Capítulo 21: ÉL

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_¡Era! ¡Era! ¡Era!

Así recibió Tomás a Felipe en la puerta de la escuela. Iba y venía con la silla, agitando los brazos y revolveando los libros.

_¿Qué era? _Felipe estaba a mil kilómetros de Tomás y su Messenger.

_¡Luciérnaga! Era la de la escalera. ¡Me debes una Coca!

_Error _dijo Felipe_. No te debo nada, porque Jessica me dijo que sí _y él también revoleó los libros.

_¿Ya te dijo que sí?... _se tranquilizó Tomás de golpe.

_La maté.

_Bueno, en todo caso, estamos a mano. ¿Y?... ¿Todo bien?...

_Bien no, ¡buenísimo! Me la transé a las dos cuadras.

_¡Guauuu! ¡Qué campeón!

_Bueno, y con la Luciérnaga ¿qué?

_No, yo no me la transé. La pantalla dificultaba las cosas.

_No, tarado. Digo... ¿le dijiste?

_Obvio _se agrandó Tomás.

_No tan obvio. Hasta ayer ni pensabas hablarle.

_No le hablé. Ella vino al pie.

_Dale, le dijiste ¿y qué? ¿Apagó la computadora?

_No. Para nada.

_¡Bien, chabón, bien! ¿Viste que no era complicado?

_Es que me parece que arruiné todo _dijo Tomás poniéndose serio.

Como pudo, le contó a Felipe la conversación con Luciérnaga, con la esperanza de que lo ayudara a entender lo que había pasado.

_No sé... se enojó... se ofendió... qué sé yo. Vos sabés que las minas son re-vuelteras.

_Pero algo le tenés que haber dicho... _indagó Felipe, dispuesto a recuperar a Luciérnaga.

_Que chateaba conmigo porque yo le daba lástima.

_¡No te puedo creer que hayas dicho semejante estupidez!

Ahora era Felipe el que daba vueltas sobre sí mismo agarrándose la cabeza.

_¡Sos un idiota!

_Gracias por levantarme el ánimo.

_Pero es que... ¡sos un idiota!

_Eso ya lo dijiste. Es más, me di cuenta solo.

_La mina todo bien, se banca lo de la silla, ¡hasta se banca esa cara espantosa que tenés!, no se desconecta con cualquier excusa, como hubiera sido lógico, ¡y vos le decís que es por lástima! Yo también me hubiera enojado.

_Bueno, ya está, me salió así.

_Ya está, nada. Ahora vas y el decís que fuiste un estúpido... no, que "sos" un estúpido y que te disculpe y todas esas cosas.

_Ni pienso. Soy un estúpido, pero no me voy a disculpar.

_Bueno, no te disculpes, pero escribile algo de todas formas.

_Y vos pensás que me va a contestar?...

_No lo sé. Pero al menos vale la pena intentarlo.

_No sé... lo voy a pensar _dijo Tomás para dar por terminado el tema, y giró sus silla para entrar a la escuela.

_¡Ay! ¡Lo voy a pensar! _se burló Felipe _. Típica contestación de mina. ¿Querés saber lo que pienso?

_Igual me lo vas a decir.

_Exacto. Pienso que seguís siendo un cobarde y que por eso no enganchás nunca ninguna mina. La silla de ruedas no tiene nada que ver. Si caminaras te pararía lo mismo.

_Me encantaría poder probarte que estás equivocado, pero no me puedo parar _ironizó Tomás.

_A mí no tenés nada que probarme. Es tu problema. Sos un cabezón.

Ya no volvierom a tocar el tema en toda la mañana, pero Tomás volvió a su casa convencido de que tenía que comunicarse con Luciérnaga, al menos una vez más. ¿Porque Felipe tenía razón?... No. Porque tenía ganas de chatear con ella. Esto ya se estaba haciendo costumbre.

Caro dice l Maria Ines FalconiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora