Estaba deseoso por cometer un parricidio.
¡Mi madre y sus ideas!
Al pedir el número de Lucero, pensé que sería solo para molestarme; pero cuando decididamente marcaba su contacto, me asusté. ¿Qué le diría?
Para entonces la cabeza me latía bajo el chorro de agua fresca, deseando que la resaca de los días de alcohol y mal sueño, se evaporaran.
No resultaría ser mala idea irme con mis padres a Barcelona, mi idea era viajar el mismo 31 pero en virtud de mi depresión consumada, un día más allá, no estaría del todo mal. Podría reírme con Enrique hasta mearme encima porque sus anécdotas siempre surtían ese efecto en mí; disfrutaría del parque nevado, aliviaría la carga de los últimos días y descansaría de la jornada de sexo impiadosa del día 25 a la madrugada.
Más repuesto, papá continuaba leyendo el periódico mientras mamá tomaba un café. Alimentado, rasurado y bien vestido, yo volvía a lucir como alguien decente.
— Hemos conseguido tickets para mañana a las 8 de la mañana— acotó mi madre mientras bebía otro sorbo de café— ¿Qué ha pasado con las tazas? ¡No encontré más que estas dos! — dijo exhibiendo ante mí una roja y otra negra algo vieja y que nada tenían que ver con las que habríamos roto con Lucero. Pensar en esa mañana aun me subía la temperatura indecentemente— . Recuérdame comprarte unas iguales a las que tenías.
—No hace falta madre, prefiero cambiarlas...han cumplido su ciclo —levanté mis hombros, peinando mi cabello con mis manos.
—A efectos de verte en condiciones de salubridad, repuesto y sin ese tufillo a alcohol rancio, puedo decir que hemos cumplido nuestro objetivo de padres— dijo poniéndose de pie y posando su mano en el hombro de papá, indicándole que era momento de marcharse. ¡Por fin!
—Mañana los pasaré a buscar con Richard. No lo olvidaré, lo prometo —como un niño explorador, mostré la palma de mi mano.
—Te tomo la palabra hijo — mamá me besó al igual que papá tras la promesa asumida.
Pero cuando estuvimos en el aeropuerto, horas más tarde, quise que la tierra me tragase en sus fauces.
¿Qué rayos hacía Lucero allí? Toda ella, con su cabello color almendra peinado en suaves ondas, unos leggins con unas gruesas medias de bailarina a lo Flashdance cubriendo su calzado y un sweater gris perla que le llegaba casi hasta las rodillas, aparecía en escena para dejarme desarmado.
Envuelto en una ira tremenda, mamá se habría comportado como Cupido y para colmo de males, de la nada, viajaría con nosotros. ¿Por qué querría torturarme? ¿Qué ganaba con hacerlo?
Le pagaría con la misma moneda. La indiferencia.
Me encapriché y era consciente de ese absurdo; no le hablé durante ningún trayecto del viaje, inclusive cuando llegamos a casa ni siquiera la ayudé a subir su equipaje.
— ¡Has sido un cabrón de mierda! —mamá me golpeó secamente el brazo desde atrás, mientras bebía un té caliente en la cocina de la casa de Tarragona.
— ¡Ouch! ¿A qué viene eso?
—¡A que tu padre y yo te hemos enseñado buenos modales, y supongo que la Universidad también! ¿Qué es eso de no hablarle y no llevar su maleta? — volvió a pegarme dos o tres veces más— Fui yo quien la llamó, fui yo quien quiso que viniese...¿acaso no viste sus ojitos cuando hablaba de su familia? —mamá me reprendía como un nene chiquito...tal vez me lo merecía. Pocas veces Amparito se mostraba tan enfurecida.
ESTÁS LEYENDO
"La elección de una valkiria" - (Completa)
RomanceTras luchar por una oportunidad, Lucero consigue una beca de estudios en París donde tendrá la posibilidad de demostrar que todo el esfuerzo hecho por conseguirlo, no ha sido en vano. Pero la extraña conexión que establece con su jefe, un empresario...