo y ese alguien era ella, su muñeca.
—Muñeca, abre las piernas para mí.
Ella obedeció mientras lo miraba quitarse la ropa a su lado. Mathew notó que cuando él la miró a los ojos, desvió la mirada al instante, así que le acarició el rostro con suavidad.
A diferencia de las sumisas y los amos, es que un amo buscaba una sumisa para cuidar de ella y la sumisa buscaba no solo la fuerza bruta... Y obviamente todo lo que Mathew le hacía no era para nada consentido, sino que era obligado a través de amenazas y sí! , Mathew después de casi mutilar su cuerpo, podía tener dos reacciones:
Cuidar mucho de ella.
O seguir mutilando.
Normalmente pasaba la segunda, así que ella ya estaba mentalizada de que iba a sufrir mucho si Mathew tenía esa necesidad sexual fuerte.
Y es que, Mathew no es un psicópata común, sino que era un psicópata con una necesidad sexual fuerte, lo que lo llevaba a tener sexo extremo y violento para intentar desahogar esa energía hostil.
Mathew se colocó a los pies de la cama y la incitó a que se acercara.
—De rodillas, muñeca.
Ella se bajó de la cama con mucho cuidado y se arrodilló en el frío suelo. Ya las paredes se habían enfriado así que ella se estaba congelando de rodillas.
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Dominante....."el placer de causar dolor"
RandomSi la concepción de la vida de un psicópata es hacer daño, lo hará, y mucho. Mathew Ivanovich sólo está cegado por su obsesión con las muñecas, la perfección, el orden y la obediencia. En cambio ella sólo tiene demasiado miedo como para huir. ...