8. El nuevo vesino

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Kimberly:

Falta un mes para la cosecha, desde que atacaron a la familia de Holly en el Distrito 4, las cosas están cada vez peor en todos lados. En el doce, pasamos el día y la noche rodeados de agentes de la paz, y las cámaras han vuelto, están en toda la ciudad. No se trata de un programa especial, como cuando regresamos de los juegos, sino que ahora vigilan a todos y cada uno de nuestros movimientos. La gente trata de no salir de sus casas salvo que sea estrictamente necesario, las calles son un lugar peligroso. No es excepcional que tomen a cualquiera por cualquier motivo y comiencen a azotarlo, interrogarlo o castigarlo, muchas veces por crímenes desconocidos. Después de las 9 de la noche hay toque de queda absoluto hasta las 7 de la mañana. Cualquiera que sea visto en la calle a esa hora puede ser disparado y asesinado por violar esa ley.

Salimos de la escuela, y Turner me invita a su casa, cuando llegamos, recuerdo que no he avisado a mis padres a dónde estaré. Se asustarán, y se enojarán, pero lo peor, es que puede que piensen que algo me ha sucedido y salgan a buscarme, violando ellos el toque de queda. Miro la hora, son las nueve menos veinte, tengo el tiempo justo de ir a casa.

-No irás sola, te acompañaré. No quiero que andes sola por la calle. -Dice Turner de inmediato.

Pero no tiene tiempo de acompañarme y volver. Con suerte llegaríamos a casa a las nueve, pero no alcanzaría él a regresar a su hogar.

-Pero entonces te quedas a dormir en mi casa. -Le digo.

Turner avisa a su madre, quien ruega que nos apuremos a llegar a la Aldea de los Vencedores y salimos. No es necesario ir corriendo, aún quedan quince minutos y la distancia no es tanta. Y si corremos, seguramente pensarán que es una actitud sospechosa. Mejor seguir a paso tranquilo. Vamos tomados de la mano, caminando sin prisa pero sin detenernos.

Primero veo que los agentes de la paz se agrupan en la esquina, cerrando el paso. Luego me doy cuenta de que me siguen atrás también y cuando escucho la orden de alto estamos completamente rodeados.

-Buenas noches, oficiales. -Saludo con la mayor educación posible -¿Podemos ayudarlos en algo?

Tengo que mantener la calma y evitar el conflicto a toda costa. Son demasiados, están armados y cualquier cosa que haga puede tener represalias en Turner o en cualquiera de mis seres queridos. Debo comportarme casi como si los adorara, como si estuviera de acuerdo en que nos rodeen y nos vigilen cada segundo de nuestras vidas.

-¿Nombres? -A los agentes de la paz no les preocupa mantener la buena educación, ellos mandan, ellos ordenan, ellos hacen lo que quieran con nosotros.

-Turner Philips.

-Kimberly Mellark.

Cuando digo mi nombre, los ojos del agente de la paz que tengo enfrente, el que ha pedido que nos identifiquemos, se clavan en los míos. Sospecho, por un momento, que tiene órdenes del Capitolio y que haga o diga lo que diga será lo mismo, hará lo que vino a hacer de todos modos.

-Están violando el toque de queda. -Informa.

Miro mi reloj espantada, pero todavía faltan cinco minutos. Indignada, es difícil no gritarle a ninguno de ellos.

-¡Son las 8:55! -Exclamo furiosa.

-Son las 9:05 -Replica, y acto seguido me da un puñetazo en la cara.

Caigo al suelo aturdida, no lo esperaba en absoluto y ha sido todo tan rápido que no lo vi venir. Oigo que Turner grita algo y veo que se pelea con el agente que me ha golpeado, pero enseguida otros lo agarran. Me pongo de pie rápidamente, haciendo caso omiso al dolor en el costado de mi rostro.

El retorno de los juegos del hambre 2: Despues de los juego del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora