Preguntas rutinarias, respuestas indiscretas

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James se había mantenido tranquilo hasta aquel día.

—No la he borrado de mi lista —me advirtió cuando me pegué más a la pared mientras Irina y Emmeline cruzaban el pasillo. Era algo instintivo, toda la gente hacía lo mismo. Incluso los estudiantes de primero que discutían sobre las fuentes de las primeras guerras celestiales o que intentaban mover sus dedos, esperando conseguir alguna chispa de luz brotando entre ellos como solía hacer la señora Harewood en sus primeras clases, se apartaron rápidamente.

—Shhh —le recordé.

James se dio un golpe en la frente y no volvió a hablar hasta que ambas doblaron el pasillo y entramos a la clase de Armas.

—Es extraño tener un vampiro cerca —comentó.

Puse los ojos en blanco. Casi todos en Diringher aparentábamos que en realidad ella no se dedicaba a oír nuestras conversaciones. Además, nos lo ponía fácil: siempre tenía la mirada hostil o perdida en un libro, incluso en la cena.

La señorita Robson ingresó a la clase con un café y una carpeta en la mano.

—Buenos días, clase. Hoy vamos a tener un repaso rápido. Pregunta y respuesta. Sin quejas, ya he empezado en mis otras clases esta semana —abrió su carpeta y sus ojos se deslizaron por lo que sea que hubiera escrito con una sonrisa calculadora—. Bien, señorita Clawson, ¿qué haría en caso de hallarse extremadamente débil, con fuerzas suficientes para lanzar un solo hechizo y tener a un hechicero oscuro como oponente? Este enemigo está siendo atacado por un hombre lobo al servicio de la Cofradía.

Era fácil, pensé mientras April se retorcía las manos. Todo lo que tenía que hacer era proteger o ayudar al hombre lobo para evitar que el mago oscuro lo hiriera. James me dio un codazo.

—¿Cómo lo hace? —preguntó en voz baja, manteniendo un ojo sobre la señorita Robson—. Puede oír lo que sea que digamos a metros de distancia.

—Como te oiga diciendo lo de tu lista de conquistas, pasarás a la lista del cementerio.

James tenía una expresión imperturbable.

—Lo decía en serio, no la he quitado. De hecho, la he pasado a primer lugar.

—Realmente necesitas un repaso de biología vampírica…

—Bien chicos —dijo una voz junto a nosotros. Saltamos en nuestros lugares. La señorita Robson estaba dando golpecitos en su carpeta y la clase entera nos miraba—. Así que vampiros —continuó en tono ácido.

—¿No es verdad que son apasionantes? —dijo James al lado mío. Me dirigió una mirada divertida mientras la profesora desviaba la vista hacia él, fastidiada. Luego se fijó en su carpeta y pasó una hoja hasta toparse con lo que quería. Su sonrisa regresó.

—Entonces, señor Sandler, ¿qué haría usted en contra de un apasionante vampiro?

James le dio una mirada pícara.

—Depende.

—¿De…?

—Si es una chica vampiro o solo un aburrido viejo con aires de lord.

La sonrisa de la señorita Robson se volvió preocupantemente radiante.

—Una chica vampiro —dijo como si acabara de ocurrírsele la mejor idea de todos los tiempos, pero volvió a su mirada estricta tan rápido que me pregunté si alguien lo había notado—, supongo que podría ser, ¿qué harías en ese caso?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —su exagerada interpretación del papel de ofendido arrancó algunas sonrisas—. La besaría, por supuesto.

La mitad de la clase estalló en carcajadas. La otra mitad comprobó que Irina no estaba cerca y también se lanzó a reír.

—Bien. Por favor, discúlpeme si no asisto a su funeral —dijo la señorita Robson volviendo a anotar en su carpeta y alejándose mientras James me dirigía una mirada de: “¿acaba de aceptar esa respuesta sin mandarme a detención?”

Me encogí de hombros, sin darle importancia; claro que probablemente hacerlo hubiera podido evitar tantas cosas… 

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora