CAPÍTULO XII

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—Kristine, Peter, tienen que venir ahora. Es urgente —les pidió por teléfono una vez que Jayden estaba dormido.

Bajó al almacen y compró una botella de vino, para acompañar la charla. Necesitaba hablar con ellos. De vuelta en el departamento, abrió un viejo álbum y miró las fotos en las que estaba con Logan. Se veía tan feliz y enamorada con él... y no en las que estaba con Christopher... Miró después su anillo de compromiso, y lo acarició por los costados. Se lo sacó, lo miró al derecho y al revés y nuevamente se lo puso. Suspiró pesadamente y fue a abrir la puerta. Eran sus amigos, los hizo pasar y abrió el vino. Con un cigarro en la mano, les contó lo que pasó en la tarde, y al final agregó:

—Me sentía muy extraña, había tensión entre nosotros. Quería que me abrazara de nuevo, porque sus abrazos son mejores que los de Christopher —tomó un poco de vino.

—¿Lo extrañas? —preguntó Peter.

—¡No! —se defendió—. No lo extraño en lo absoluto, es sólo que verlo de nuevo y estar solos fue... raro... —caló su cigarrillo.

—Él fue el primer hombre del que te enamoraste, está bien que después de verlo de nuevo te vengan a la mente muchos recuerdos de la relación —explicó Kristine, aunque encontró una mentira en la explicación de su amiga.

—En unos días Christopher saldrá del hospital y nos veremos.

Se fueron un rato después. Samantha se sentó en el patio a tomar vino y fumar. Estaba pensando en lo que había ocurrido esa tarde con Logan, en cómo se sentía cuando estaba con él. Era muy diferente a cómo se sentía con Christopher.

Con Logan se le aceleraba el corazón. Con Christopher se le detenía.

Con Logan se sentía segura. Con Christopher sentía miedo de que supiera de los sentimientos de Coraline.

Los abrazos de Logan la transportaban a un lugar donde nunca había estado antes, pero que disfrutaba. Los abrazos de Christopher eran vacíos.

En los ojos de Logan veía el amor verdadero que había perdido, pero que deseaba recuperar. En los ojos de Christopher veía... nada. No veía nada en esos ojos. Estaban vacíos.

Terminó la botella de vino un poco mareada. Agradeció que su hijo estuviera durmiendo. Se metió bajo la ducha y no dejó de pensar, y de confundirse más. En ocasiones, mientras más pensaba más se confundía, y al tomar una decisión no medía las consecuencias.

Jayden era todo para ella, y siempre buscaba lo mejor para él. Cuando le presentó a Christopher, éste era distante. Cuando le presentó a su papá, no quería separarse de él. No había mejorado su trato con Harrison, tal vez estaba celoso, o tal vez no le agradaba, o porque ni siquiera lo veía como el padre que intentaba ser. Pero con Logan era cariñoso y siempre disfrutaba de su compañía.

Pero no quería enamorarse de él de nuevo, porque si cuando lo estuvo no cumplió las promesas, ¿qué le hacía pensar que las cumpliría ahora?

Después del baño recuperó la compostura y se acostó, pensando en todo aquello que le pasaba. Eran muchas cosas juntas en tan poco tiempo.

***

Pasaron los días, y un sábado de septiembre se encontró con Christopher en un restaurante. Él le hablaba y Samantha parecía no prestarle atención. Se sentía tonto al ser el único que aportaba temas interesantes de conversación, por lo que, cansado, la sacó de esa inercia.

—¿Qué sucede contigo? Te veo como ida.

—Nada, no te preocupes. Tengo mucho trabajo entre el colegio, la Reserva y el artículo para el congreso —respondió. Pero ambos sabían que estaba así por Logan.

Christopher sabía que los sentimientos hacia su ex amante estaban volviendo a aparecer, pero tenía la esperanza de que lo eligiera a él, porque después de mucho tiempo le devolvió las ganas de amar a un hombre. Él la cuidaba, la amaba y la defendía a muerte de su familia, sobre todo de Coraline.

Se había dado cuenta de que Coraline lo veía como más que un hermano unos quince años atrás, cuando era un estudiante y habían quedado solos en casa. Ella se había vestido con ropa no aceptada por sus costumbres tradicionales e intentó besarlo. Por momentos él hizo lo mismo, pero se separó, y le dijo que no, que era su hermano. Pasaron tres años sin dirigirse la palabra.

Y ahora que sabia que volvía a sentir cosas por Logan, lo que más quería era que lo admitiera, para que deje a Christopher, y se casara con él, porque en su opinión tenía que casarse con el hombre que la embarazó. 

El resto de la velada transcurrió en silencio, y con suerte se tomaron de la mano para caminar por el parque. La chica prendió un cigarrillo. Christopher únicamente la miró y pensó en que no la estaba pasando bien, ni ella ni él. La acompañó en silencio hasta su auto, y una vez allí le volvió a preguntar:

—¿Segura que estas bien?

—Christopher ya te dije que sí, no sigas con eso, ¿bueno? —respondió, cansada.

—Perdona por molestarte con mi preocupación —dijo, se dio media vuelta y se fue sin despedirse.

Le hacía falta Él, pero su corazón, aún un poco herido por lo que hizo hace tiempo, no quería aceptarlo...


***


—¿La extrañas? —preguntó David abriendo una cerveza y acercándole otra a su amigo.

—¿Qué? —preguntó Logan. Estaba como estático, pensando. 

—Sabes bien de lo que hablo, ¿extrañas a Samantha? 

—Quiero verla de nuevo, pero ésta noche tenía una cena con su prometido.

—Llámala para verla mañana entonces.

Aquel soldado de ojos azules tenía razón. Si la extrañaba, debía llamarla. Él estaba por marcarle cuando vio su nombre en la pantalla. Contestó feliz, y luego de colgar fue a darse una ducha y cambiarse de ropa. Lo había citado en el departamento. 

Cuando llegó,  su hijo ya estaba dormido. La joven lo hizo pasar y abrieron un cilindro de papas. Se sentaron en el sillón a ver una película. A medida que los minutos iban pasando, se acurrucaron cada vez más en el sillón, a tal punto que Logan la abrazó de costado y se tomaron de la mano. El ambiente empezaba a ponerse tenso, pero ninguno se apartó.

Así pasaron las horas, y se quedaron dormidos. Jayden despertó a mitad de la noche y caminó hasta el living cuando vio que el televisor estaba prendido. Iba a avisarle a su mamá, pero la vio ahí, con su papá abrazados y dormidos que no quiso arruinar ese momento. Sonrió y se acostó a dormir de nuevo. 

Los despertó una tormenta, y las calles estaban inundadas. Logan podía tener un accidente si manejaba en esas condiciones. Samantha, mirándolo a los ojos, le pidió:

—Duerme aquí, no quiero que tengas un accidente. 

—¿Estas segura? No tengo pijama —susurró él.

—Entonces yo tampoco —le sonrió, y con eso lo convenció.

Logan Parker durmió en su cama esa noche, ambos se durmieron abrazados y desnudos pero sin haber hecho el amor. Todavía no era tiempo. 

Por mil nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora