28- "La incómoda cercanía"

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La claridad que entraba por la ventana se clavaba en mis ojos como dagas. Recuperando la memoria, abriendo los ojos lentamente, con el brazo acalambrado por sostener a Lucero comprimida en mi cuerpo, chequeé la hora.

Eran más de las 9 de la mañana y en menos de una hora tendríamos que estar registrándonos en el Four Seasons Hotel, donde se realizaba la exposición de las colecciones de verano del Fashion Week.

Con cuidado, regresé hacia el cuerpo tieso, inmaculado y pálido de mi fee, que tenía la boca entreabierta, respirando a través de ese pequeño orificio. Era deliciosa: su piel, su color, su serenidad, su volcán interno. Me debatí si la prefería en silencio, entregada a la profundidad del sueño reparador o si la deseaba enardecida, con sus ojos colapsados por la furia del orgasmo...sin determinar cuál querría más o si simplemente me conformaba con una fusión de ambas, la llamé susurrando a su oído.

— Dormilona...debemos levantarnos ya.

Cerró la boca, parpadeó en falso una par de veces y movió sus hombros.

— Bonita...despierta...— seguí susurrando en mi afán de hacer más cálido su amanecer, aunque a juzgar por mi erección, lo que estaba cálido, era yo mismo. Pero no había tiempo de nada, debíamos ducharnos e ir a volando con las credenciales que ya teníamos entre manos.

Jugueteé con su pelo, inhalándolo, lo acaricié entre mis dedos. Observé el color de sus hebras; una delicada mezcla entre la miel, el sol y las almendras...una combinación exquisita. Engullí la visión extraordinaria de su piel inmaculada, con mi olfato impregnado a rosas y el sonido de ese ligero silbido al respirar que endulzaba mis oídos; mis yemas quemándose con el contacto de su interior, y el gusto de sus labios sonrosados. 

No podía sacar de mi cabeza que me había confesado entre una maraña de palabras, que me amaba. Yo también la amaba; en silencio, pero debía admitirlo abiertamente de una vez por todas.

Finalmente, abrió los ojos, dificultosamente. Dio un brusco bostezo y emitió una sonrisa mínima al notar el modo embobado en que la observaba.

— Buenos días— murmuré.

— Hola...— informal y única.

— Debemos irnos pronto— besé su pómulo colorado por la fricción en la almohada.

— ¿Mmmm, ya? — refregó sus ojos.

— Sí, contamos con poco tiempo para tomar un baño y vestirnos.

— ¿Qué nos espera hoy? — volvió a bostezar, pero esta vez, tapando su boca con la mano.

— Ir al hotel con las preacreditaciones.

— ...está bien —se giró para quedar de frente a mí. Sus ojos ya estaba bien abiertos— . ¿Descansaste bien?—acomodó un mechón rebelde de mi frente.

— Sí, he podido dormir bien —confesé aliviado. Haber hablado con ella resultaría terapéutico.

— Me alegro mucho entonces — sonaba sincera, su sonrisa amplia, franca, me convenció de aquello. Besó mi nariz y se sentó en su lateral de la cama.

Ya de lado, con su cabello hacia delante, exponía ante mi vista su espalda suave como pétalo de rosa; la línea de su columna me invitaba a besar cada una de sus vértebras con dedicado tiempo.

Mirándome por sobre su hombro, el zarandeo de sus pestañas desestabilizó hasta el último punto de mis neuronas activas. Observé con estricta atención su andar, su bello trasero redondeado yendo en dirección al cuarto de baño; con la luz haciéndole justicia a su figura, diluyéndose entre el halo de sol que ingresaba por la ventana.

"La elección de una valkiria" - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora