El sótano

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Mis pestañas temblaron mucho antes de que pudiera abrir los ojos. Me ardían los brazos y mis piernas se sentían hechas de gelatina.

—¿Mel? —se me escapó un gemido involuntario y la voz volvió a exclamar—: ¡Mel!

Con desgana, despegué los ojos. La luz era baja, pero lo suficientemente clara para evaluar mi situación: estaba encadenada y sostenida por los brazos. Igual que James, Kyle y Nina. Mis pies se encontraban a un metro del suelo y colgaban inanimados. Incluso así, también tenía cadenas en cada tobillo. Cada centímetro de mi cuerpo pedía a gritos un descanso pero apenas podía respirar correctamente y mis posibilidades de bajar a tierra firme eran claramente nulas.

—Mel, ¿cómo te sientes?

—Terrible —logré articular.

Tuve que parpadear mucho para tomar consciencia del lugar. Conforme despertaba también notaba con más claridad el dolor en los hombros y el lado derecho de mi cabeza.

—¿Qué ha pasado? ¿Dónde estamos?

—Estamos en la cabaña. Te dije que no estaba vacía.

A mi alrededor nada lucía como una cabaña. De hecho, las paredes parecían excavadas en la tierra, con un par de tablas conteniéndola de venirse sobre nosotros.

—No parece una cabaña.

—Estamos en el sótano.

Finalmente, mi cerebro empezó a recibir ideas y procesarlas.

—¿Qué pasó? —pregunté finalmente sin despegar la vista de Kyle. El lobo había lanzado su cuerpo a tierra con tanta fuerza que creí que estaba muerto. Me tranquilizaba un poco ver su respiración, aunque la sangre en su camiseta no era una buena señal. Estábamos en un sótano colgados de cadenas y yo me preocupaba por una herida sin importancia. Genial.

—Driggers…

—¡¿Driggers?!

Mi grito al borde de la histeria pareció causar un pequeño revuelo. Kyle y James abrieron los ojos casi en simultáneo.

Ahora que lo observaba mejor, Kyle tenía la mitad de la cara con una brillante hinchazón y se notaban los rasguños de su brazo derecho. James, a su lado, llevaba varios cortes en los brazos, la camisa destrozada y una quemadura leve sobre un abdomen perfectamente esculpido. Incluso en esa situación, era capaz de sonrojarme y sentirme culpable por hacer las cosas más difíciles para Irina.

—¿Dónde estamos? —fue lo primero que dijo Kyle. Su voz sonaba estrangulada.

—En la cabaña de Driggers.

—¿Driggers? —respondió él—. ¿Nuestro profesor de Magia Oscura?

—Nuestro profesor, mago negro, traidor de la Cofradía, idiota…

La cara de Kyle pasó un momento difícil intentando decidir cuál de las distintas emociones que experimentaba su dueño mostrar. Se decidió por una furiosa incredulidad.

—Pero cómo…

—Irina —la voz de James temblaba y Kyle se cortó en seco a escucharlo. Sonaba como si sufriera un dolor inimaginable. ¿Tenía una herida que no podíamos ver? Pero él no parecía concentrado en sí mismo, sino que tenía la vista fija en un punto sobre la cabeza de Irina, en donde la cadena le sujetaba los brazos. Seguí la dirección de su mirada y se me escapó un grito ahogado.

—¡Hierro!

Las muñecas de Nina estaban casi negras, y entonces pude distinguir el peculiar olor de su piel quemada sobre la humedad y el aroma rancio que impregnaba las paredes.

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora