Capítulo XVI

206 19 0
                                    

Diez días habían pasado desde aquella penosa conversación con mi padre. Incapaz de cumplir sus deseos de mi nuevo trato con Maria y preocupado dolorosamente con la propuesta de matrimonio hecha por Carlos, había buscado toda clase de pretextos para alejarme de casa.

Una mañana entró mi madre a mi cuarto, y me dijo:

—esto no puede ser; no puedes seguir viviendo así. Lo que haces es mucho más de lo que tu padre te ha exigido. Es cruel para con nosotros y para Maria.

—¿qué es lo que te causa esa gran tristeza y enojo?

—Maria, señora debe ser libre para aceptar o no la buena suerte que le ofrece Carlos.

—eres muy injusto, Maria por dignidad y por deber, oculta lo mucho que tu conducta le hace sufrir. ¡yo, que creí darte una gran alegría haciéndote saber que el mal de Maria no es el que sufrió Sara, su madre!.

—¿podré, pues, volver a ser con ella como antes? —pregunté enajenado.

—casi... Yo contaré a Maria la verdadera causa de tu desapego hacia ella.

—pero, ¿qué pensará ella de mí?

—te prometo que lo remediaré.

—bien —me dijo: —¿sales hoy?.

—voy a pagar a Emigdio su visita de bienvenida.

—¿volverás temprano? .

—a las 4 ó las 5.

—vente a comer aquí.

—sí, ¿está usted otra vez satisfecha de mí?.

—¡cómo no! —respondió mamá sonriente —hasta la tarde, pues; darás finos recuerdos a las señoras, de parte mía y de las muchachas.

María (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora