Irina regresó alrededor de las siete, aunque esta vez sólo llevaba el cabello un poco alborotado. Hace dos noches, había regresado con los brazos de la chaqueta destrozados y bañada en tierra, pero no hizo otro comentario que: “un ciervo estúpido y un puma demasiado hambriento”.
Se metió al baño y salió con su larga cascada de cabello rubio brillando con cada uno de sus gráciles pasos. A veces la envidiaba tanto…
—¿Cómo ha ido la clase de Defensa? —preguntó.
—Sabes que no fui.
Ella meneó la cabeza, con una nueva sonrisa asomando en su rostro. Se acercó al armario y tiró sobre su cama un pantalón negro ajustado, una camiseta del mismo color y una casaca hecha de algo que, estaba segura, no era del mundo humano. Aunque se parecía al cuero.
Se despojó de su toalla y se tendió sobre su cama. No entendía cómo hacía esta chica para siempre verse como una nostálgica modelo parisiense, sin contar la belleza vampírica.
En ese momento, estaba tumbada con el cabello desparramado sin orden sobre su cabeza. Tenía puesta sólo la ropa interior que, como casi todo lo que Irina se ponía, era negra, en un contraste magnífico con su sedosa y nívea piel. Era imposible no envidiarla, aunque fuera un poquito. Su closet estaba lleno de ropa con un estilo tan particular que me daba la impresión de que se iba de viaje a París al final de cada semestre. A veces me preguntaba si alguna vez había estado en el mundo humano. Hasta donde yo sabía, sus padres eran hechiceros, aunque su madre falleció cuando ella era pequeña. Intuía que de alguna familia muy poderosa, porque Nina tenía un anillo que siempre llevaba colgando de una fina cadena de bronce, con un escudo familiar. Pero nunca había dicho nada sobre su infancia.
—Nina…
—Dime.
—¿Dónde pasaste tu infancia?
Se incorporó con un movimiento fluido.
—En mi casa, con mis padres.
Revoloteó alrededor de la habitación y volvió a su cama con el libro de hechizos de tercer curso en su regazo.
—Llevo realizando este hechizo durante años pero justo ahora no soy capaz de recordar cómo usarlo —me dio una sonrisa antes de empezar a leer el hechizo en voz alta y pasar las manos por su cabello para secarlo—. Emmeline, alístate, en una hora debemos estar en la conserjería y Hammock no tiene mucha paciencia.
Me puse de pie pero cuando abrí mi armario, nada de lo que tenía allí parecía adecuado. Las chompas y jerseys que mi madre me enviaba estaban acumulados en un montón. Sólo los usaba los domingos, cuando no tenía que salir de mi habitación. Además, la última vez que me tocó salir en una partida de caza, fue con otros diez chicos y, entre todos, rodear a los dos hombres lobo que se habían acercado demasiado a la Academia fue demasiado fácil. Ni siquiera había tenido un rasguño.
—¿Está todo bien, Mel? —dijo Irina apareciendo a mi lado, completamente vestida.
—¿Por qué?
—Llevas mirando tu armario durante siete minutos y veinte segundos sin moverte.
—¿Ah, sí?
Ella se inclinó entre los colgadores y sacó un par de jeans reforzados con un hechizo de protección y una camiseta que alguna vez fue amarilla pero, de todas las veces que había usado sobre ella un hechizo de lavado, estaba extremadamente descolorida y mucho más cercana al blanco.
Además, agregó la casaca del uniforme de campo. La sacudió para soltar la tierra y le dio vuelta a los brazos. Cuando lo hizo, algo se deslizó hacia el suelo pero antes de que pudiera caer Irina lo tomó. Inmediatamente soltó un grito sofocado y el objeto cayó al piso. Era el crucifijo que había tomado en clase de Ataque Avanzado esa mañana.
—Mierda —solté inclinándome para agarrarlo—. Espera un segundo... yo no tengo fe en esto, no lo he usado contra ti, ¿por qué te ha quemado?
—Hierro —se limitó a decir ella con voz estrangulada. Lo escondí entre mi ropa nuevamente y cerré el armario como si acabara de meter dentro un monstruo en lugar de un crucifijo de hierro.
Irina sacudía su mano con los labios apretados. Me acerqué rápidamente a ella y la cogí a pesar de que intentó ocultarla. Su piel estaba arrugada y un olor a quemado empezaba a llenar la habitación.
—Lo siento tanto, Nina —dije realmente apenada—. Olvidé que estaba allí.
Contra mis expectativas, sonrió.
—No te preocupes, ya pasará.
Movió los dedos sobre su mano pero, mientras yo esperaba que la piel volviera a la normalidad, esta empezó a arrugarse aun más y finalmente, a caerse.
—¡Dios Santo! ¿Qué haces? Detente.
—Sólo estoy adelantando el proceso —dijo Irina jalando su mano fuera de mi alcance—. Lo he aprendido en Magia Curativa la semana pasada.
Había olvidado que Irina decidió empezar con ese curso este año para poder llevar el primer nivel del curso avanzado en octavo.
—Pero tu piel está cayéndose —exclamé aún aterrorizada.
—Porque mi piel no se cura de la misma forma que la tuya —dijo ella volviendo a su cama—. Sólo estoy pasando un proceso de regeneración. Ahora cámbiate, nos queda media hora.
Demoré diez minutos en colocar todo en su lugar, debido al temblor que acababa de invadirme por haber herido a Irina. Ni siquiera se había quejado.
Cuando estuve lista, me dirigí a la puerta, suponiendo que Irina estaría a mi lado rápidamente. En cambio, ella se colocó delante de mí, impidiéndome avanzar.
—Llegaremos tarde —dije, aun sabiendo que estábamos con tiempo suficiente. Negó con la cabeza de forma que su cabello, atado en una cola en lo alto de su cabeza se movió con ella.
—Mel, escúchame un segundo.
No parecía molesta, pero con Irina nunca se podía saber. Y yo le debía una disculpa.
—Si es por lo del crucifijo, en verdad había….
—No es por eso —dijo ella con la expresión que ponía cuando estaba exasperada—. Quiero que seas cuidadosa hoy.
—Los chicos no van a…
—Tampoco es por los chicos —volvió a cortarme ella—. Estamos yendo al bosque, hay cosas peligrosas allí.
Puse los ojos en blanco.
—He ido desde el cuarto año, ya lo sé.
—Recuérdalo hoy, por favor. Ten mucho, mucho cuidado. Mantente cerca de mí y, por lo que más quieras, no intentes nada muy temerario, ¿sí?
Su mirada estaba casi exigiéndome que lo jurara.
—Está bien —susurré intrigada— pero…
Irina no me dejó preguntar por qué, simplemente me lo agradeció en silencio y abrió la puerta para irnos.
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La marca del lobo (Igereth #1)
FantasíaGanadora Premios Watty 2014!! Él: El nuevo rompecorazones del instituto. Ella: La piedra en su zapato y la chica más peligrosa que podrías conocer. Sus amigos: Los testigos de una historia que, de repente, empieza a ir más lejos que la extraña vida...