V. Los deseos de un ángel.

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Apenas el Elemento Fuego hubo partido del acantilado, el pequeño ángel se sobresaltó al escuchar la sensual voz que se dirigió a él.

—¡Así que tú eres el nuevo capricho de Roy!

Se volvió y descubrió que esa voz le pertenecía a una voluptuosa mujer. Mantuvo la vista gacha pues sus ojos no estaban acostumbrados a contemplar los atributos de las bellezas femeninas.

El demonio Lujuria se acercó hasta él con su particular contoneo. Tomó su mentón y lo obligó a levantar la cara.

—Me pregunto qué es lo que habrá visto de especial en ti, criaturita.

Los párpados de Edward se levantaron lentamente revelando un hermoso par de ojos...

—... ¡Dorados como el sol!

Pero Lujuria había visto en ellos algo más.

—Tus ojos son demasiado reveladores.

El chico desvió su mirada pasando nerviosamente su cabello detrás de sus orejas.

—Así que has estado teniendo sexo con él.

—¡Yo...yo no he hecho nada, señora! —Asustado, Edward enfrentaba la mirada color violeta—. Es él quien lo hace en contra de mi voluntad.

—Pero en el fondo, te gusta lo que te hace.

—Es el Señor del Fuego, el causante de mucho dolor y sufrimiento en la Tierra ¿cómo podría gustarme?

—Si no te culpo cariño, él es un magnífico Señor. Además ¿por qué no le has dicho a nadie entonces?

—Porque... tengo miedo de que sea algo demasiado vergonzoso.

Un jadeo de sorpresa emitió la sensual mujer, no podía creérselo.

—Por supuesto que no tienes idea, ni siquiera llevas una armadura. ¡Estos padres, ¿cuándo aprenderán?! Prefieren que sus precoces hijos se enteren por ahí antes que ellos se atrevan a contarles. Pero descuida, yo puedo aclararte ciertas cosas.

Lujuria acarició la sedosa y dorada cabellera y al instante recibió una amenaza.

—¡Aléjate de él, demonio! —Jean le apuntaba con su arco.

Indignada, Lujuria se alejó del pequeño rubio y los gemelos tomaron a Edward de cada brazo para llevárselo de inmediato.

Y no fue hasta que el Guerrero se aseguró que sus hermanos ya estaban lo suficientemente lejos, que dejó de apuntar a Lujuria dispuesto a retirarse también. Sin embargo, ese demonio no se quedaría callada ante su reciente descubrimiento.

—¿Por qué estás tan molesto, Jean? ¿No te da gusto que haya conocido al menor de tus hermanitos?

—Por supuesto que no, ¿quién podría sentirse gustoso de que lo conociera un demonio?

—Ahora que lo pienso mejor, ¿hace cuánto fue creado? O mejor aún, dime por qué lo han mantenido oculto.

El ángel le dio la espalda dispuesto a marcharse, no tenía por qué responder a sus preguntas, no tenía por qué darle explicaciones.

Pero aparte de la sobreprotección demostrada por los ángeles De la Luz, la suspicaz fémina también pensó en el reciente interés de Mustang por ese pequeño, y si la extraña energía que Riza había sentido recientemente fuera de este chico, entonces...

—El Consejo debe saber que el Elegido es uno de ustedes —se atrevió a afirmar.

—No digas tonterías, demonio.

Ángel de LuciferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora