Capítulo VIII

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Al anochecer, Emma llamó a mi puerta para que pase a la mesa. Me lavé la cara para ocultar las huellas de mis lágrimas y me cambié de traje para disculpar mi demora. Maria no estaba en el comedor. Según Emma, tenía dolor de cabeza y dormía ya. Procuré no mostrarme impresionado. Hablé con entusiasmo de las mejoras encontradas en la hacienda, pero el cansancio pudo más. Mi padre se retiró temprano y yo también.

Al meditar en mi cuarto, creí encontrar la causa del sufrimiento de Maria. Mi contestación en el salón después de mi llegada fue brusca, debido a la emoción que me embargaba. Habría dado mil vidas por obtener su perdón. Pero dudé del amor de Maria. ¿por qué pensaba yo que ella también me amaba? Me eché en cara ese orgullo que me había hecho creerme objeto de su amor, cuando era solamente merecedor de su cariño de hermana. En mi locura pensé con menos terror, casi con placer, en mi próximo viaje.

María (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora