Capítulo 4: ÉL

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Felipe se cansó de esperar. Había terminado de leer una revista de historietas, había cambiado el CD del equipo, había ido a buscar más Coca, y había intentado , sin éxito, avanzar con los dioses del Olimpo; pero ya estaba quedando dormido, y Tomás seguía enchufado a la compu.

_Dale, cortala. Nos falta un montón _le pidió.

_Ya largo. Cinco minutos.

Felipe se acercó a la computadora para ver qué podía ser tan interesante como para haber atrapado a su amigo de esa forma... ¡Y se quiso morir!

_¡¿Le está ss contando la historia de los dioses del Olimpo!? Vos no tenés cura.

Tomás lo apartó de un empujón, pero Felipe siguió leyendo.

_"Luciérnaga"... Ese sí es un nombre maricón _se rio.

_Ya se lo dije.

_¿Y sigue chateando con vos?

_¿Te podes callar que no me puedo concentrar?

_Si queres te dicto directo del libro, y de paso vamos estudiando.

_¡Callate!

Felipe se dio cuenta de que la mejor forma de que terminara rápido era mantenerse al margen. Agarró el libro de Historia y trató de repasar mentalmente el nombre de los dioses: Cupido, el dios del amor... Se rio.

_Escuchame, Cupido...¿todavía no la convenciste?

Gusano Empantanado dice:
Y mejor me voy a dormir. Chau.

Tomás apagó la computadora y miró a Felipe.

_¿Qué le pasa cuchi-cuchi?¿Se puso celoso? _se burló, girando la silla de ruedas y avanzando hacia él_ ¿No puede estudiar solito?

Felipe atajó la silla y la empujó hacia atrás.

_¡Larga, chabón!¡Diez horas chateando!

_¿Y por qué no aprovechaste para estudiar?

_Porque para estudiar solo, me quedaba en mi casa y listo, imbécil. No necesitaba venir a hacerle el aguante a un inválido.

_¡Morirás por eso!_ amenazó Tomás, y esta vez sí, se arrojó con su silla de ruedas sobre Felipe con claras intenciones de arollarlo. Felipe rodó por el piso para esquivarlo. Tomás giró la silla y volvió a atacar, pero Felipe tuvo tiempo de levantarse a los tropezones, ponerse detrás de la silla y trabarla con el freno, a pesar de los esfuerzos desesperados de Tomás por sacárselo de encima.

Cuando lo tuvo inmovilizado, le puso el libro de Historia sobre las piernas.

_Estás atrapado _ le dijo_ Vamos a estudiar.

_Te aprovechas de mí por la silla, pero un día voy a caminar, y te juro que te voy a reventar a patadas. Ya vas a ver. ¿Qué es lo que no entendes de esto?_dijo hojeando el libro.

_No es que no entiendo. Son esos nombres raros que se me mezclan todos. ¿Me querés decir para qué necesitaban tantos dioses esos idiotas griegos?

_Para complicarnos la vida a nosotros. ¿Para qué va a ser?

_Totalmente de acuerdo _Felipe también buscaba la página en su libro. _¿Se puede saber quién era la mina que estaba interesada en los dioses del Olimpo?

_Luciérnaga.

_Eso ya lo sé. Por el nombre no parece muy viva.

_No es muy viva. Es mina.

_¿Y entonces para qué perdes el tiempo?

_Justamente. Porque es mina. Nunca se sabe.

_Dejate de delirios, que ya son como las doce. Mejor vamos a darle a esto, "bichito de la luz"...

_Luciérnaga, no confundas.

_¿La mina daba bola?

Tomás se encogió de hombros.

_Normal _dijo_ Como siempre, "encuentros lejanos de ningún tipo". Pero estuvo divertido.

_Bueno, dale, lee vos.

__Concentración _ dijo Tomás, y empezó a leer.

Pero las buenas intenciones no le duraron mucho: una hora después ya estaban durmiendo. La prueba... se vería.

Caro dice l Maria Ines FalconiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora