Fractus.

Piezas.

Capitulo 1

La vida le había dado tantos golpes, tantos mal sabores, tantas desgracias. Pero nada logro tumbarlo completamente, siempre se levantaba y miraba hacia el frente. Siempre fue una persona fuerte, tal vez se deprimía seguido, pero siempre lograba salir del agujero que el mismo se había hecho y salir adelante.

Pero, por fin la vida logro lo que el creyó imposible. Quebrarlo. Quebrarlo completamente.

"Yuuri tienes un corazón muy grande, pero muy frágil" 

Eso le decía su madre.

"Yuuri, me alegro que seas buena persona, pero eso expone mucho tu corazón"

Eso le decía su padre.

"Yuuri, un día alguien te quebrara"

Y eso, se lo dijo su hermana.

Cuánta razón tenía su hermana, cuanta. Alguien lo quebró, ¿Saben que es lo peor, además? ese "alguien" era de quien se enamoró perdidamente. Victor Nikiforov, con 28 años, leyenda viviente del patinaje artístico y su prometido. Bueno, su ex prometido. Le dio su corazón, su primer beso y su primera vez. Él le abrió las alas, le mostro un mundo hermoso lleno de belleza y arte, cuando lo tenía más alto, cuando creía que su vida no podía ser mejor.

De un momento a otro, le corto sus alas. Y cayó, cayó fuertemente al piso.

Se sentía estúpido.

- AAh. - Los alaridos hacían eco por la sala vacía, aquel lugar no era su casa, aquel país no era su pais. Estaba atrapado en tierras lejanas, todo por seguir a alguien que al final, lo uso como un juego.

Solo podía llorar hasta que la garganta le doliera, saca desde lo profundo de su pecho toda la amargura que estaba sintiendo. Su cara, sus mejillas empapadas de lágrimas saladas, y sus lentes reposaban a un lado. La mascota, makkachin lo observaba con pena lloriqueando suavemente como pidiendo perdón por parte de su dueño.- M-me siento solo. ¡Estoy solo!

Era la verdad, estaba solo. ¿Con quién podría desahogarse?, Phichit estaba ocupado, sus padres y hermana se lo advirtieron antes de irse, ahora no querrán escucharlo. No tenía un hombro donde llorar. 

- ¡Victor! - Su cuerpo se tensó, ese nombre ya no le traía buenos recuerdos ni buenas sensaciones. Suspiro, era lo que faltaba, ¿por qué siempre que se encontraba vulnerable, él tenía que aparecer?, estaba creyendo que seguramente tenia algún tipo de radar. - ¡Hey Vi...! - El rubio quedo a media oración, al toparse con la imagen frente a él. El japonés estaba en el suelo, abrazando una de sus piernas, con su rostro desfigurado y empapado de lagrimas de pura amargura, sus ojos achocolatados estaban frios, huecos. Como si le hubieran destrozado profundamente el alma.- ¿Cer-cerdo?, ¿Que demonios, por qué estas llorando?

- Ja... - Suelta algo parecido a una risa. El pelinegro se limpia el rostro con su manga, tratando de ahogarse sus sollozos.- ¿Vas a burlarte de nuevo?, grítame, pégame. Hazlo que te dé la gana Yurio, pero luego déjame solo.

- Respóndeme. - Su mirada era seria y su tono de voz, firme. - ¿Por qué se supone que estas llorando, cerdo?-

- ¡Porque soy débil, un estúpido, un idiota, un bebe llorón! - Le alza la voz, nunca le había gritado al rubio antes, causando que este último diera un paso atrás. - ¡Ahora lárgate, no es tu problema que este llorando o no!

- ¡Maldito cerdo! - Frunce su ceño, quería ocultarlo pero se notó dolido por las palabras del japonés. - ¡¡Esta es la última vez que me preocupo por alguien, muérete si te da la gana cerdo de porquería...!!