Capítulo VII

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Cuando mi padre hizo el último viaje a las antillas, Salomón su primo, acababa de perder a su esposa. Los dos habían venido muy jóvenes a sudamérica. Mi padre se enamoró de la hija de un capitán español y para poder casarse con ella, tuvo que renunciar a la religión judaica. Se hizo cristiano a los veinte años de edad.

Su primo se aficionó también de la religión cristiana, pero como la mujer que amaba en jamaica era judía, no pudo hacerse bautizar.

Salomón enviudó, Sara, su esposa, le había dejado una niña de tres años. Cuando mi padre le encontró, enfermo y desfigurado por el dolor, le pidió que le diera a su hija, para educarla cristianamente a nuestro lado. En medio de muchas lágrimas él accedió y le rogó que la hiciera cristiana y le cambiaron el nombre de Ester por el de Maria.

Contaba yo siete años cuando regresó mi padre. Todos la rodeamos con ternura desde el momento en que mi padre dijo “esta es la hija de Salomón que él te envía ”.

Pronto aprendió a hablar castellano con gracia y armonía. Seis años después fallecía su padre.

Pocos eran los que podían sospechar que Maria no era hija de mis padres, hablaba bien nuestro idioma, era amable, viva e inteligente.

Tenía nueve años, la cabellera castaña y abundante, los ojos alegres y el acento melancólico, cuando partí de la casa paterna; así estaba en la mañana de aquel triste día, bajo las enredaderas de las ventanas de mi madre.

María (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora