Capitulo 9

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Si tenía que decir la verdad, eso llegaría a ser una opción. Puede que como se acerque la fecha del aniversario yo esté en cualquier lado.

Caminé despacio a casa. No me quise apurar. Pasé por la plaza central y me quedé viendo a la cantidad de parejas adolescentes que estaban sentadas en los bancos. Haciéndose mimos, abrazados sin hablar, otros dirigiéndose miradas que decían todo, etc. Continué mi camino hacia mi casa y subí otra vez la escalera que me separaba de mi habitación.

Pasé de largo mi cama, donde estaba todo lo que había dentro del cajón de la mesita de luz desparramado por todos lados, y fui directo hacia el armario dónde guardaba todas las cosas que no iba a usar hasta el próximo invierno. Colgué las camperas en su lugar habitual. ¡Uff! No me había dado cuenta lo pesadas que eran hasta que las colgué.

Iba saliendo del ropero cuando un golpe sordo me hizo parar. Di la vuelta y vi todos los sacos colgados esparcidos por el suelo.

Se ve que tampoco resistió el peso...

Con cansancio, fui hasta donde estaba el desastre que hacía poco menos de 20 segundos se había producido. Levanté todo y lo puse en su lugar tardando más tiempo del estimado, hasta que una caja blanca por encima de mi llamó mi atención.

Fui hasta la habitación y llevé el banquito del tocador hasta el armario. Se subí encima de este y tomé la caja para poder ver el contenido.

Era una caja muy bonita la verdad, con detalles en dorado. Corrí algunas cosas sobre la cama y apoyé la caja. Corrí la tapa y volví a sentir lo mismo que la última vez que la había cerrado para no volverla a abrir más. Una necesidad de llorar me invadió por completo otra vez. Pero no. No tengo que llorar.

Si se preguntan cómo fue pasar de estar comprometida a pasar a estar viuda, se los respondo. Es lo más difícil que a uno le puede pasar.

Diario de una muerte (Liam P.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora