Regla 5. "Saldrás hasta que yo lo diga".

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—Demien fue mi mejor amigo —explicó Mathew con la taza de café entre las manos—. Nos conocimos en un golpe en Venecia... Pero me traicionó —dijo mirando a la nada.
—Yo conocí a Mathew para ese entonces —dijo Eliot—. Yo trabajaba para Demien y él me estaba obligando a asesinar a Mathew, pero no pude hacerlo... Y desde entonces, trabajo para Mathew.

Ella miró a Mathew. Estaba con la mirada fija a un punto del suelo mientras apretaba la mandíbula.

— ¿Y qué hace Demien? —preguntó inocentemente.
—Es el mejor estafador y ladrón del mundo. Ahora se dedica a la política corrupta —contestó Eliot.
— ¿Y es peligroso?
Eliot y Mathew asintieron al mismo tiempo, pero fue Mathew el primero en fruncir el ceño y mirarlos a ambos.

— ¿Por qué quiere matarme ahora? —preguntó retóricamente con la vista perdida al suelo.

Ella miró a Eliot que negaba con la cabeza repetidas veces.

—Ni idea, hermano —dijo muy bajito. Mathew la miró a ella.

Se levantó y la acarició en el rostro con suavidad.

—Ya sabes a quién tienes que proteger —dijo Mathew mirando a Eliot—. Demien es un hijo de puta, y es muy inteligente. Ten mucho cuidado, muñequita. Recuerda que estamos ante un estafador que pasará a la historia como el mejor.

Ella asintió mientras lo miraba al rostro.

—Ve a vestirte. Tienes que seguir contándome esa historia —ordenó Mathew.

Ella asintió mientras se metía otra vez al baño.

— ¿Qué historia? —preguntó Eliot.

Mathew solo sonrió. 

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— ¡Maldita sea! —gritó Demien golpeando la mesa con brutal fuerza—. ¡Yo mismo lo hubiera hecho mejor!
—Señor... Lo sabemos, pero creo que ahora deberíamos centrarnos en encontrar los cadáveres... Sabemos cómo es Eliot Spencer, el mejor en su trabajo —dijo su fiel acompañante Freud.
—Que se encarguen los del veintiséis —dijo encendiendo un puro—. Yo me encargo de Ivanovich y de ella.
—Pero señor... Sabe que Mathew Ivanovich prefiere matar a los de su alrededor. Tal vez ya está muerta...
—No lo está. Uno de mis hombres la vio en la fiesta de Mathew —explicó Demien mientras expulsaba el humo por su nariz—. Tengo que tenerla conmigo, ¿Lo entiendes? Estoy dispuesto a pagar millones con la condición de que no la lastimen.

Nathan Ford tragó saliva al no saber la reacción de su jefe al comunicarle lo que vio en la fiesta. Tomando aire y fuerzas, entró en la habitación.

—Sr Moreau —dijo muy formalmente—. Tengo que contarle algo más...

Demien asintió prestando toda su atención en él.

—En la fiesta de Mathew Ivanovich corrían rumores de que él la maltrataba físicamente pero no solo eso... En el sótano de la casa de Ivanovich, hay una cámara de tortura... Y estoy muy seguro que ella ha pasado por ahí más de una vez.

Demien apretó los dientes y asintió.

—Vale, mi razón para romperle los dientes y la cara, era que se había robado lo que es mío... Ahora tengo una razón mejor.

Demien miró la foto que tenía en su escritorio y tomándola entre sus manos, la observó con detenimiento.

—Pequeña, ya volveremos a encontrarnos y a consumar nuestro amor, te lo prometo.

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Eliot la miró fijamente mientras ella apartaba la mirada y masticaba un trocito pequeño de pan. Eliot con atrevimiento, deslizó su plato hasta ponerlo casi enfrente de ella.

—Come —dijo.

Ella al ver el plato enfrente de ella, jadeó y negó varias veces con la cabeza retrocediendo. Sabiendo que si Mathew los descubría, ella iba a pagar las consecuencia.

Así que cuando iba a levantarse para alejarse de la mesa, Mathew apareció. Si algo saldrá mal... Saldrá jodidamente fatal.

Mathew entrecerró los ojos y suspiró mirando al suelo, pensando "nunca aprende".

—Muñeca, a la habitación —ordenó apuntando las escaleras. Ella, lo más rápido que pudo, se levantó, pero Eliot la tomó del brazo.
—Mathew, su habitación no tiene cámaras, ¿Y si pasa algo? —dijo muy rápido intentado que se quedaran.
—Eso es lo que tú crees. Y si pasa algo, ella gritará, mucho. ¿A que si, Mon cherrié?

Ella asintió mirando al suelo y avanzando a la habitación. Mathew, subió detrás de ella. Cuando llegaron, ella se sentó en la cama mirando sus pies.

— ¿Qué estabas haciendo, nena? —Susurró colocándose enfrente de ella—. No has probado la comida de Eliot, ¿verdad?

Ella negó con la cabeza repetidas veces. Mathew sonrió tomando su rostro con suavidad entre sus manos.

—No te creo, convénceme.
—Pu... Puedes ver las cámaras... —titubeó intentando apartar la mirada pero Mathew no soltaba su rostro.
— ¿Y por qué tengo que ver una cámara? ¿Acaso no puedo creer en tu palabra? Ay, muñeca. Primer error.
Mathew le dio una bofetada que hizo que mirara hacia otro lado. Luego la tomó del pelo y e hizo que lo mirara.

—Puedo oler tu miedo, muñeca —sonrió mientras se acercaba a sus labios y la besaba con tanta agresividad, que ella ya casi no podía seguirle tremendo beso tan agresivo.

Mathew se colocó encima de ella y una de sus manos se introdujo dentro del pijama de ella. Esa era otra regla, ella no iba a ponerse ropa interior durante el día excepto cuando tenían una fiesta o algún evento.

— ¿Por qué estás tan seca? —Preguntó mientras introducía dolorosamente dos de sus dedos—. ¿Acaso no te excito? —tomó una de sus manos y las dirigió al pene de él—. En cambio mira como me pones.

Mathew volvió a tomarla del pelo con fuerza haciendo que ella quedara sentada sobre sus dos dedos. Ella gimió mirando hacia arriba por el dolor que provocaba.

Mathew la usaba como si fuera una muñeca de plástico. Mathew era como un niño, porque los niños son crueles con sus juguetes ya que los muerden, los golpean, los empujan, les quitan un brazo... Y si ella no escapaba, Mathew terminaría cercenando su brazo.

Gracias al cielo, fueron interrumpidos por el móvil de Mathew. Éste gruñó sonoramente mientras lo sacaba de su bolsillo.

Se quedó inmóvil al ver el número. Y contestó.
Mathew lo puso en altavoz, lo dejó en la mesita de noche para empezar a atar a su muñeca en la cama.

—Demien —dijo Mathew—. Tanto tiempo sin oírte.
—Ivanovich, seamos breves. ¿Dónde están mis hombres?
—Muertos, quizá. Si quieres te envió a Eliot para que también te haga desaparecer a ti. Eres un hijo de puta —bramó mientras le ataba las muñecas en el cabecero de la cama—. Tu intento de asesinato no quedará impune, Demien.
—No será un intento de asesinato. Lo conseguiré... Pero, tú y yo podemos hacer un acuerdo como adultos que somos.
—No me interesan tus acuerdos de mierda, Demien.
— ¿Seguro? —rió—. Mi querido Mathew, éste te encantará.

Mathew empezaba a atarle los tobillos y se detuvo para escuchar atentamente.

—Entrégame a la chica, y nadie saldrá herido. Tienes nueve días.

Y colgó. Mathew frunció el ceño y fue directo al teléfono para llamar a algunos de sus socios.

—Qué raro... Seguiré buscando —dijo en voz alta.

Ella abrió mucho los ojos al ver que Mathew se iba distraído en sus asuntos y la dejaba completamente sola atada en la cama. 

Dominante....."el placer de causar dolor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora