Capítulo 43: Ladrido de Esperanza.

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¡Narra Luke!

El aire soplaba con intensidad, el ambiente era gélido y la lluvia amenazaba con caer sobre nosotros. Sujeta de mi mano izquierda y abrazando con fuerza a su muñeca con la mano libre, Danielle caminaba a mi lado. Tímida y con frío miraba constantemente a su rededor, en medio de todos caminaba yo, justo por detrás de Joé y Terry, ambos lideraban al grupo rumbo a un nuevo lugar donde hospedarnos.

Era medio día y a pesar de ello, el frío era abrumador. Ya eran las últimas semanas de invierno en Georgia y los vientos que se quedaron atrás golpeaban con fuerza en la gran Atlanta. A falta de gasolina y víveres retrocedimos sobre nuestros pasos, volviendo al sur de la gran ciudad, cada vez más cerca de la carretera que me trajo a este lugar. A pesar de que lo hago recurrentemente, sigo sin acostumbrarme a matar, y lo había hecho hace unos cuantos minutos. Con las manos un poco salpicadas con el líquido carmesí, sostenía la pequeña mano de la niña.

Han pasado 43 días desde que fui forzado a unirme a Los Bandidos, en tan solo en esos días he matado a 25 personas por órdenes de Joé. A pesar de ello, veo que no hay otra opción, ni siquiera él quiere matar a las personas que mata. Desde esa charla en la azotea del refugio de Raúl comprendo que él no tiene otra opción más que matar, es la única forma de ganarse el respeto de sus hombres y poder mantenerlos bajo su liderazgo.

Es 28 de Febrero del viejo calendario, o mejor dicho, el día 98 después de la infección. Estábamos a dos días de cumplir un centenar de días en este putrido mundo, cada vez había más de esas porquerías caminando por la superficie de nuestro planeta.

- ¡Nos detendremos un rato a descansar! -ordeno Joé-. Después iremos a buscar suministros en uno de los almacenes del oeste.

Estábamos en un parque pequeño en medio de los suburbios de la ciudad. En guardia, todos nos sentamos donde pudimos, yo en una banca de metal con manchas de sangre y de aspecto mugriento, siempre Danielle a lado mío. Miré con nostalgia el lugar, antes de todo era un parque donde de seguro las familias pasaban sus fines de semana en picnic y entre juegos; ahora sólo era una buena parodia de cualquier película de gore; cadáveres inmóviles yacían en el húmedo pasto descuidado y muerto, la sangre manchaba cada árbol y banca del lugar, cientos de casquillos cubrían cada centímetro de la zona y el olor era completamente pestilente.

- Luke... -dijo con dificultad la pequeña niña que me acompañaba.

- ¿Qué sucede Danielle? -dije girando mi rostro y regalandole una pequeña sonrisa, un tanto forzada.

- ¿Por qué lo haces? -pregunto tímida. Fruncí el ceño y negué indicándole que no comprendía su pregunta-. ¿Por qué matas a la gente? ¿Por qué solo me salvaste a mí?

La miré sorprendido, boquiabierto y atónito traté de hablar solo consiguiendo emitir unos leves ruidos sin coherencia. ¿Por qué me preguntaba eso? No podía creer que había dicho lo anterior, no lo creía.

- Danielle -dije finalmente-. Solo a ti te pude salvar, fue muy tarde para el resto y yo sólo quería... Quería hacer algo... No podía... No podía permitir que muriera alguien más.

- Pero ¿por qué yo? -pregunto sería.

- No lo sé -dije sin dejar de mirarla, a pesar de que quería apartar la vista no podía-. Sentía que era mi responsabilidad.

- Entonces ¿por qué matas a esa gente? -dijo desesperada-. Si no quieres que más gente muera ¿por qué la matas?

- Es la única manera...

- Muevan el culo inútiles -ordeno el viejo hombre de la ballesta-. No podemos estar aquí todo el puto día, debemos encontrar refugio antes del anochecer.

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