Gruñidos

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Irina salió el sábado por la tarde, después de Defensa Avanzada, y no volvió hasta el domingo a la medianoche. Tenía sombras bajo los ojos y una mirada ansiosa, por lo que pude deducir que no había ido precisamente a alimentarse.

Pero algo más me sacó esa imagen de la cabeza, o mejor dicho, la reemplazó con otra más preocupante: Kyle me detuvo justo cuando salía de clase de Invocaciones.

—Emmeline —dijo mirando hacia todos lados, como si temiera que pudieran escucharnos—, ¿puedo hablar contigo un segundo?

—Ya lo estás haciendo… y el cronómetro sigue avanzando.

—Bien —tomó aire profundamente—. ¿Cómo está Irina?

De entre todas las cosas extrañas que pudo haber dicho, esa era la que menos esperaba.

—¿Por qué no se lo preguntas a ella misma?

Kyle pareció enfurecerse consigo mismo.

—No podría —murmuró.

—En todo caso, ¿por qué James en persona no lo hace en lugar de usarte como mensajero?

—¿James? —estaba confundido pero rápidamente exhaló con repentina comprensión—. Esto no es acerca de James. Es… bueno, sobre la otra noche.

—Ahh.

¿Había descubierto algo? ¿Le habría pasado algo extraño?

—Pues… no sé cómo va a sonar esto.

Para entonces la clase ya se había vaciado y su voz en el silencio me llamó la atención. Era como si estuviera a punto de revelarme un secreto muy importante. Me incliné inconscientemente hacia él y casi pude oler aquella fragancia que siempre lo acompañaba, como si hubiera salido de un invernadero o de una tienda que vendía plantas aromáticas. El olor me recordaba a mi madre, llevándome una taza de manzanilla caliente cuando estaba resfriada.

—Te escucho.

Se rascó la cabeza con una expresión tan divertida que por un momento me recordó a un niño.

—Voy a tratar de irme un poco por las ramas para que no te molestes, ¿vale? —intenté alzar una ceja pero me detuve a medio camino, sabiendo que nunca me salía bien. Kyle por fin pudo decidirse a empezar—. ¿Sabes dónde estuvo Irina la noche del viernes?

Fuera, en el bosque, por supuesto.

—Sí —fue mi concisa respuesta.

—Te creo —dijo él bajando la voz incluso más—, pero… ¿sabes qué hacía en el bosque?

Di un respingo. Me pregunté si estaba arrojando un farol para ver si funcionaba así que traté de mantener mi rostro impávido.

—Yo no he dicho que ella estuviera en el bosque.

Kyle sonrió, condescendiente.

—Yo la vi —repuso con una sinceridad apabullante. Sus ojos verdes, siempre tan amables, estaban mirándome con insistencia, esperando por mi réplica.

—¿La viste? ¿Qué hacías en el bosque? No he sabido nada de alguna partida de caza.

Intentó no reírse sin éxito.

—¿Nunca te has escapado de Diringher en medio de la noche?

No respondí. En primer lugar porque me avergonzaba decir que solo lo había hecho una vez en mi vida e incluso entonces sólo fue porque Irina casi me había obligado a ello para celebrar mi cumpleaños nadando en el lago con esferas de luz brillando en todo el lugar. Aquella fue una noche agradable. Kyle no pareció notar nada más que mi turbación.

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora