La semana pasó velozmente por delante de mis narices mientras el recuerdo de su beso en mi pubis y la mañana salvaje y prometedora en la que bebió hasta el último mililitro de inocencia de mi sexo, paseaba por mi cabeza en cámara lenta.
Desconcentrada por momentos, parecía vagar en una nave sin rumbo, a la deriva, inmersa en un mar de olas fuertes y arremolinadas. Me encontraba sonriendo tontamente ante situaciones absurdas o reprimiendo sonrojos cuando alguno de mis compañeros de equipo exponía alguna idea en particular.
Era abrumador ser consciente de la increíble conexión sexual a la que abordamos en poco tiempo, siendo pocas las noches completas que pasaríamos juntos.
Decidimos relajarnos en cuanto al trabajo, él tenía claro que no quería perjudicar mi carrera ni mucho menos mi permanencia presente y futura en Studio Rondeau; sospechando que porque en el fondo, estaba al tanto que Lily me necesitaba en sus filas.
Las cosas fluirían naturalmente al menos hasta que alguien se diese cuenta y echara a correr la bola de nieve que sería imposible de ocultar.
Katie, de padre keniata y madre francesa, era mi única amiga dentro de ese ámbito y solía mirarme y menear la cabeza cuando me pillaba distraída por estar respondiendo mensajes en mi celular o sonriendo sin mayor motivo; no restaría mucho tiempo para tener que confesarle una pizca de lo que sucedía.
Desafortunadamente no tendría mucho contacto con Felipe, estaría de reunión en reunión, y con Llily aquí, él no se acercaba al grupo con tanta frecuencia; no era su sector desde luego, tal como dejó claro desde un comienzo, pero echaba de menos esa mirada crítica y punzante a partir del desconocimiento del tema. Era interesante su manera de abordar las exposiciones, desde su punto de vista, diferente, con una visión de impacto comercial más arraigada que la nuestra, obviamente.
Dentro de Studio Rondeau no existía persona que no hablase bien de él, tanto por su exigencia como por su compañerismo; incluso, destacaban el éxito en su programa de becas.
Una bocanada de orgullo propio subió felizmente por mi cuerpo.
Yo sentía que habría encajado a la perfección en ese ambiente, era por todo lo que había luchado y más de lo que hube imaginado; y la idea de tener que abandonar París, el Studio y la Universidad de Bercot me entristecía de antemano. Eso, sin siquiera contar la aventurita que estaba teniendo con mi jefe a las espaldas de todo el mundo.
Felipe estaba dispuesto a mantener las cosas en silencio, o al menos no declararlas públicamente en pos de mi beneficio laboral, pero no supe si yo estaba lista o no para dar el gran paso.
Aun sin entar completamente segura de quién era Felipe Grosvenoir, lo poco que sabia de él, lo adoraba. Con sus luces y penumbras, con sus palabras y sus silencios, todo en él me provocaba una sonrisa dichosa. Nunca alguien había logrado llenarme y vaciarme como él; nunca...nunca siquiera pensaría que enamorarse de ese modo resultaría posible.
Reconocerlo era terrible problema...porque esto dejaba de ser una aventura corta y divertida; por el contrario, si yo regresaba a Buenos Aires, las cosas no terminarían del mejor modo.
Lo nuestro, o como fuese lo que sucediera entre Felipe y yo, recién comenzaba, era bonito, pero por momentos significaba caminar sobre una cama de clavos, y yo no pretendía ser un faquir. Sí deseaba rosas, tendría que aguantarme las espinas.
Alcanzando las 5 de la tarde, lo vi descender de la escalera que separaba el bloque de oficinas con los talleres y cubículos menores; para entonces mi corazón empezó a desbocarse. Nerviosa y algo torpe con las manos, mis anteojos de sol cayeron dos veces al piso antes de notar que Felipe ya estaba de pie a mi lado, saludando a Katie, Lucille y a Paul, los tres listos para irse.
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"La elección de una valkiria" - (Completa)
RomanceTras luchar por una oportunidad, Lucero consigue una beca de estudios en París donde tendrá la posibilidad de demostrar que todo el esfuerzo hecho por conseguirlo, no ha sido en vano. Pero la extraña conexión que establece con su jefe, un empresario...