Capítulo 16: ÉL

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Felipe volvió de la fiesta encantado. Había logrado que Jéssica bailara con él, lástima que recién sobre el final, pero por lo menos le había sacado el teléfono.

_Como estuvo casi todo el tiempo bailando con ese flaco, yo pensé que era el novio. ¿Y qué te cuento que en un momento, entra un chabón y se lo lleva? _le explicaba a Tomás.

_¿Se lo lleva?

_Sí, no sé. Le dice algo y lo saca, y te juro que antes de que la piba se diera vuelta, yo estaba bailando con ella.

_Verso... _desconfió Tomás.

_Bueno... estaba bailando cerca. Pero la encaré enseguida.

_¿La vas a llamar?

_Claro que la voy a llamar, pero el lunes. Que sufra.

_¡Uf! Ya debe de estar llorando... _se burló Tomás _. ¡Largá!... ¿Cómo se llama?

_Jéssica. ¿Por?

_Por nada, para saber.

_¿No pensarás que esa puede ser?...

_No. Estoy seguro de que Luciérnaga era la que estaba en la escalera.

_Lo que yo no entiendo es por qué no le hablaste _comentó Felipe.

_Porque ya te dije que no me iba a conocer. Quería verla, nada más.

_Sos un cobarde.

_Bueno, sí... Soy un cobarde ¿y?...

_Y nada. Que ahora te quedás con la duda.

_No tengo dudas. Estoy seguro _afirmó Tomás.

_La inventaste, chabón. La mina estaba ahí, sola y aburrida, y vos pasaste u te miró, nada más.

_¿Y por qué se dio vuelta, entonces?

_¿Querés que te lo diga? _preguntó Felipe.

_No fue por la silla _le contestó Tomás adivinando la intención _. Fue otra cosa. Yo sé lo que digo.

_Está bien _dio por cerrado el tema Felipe _. De última, con preguntarle cuando chateen, listo.

_Sí, claro. Con preguntarle, listo

Pero Tomás no estaba seguro. Si él le preguntaba si esa era ella, ella iba a querer saber quién era él. Y si ella quería saber quién era él, él no pensaba contestarle.

Después de todo, ¿qué le importaba? Lo mejor iba a ser dejar las cosas como estaban. Tomás sabía perfectamente cuál era su posibilidad con las chicas : o engancharse a alguna del club de discapacitados, o esperar que la bendita operación diera resultado, y poder elegir entre cualquiera, camine o no. Pero para eso faltaba mucho tiempo.

Él siempre se hacía el canchero y decía que se animaba con cualquiera, pero no es cierto. Nunca se había animado. En la escuela se llevaba muy bien con las chicas, y ellas con él, pero como compañeras, nada más. Nunca había pasado nada. Felipe le decía que él tenía suerte, porque como estaba en la silla de ruedas siempre conseguía de las chicas todo lo que quería. Y Tomás se lo dejaba creer, pero en el fondo, sabía que siempre tenía muy buenas amigas, pero nunca una novia.

Luciérnaga le había pegado fuerte. Y además era linda, bueno, si era lo que él suponía, y además, por lo visto, no tenía novio, porque la había visto sola... Además lo mejor era no volver a chatear con ella. Menos problemas.

Caro dice l Maria Ines FalconiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora