Si bien los recuerdos de Jacey eran pocos, fluían como agua en un río, sus memorias la llevaron a su casa antigua, antes del monasterio, su inocencia y falta de conocimiento se hicieron claras, de su boca hacía Adabbas las palabras viajaban, todo fue relatado.
Sus ojos se abrían tras una navidad, sin mas que con su pijama puesto salto de la cama rosa en un cuarto del mismo color, sus ojos deslumbraban un gustoso desayuno, con huevos fritos, tostadas y una taza de leche caliente, su madre, una versión mas adulta que ella preparaba su propio huevo frito, ella se sentó e invitó a su hija a sentarse a su lado.
El rechinar de la silla siendo movida por la pequeña Jacey dejó atrás el ruido de un automóvil, este estaba fuera, estacionándose fuera de la casa, un hombre adulto y alto se bajó del automóvil negro, su largo raje negro y su pelo blanco largo, abrieron la puerta, el entró por la puerta y saludo a la madre de Jacey con un beso, cuando Jacey lo vio llegar corrió hacía el, lo abrazó.
-¡Papi!- gritó la pequeña.
-Hola mi pequeña Si-Si- le dijo el hombre mientras le acariciaba la cabeza- ¿Cómo estas?
-Bien- le respondió la pequeña.
-Acaba de levantarse amor- dijo su madre.
El recuerdo fue interrumpido por Adabbas, ella, sintió que conocía al sujeto que Jacey describió, era Cretek.
-¿Tu padre era biológico?
-¿Eh? Si lo era- respondió Jacey.
-Sigue por favor.
Jacey reanudo la historia, relató lo que pasó un año después, eran tres días después de su cumpleaños, era de noche, su padre y su madre dormían plácidamente, de su cabeza sonó una voz, decía, "Mira por la ventana", ella lo hizo, salió de la cama a oscuras y se acercó a la ventana que estaba en el lado derecho de su cama, allí estaba alguien, era alto, de pelo claro, rubio al parecer, su cuerpo y su cara eran ocultados por un gran traje negro, al parecer el era el que le hablaba por su mente, el entró a la habitación saltando por la ventana, Jacey no sentía miedo de el.
-Hola- le dijo el tipo.
-Hola- le respondió bajo Jacey.
-¿No tienes miedo?- le preguntó el tipo.
-No le tengo miedo a un sueño.
-No soy un sueño.
-¿Quién eres?- se le acercó Jacey.
-Mi nombre es Erseth.
-Que nombre mas feo- rió Jacey.
-Que mala- dijo bajo Erseth.
-¿Por qué mis padres no te escuchan siendo que hablas tan fuerte?
-Porque yo vivo en tu mente- le apuntó la frente.
-¡Genial!- aplaudió Jacey.
Los días pasaron y Jacey era observada por sus padres, como hablaba sola, siempre, cada día, cada hora, jugaba sola, sus amigos usuales la olvidaron ya que pasaba todo el día en casa jugando con este amigo imaginario, nadie sabía, que en realidad ella hacía esto, los vecinos empezaron a llamarla loca, ya que ella tomaba a Erseth como si fuera de verdad, toda su infancia tomó ese curso, un día, su padre, la llevó en su auto, llegaron al monasterio, un beso en la frente y su mente fue borrada, hasta allí llegó el relato de ella, Adabbas no podía creerlo.
-Tu padre ¿Cómo se llamaba?- le preguntó Adabbas.
-Cretek, era turco o algo así- respondió Jacey.
-Ah.
-¿Qué pasa?- dudó Jacey.
-Nada.
Ambas se quedaron mirando fijamente, Adabbas no quería perturbarla diciéndole que su padre en realidad era el dios de la humanidad y que tal vez ella era una semidiosa, pero la mirada de ella le rompió el corazón.
-El hombre que salió de la luz y transformó a todos los monjes en monstruos ¿Quién era?- dijo Jacey.
-¿Por qué lo dices?
-Se parecía mucho a mi padre.
-Primero, Ghealach y yo somos ángeles, ambos nacimos en el seno del dios de la humanidad.
-Lo sé, lo he escuchado.
-¿Sabes como se llama este dios?
-No.
-Su nombre es...
Las palabras del ángel fueron interrumpidas por la puerta que se abría fuertemente, un traje negro se movió bajo el umbral de la puerta, una cabellera rubia se movía con la brisa nocturna, manos blancas y grandes tomaron a Jacey por la espalda, una frase salió de la boca del tipo.
-Hace años que no te veía, querida mía...
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Entre Cadenas
Fantasy¿Sentir? ¿Amar? Cosas que jamás sentirá, da igual que pase, da igual lo que lo rodee ¿Acaso el mundo acabó? No... aun hay esperanza, caminar es lo único que le queda, seguir sin tiempo ni espacio determinado, a pesar de que sabe donde está, no recon...