10 - "Bajo siete llaves"

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Tal vez era la idiotez más grande que habría cometido, no estaba seguro de ello, pero la satisfacción de degustar sus labios exquisitos sería un placer que no me fue esquivo.

Dulce, tersa, su boca era un manjar.

Inspiré su aroma embriagando mis sentidos, era mejor de lo que hubiese pensado. Consciente de mis adicciones, como Selene, pude comprobar que quería más después de ese beso; quería más de Lucero.

Pequeña, risueña, mi hada de ensueños me correspondía con el ardor de sus ojos y las mejillas encendidas. Muy a pesar, retiré mis manos de su rostro.

— Brindemos por tu cumpleaños — dijo con la sensación tangible del abandono en su voz quebrada.

Aceptando su propuesta di por inaugurada la botella de champagne que amablemente el Hotel Omni me obsequiaba, llenando las dos copas de cristal que acompañaban la bebida.

— ¡Feliz cumpleaños, jefe! —dijo envolviendo la fría copa. Tragó gran parte del líquido en un solo movimiento.

Sonreí al ver la mueca extraña de su rostro cuando pasó la totalidad del vino por su garganta. No estaba acostumbrada a beber alcohol y sin dudas, la intensidad de lo vivido anteriormente le darían la cuota de coraje necesario para tomar sin pensarlo.

Con un poco de bebida en sangre, sin dudas ella brindaría un grato espectáculo.

El piano sonaba a lo lejos; una melodía de Debussy reconocida gracias a mis años como estudiante de piano, añadían encanto a ese instante.

— Vamos a bailar — sugirió, desinhibida. No me rehusé, no deseaba negarme a unos minutos más con ella.

En la sala, frente a todos, nos garantizábamos estar en terreno neutral; no podríamos cruzar la línea de fuego.

Era inútil pensar a esas alturas que no me afectaba su cercanía y que no sería difícil recurrir a mi auto control. Desde la selección de su foja académica en mi oficina junto a Lily, intuía que apostar a Lucero significaría más de un dolor de cabeza. Ahora, meses después, no sólo me causaba jaquecas sino una terrible hinchazón de pelotas.

Ella permanecía de pie, esperando por mí con sus manos extendidas, meneando sus caderas lentamente al compás del tenue teclado. Acaricié sus palmas aceptando su proposición sin vacilar.

Avanzamos unos pasos hacia un lugar libre, a media luz, privado, donde posé su mano sobre mi hombro para retenerla allí junto con la mía; su brazo se colaba en mi cintura, al igual que mi mano libre.

Presioné la parte baja de su cintura y para entonces Lucero dejó caer suavemente su cabeza en mi cuello rozando la cúspide de su cráneo con mi barbilla. Mi mejilla volcó sobre su coronilla, entrecerré mis ojos inspirando hasta la última gota de su dulce perfume, de su cabello sedoso y brillante.

Sin palabras de por medio, nos dedicamos a disfrutar de nuestro contacto, de esos minutos de gloria en los que nos sumergíamos profundamente, casi pidiéndonos permiso.

La deseaba, pero no solo con necesidad carnal y primitiva. Quería socavar en lo más hondo de su alma,de su corazón.

Y tuve miedo.

Mucho.

Demasiado.

Hasta entonces nunca había experimentado algo semejante; el poder que Selene ejercía sobre mi anulaba cualquier reacción o sentimiento posible, incluso de amor porque ella decidía, disponía de mí como un juguete a su merced, sin margen para pensar, para ser yo mismo.

Con Lucero era diferente.

Con ella no necesitaba fingir, ni hacer preguntas; con ella vivía el día a día de un modo alegre y relajado. Era la luz que iluminaba mis días; sus ojos el sol de mis mañanas, su piel el telón de fondo para mis tardes.

"La elección de una valkiria" - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora