El intruso

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Súbitamente, Irina desapareció.

—¿Dónde se ha metido? —exclamó James volteando hacia todos lados.

Emmeline me dirigió una mirada igual de confundida que la mía.

—¿Irina? —probó con su fina voz resonando en todo el lugar.

James se puso de pie con una rapidez que me sorprendió y empezó a caminar entre los árboles.

—¡Irina!

—Déjalo —le advirtió Emmeline—. Si se ha ido, debe tener una buena razón. Volverá o lo sabremos después.

—Irina, esto no es gracioso —seguía gritando James—. ¿Dónde te has metido?

Emmeline bufó y se puso de pie, pero en lugar de llamar a su amiga, volvió a convocar esferas de magia para poder seguir con nuestro castigo. Debido a que era ella quien la conocía mejor, seguí su ejemplo.

James volvió un minuto después con expresión ceñuda.

—¿Qué les pasa a los dos?

Emmeline volvió a repetirle sus palabras pero James no se quedaba tranquilo.

—Puede haberle pasado algo, no lo sé. Se alejó porque oyó algo raro y ahora la han secuestrado o podrían…

Con la misma rapidez con la que se fue, Irina regresó. Sin embargo, no era la misma Irina relajada y tranquila de hace un par de minutos. Incluso Emmeline saltó en su sitio al verla.

—¿Nina? —preguntó con cautela.

Tenía la vista clavada en un punto en el bosque. Su postura era amenazadora, lista para atacar y su mirada era feroz.

—Todos prepárense —dijo moviéndose y ajustando aun más su posición—, tenemos trabajo extra.

Seguimos la dirección de su mirada pero nuestros ojos no podían ver nada. Aun así Emmeline se colocó a su lado, imitando su posición en un modo menos duro.

—¿Demonios? —preguntó. Sonaba nerviosa.

Irina negó con la cabeza pero no aclaró nada más.

James y yo también nos alistamos para empezar. No recordaba que hubiera ninguna notificación de la Cofradía para ese lugar, o no nos lo habrían dado para limpiar. Vaya mala suerte.

Sólo entonces se me ocurrió una posibilidad, una que no me agradó en absoluto. Irina era una de las mejores luchadoras de la Academia, sino la mejor, porque tenía de su lado la fuerza sobrehumana y la habilidad de no cansarse nunca, ¿por qué se veía tan tensa? Podía matar a cualquier demonio con gran rapidez, y protegerse con la magia si su enemigo intentaba usar contra ella alguna estaca o un objeto de hierro.

—Algo se movió, allí —dijo James de repente, señalando en la misma dirección en la que Irina tenía puestos los ojos. Pude verlo, una figura oscura y algo reluciendo a una velocidad grande. Lo que fuera, se detuvo y avanzó cada vez más lentamente. Emmeline soltó un jadeo.

En el mismo instante en que la criatura estuvo a tan solo veinte metros, sentí una horrible punzada en el fondo de mi cabeza. No sabía qué pasaba pero empecé a marearme. Me obligué a apretar los puños y despejarme.

Después de ver los ojos brillando en la oscuridad y oír la respiración furiosa de la bestia, no nos quedó ninguna duda de qué era aquello que Irina contemplaba con una mezcla de odio instintivo y una preocupación genuina. Es decir, si es que intentaba imaginar qué significaban las ligerísimas variaciones en su inmutable rostro.

Un paso más, y el hombre lobo quedó bañado por la luz de la luna.

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora