CAPÍTULO II

7.4K 396 52
                                    

Logan despertó en la mañana, feliz porque Hillson había decidido volver a contratarlo. El director no tenía de qué preocuparse, ya que su hija iba a casarse y además, él suponía que seguía casado. Y posiblemente no la reconozca, porque incluso tenía otro apellido. 

Se levantó y fue darse un baño. David aún dormía en la habitación de a lado. Con cuidado se metió bajo la ducha, y empezó a lavar su cabello. Se sentía ansioso, de la misma forma que hace diez años. ¿Las cosas seguirían iguales? 

Se vistió con un formal traje gris y se afeitó la barba, crecida durante dos días. Se miró al espejo y no reconoció al Logan de hace años, cuando su matrimonio era una mentira. Ese falso matrimonio había endurecido su corazón, a tal punto de no confiar ni en la más pura promesa. 

Diariamente, durante los primeros meses de servicio, se preguntaba cómo estaría Samantha, si ella estaba bien, si había encontrado a alguien más, si era feliz... Pero no la buscó... No tuvo el valor para hacerlo.

***

Despertó esa mañana, con el calmo sonido campestre de su alarma. Samantha se sentó en su cama, apagó la alarma y se calzó sus pantuflas. Fue hasta la cocina, a preparar el desayuno para ella y su hijo. Jayden dormía plácidamente en su cuarto, a pocos pasos del de ella. 

Prendió un cigarrillo mientras se hacía el café, y pensaba en el mejor regalo de cumpleaños para el niño. En unos días sería el noveno cumpleaños de su hijo, y quería darle una sorpresa muy especial. 

Desde el momento en que decidió tenerlo, el miedo la invadió, y las ganas de buscar a Logan aumentaban cada día. Pasó los primeros meses de embarazo intentando llamarlo, pero no contestaba las llamadas. Fue hasta su casa, y vaya sorpresa, solo estaba Macy, y la propiedad en ruinas. Lo buscó por internet, pero todo fue inútil. Renunció a la esperanza de encontrarlo en el séptimo mes de embarazo.

Desde que lo sostuvo en sus brazos, Jayden se convirtió en su vida entera. Nada más tenía dieciocho años cuando nació, y aún tenía miedo. No sabía si sería difícil, o fácil, o si su ex amante se enteraría y los buscaría.

Y vaya que fue difícil, sobre todo los primeros años. Llevaba al bebé a la universidad, y cada vez que tocaba alimentarlo o cambiarle los pañales, debía salir del salón. Gracias a su abuela, ella podía estudiar en las tardes, y se recibió con honores de Licenciada en Biología.

En esos tiempos, todavía extrañaba a Logan, porque fue el primer hombre del que se enamoró. Pero no buscaba un padrastro, no quería enamorarse nuevamente y tener el corazón roto... Hasta que conoció a Christopher.

Su café estuvo listo, apagó el cigarrillo y preparó la mesa. Suspiró pesadamente, y fue a despertarlo. El pequeño estaba despierto desde hace rato, pero fingía dormir. Eran tan parecidos en físico, a excepción de sus ojos, oscuros como los de su papá, y el grupo sanguíneo era B, como el de Logan.

Despertó feliz, y lo ayudó a vestirse con su uniforme. Asistía al mismo colegio en donde ella trabajaba, pero el edificio de la primaria estaba en otra calle, que quedaba cerca de la secundaria. 

Suspiró hondo cuando estuvieron por desayunar. Sabía que la noticia le sorprendería, pero esperaba que se pusiera feliz. 

—Hijo, ¿podemos hablar? —le pidió con la taza de café en la mano.

—¿Qué sucede mami? —le preguntó mientras se limpiaba el bigote de leche al rededor de sus labios.

—Me voy a casar con Christopher —soltó.

—¿Tendré que decirle papá? —preguntó el niño sorprendido.

—No si no quieres dio un sorbo a su café. Algo en su oído le susurraba el nombre de Logan.

***

Harrison estaba en su estudio, tomando un café y ordenando unos expedientes. En los últimos años, le estaba yendo muy bien en el trabajo, y eso le ponía feliz porque podía hacer una gran boda.

 Él jamás había estado con una mujer. Tuvo novias, pero todas se iban después de un tiempo, porque a él no le parecía correcto hacer el amor sin estar casados. En los seis meses que llevaba en su relación con Samantha, no la había tocado, ni besado en los labios. No le gustaba nada que pareciera llevar al acto sexual. 

Sus oportunidades de formar una familia se volvían escasas con el paso de los años, y al no encontrar una mujer que se decidiera por esperar, decidió enamorar a Samantha. Después de todo, ella tenía un hijo, y cualquiera que los viera en la calle pensaría que es suyo. Pero la verdad es que él únicamente la quería para casarse por fin. A sus treinta y cinco años, no estaba casado, y era de los pocos hombres vírgenes que quedaban. 

Sentía atracción, y deseo hacia ella. Pero también  compasión, y fingir más  amor era lo que mejor le salía. Y además, quería cubrir su llamado "pecado", el enamoramiento a su hermana gemela. Coraline y él siempre se apoyaron el uno al otro, y siempre estuvieron ahí cuando se necesitaban. Había intentado olvidarla con muchas mujeres ¡pero era imposible! Eran hermanos, jamás podrían casarse. Pero intentaba hacerlo con Samantha. 

La llamó a su oficina. Su hermana entró con un café en la mano. 

—Toma asiento hermana, necesitamos hablar —le dijo desde su escritorio. La mujer obedeció—. Hay algo de lo que quiero hablarte.

—¿Sobre qué? —quiso saber ella.

—He propuesto matrimonio a Samantha, y dijo que sí —contó con una  sonrisa parte falsa, parte real.

—No te casarás con ella, no es buena para ti. La mujer correcta para ti debe...—no siguió hablando. Christopher la interrumpió.

—Samantha es a quien quiero —y el corazón de la pelinegra se partió en mil pedazos al escuchar esas palabras, que la golpearon de la misma forma en que una piedra destruye un ventanal. 

Salió de la oficina sin decir una palabra, y se sentó tras el escritorio de secretaria. Siempre era la misma historia, siempre ella se describía a sí misma como la mujer perfecta para él, y él la interrumpía y le restregaba a las novias en la cara, sin saber el dolor que le provocaba. 

Durante toda su adolescencia, había hecho lo posible por ahuyentar a cada mujer que quisiera quitárselo. ¡Hasta que llegó ella! Samantha tenía lo que Christopher más anhelaba: un hijo. Y ella se sentía impotente al no poder dárselo, al no poder ser ella la mujer que llevara en su mano izquierda el anillo de la abuela, y usar el antiguo vestido de la bisabuela. 

Le guardaba aún más celos y odio, porque ella nunca había querido ser la secretaria de su hermano, sino bióloga, pero su cerrada familia no se lo permitió. Quería eliminar a Hillson de su camino a como diera lugar, y hacer lo posible por declarar sus sentimientos a su gemelo. 

Por mil nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora