Capítulo 49: Fuego.

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Unas cuantas gotas de sudor resbalaban por su pálida frente, paso la manga de su bata de laboratorio por su rostro para disminuir la sudoración mientras continuaba oprimiendo las teclas de la computadora principal. Debía hacerlo rápido y sin ningún error, tenía que terminar con toda esta farsa cuanto antes y así poder evolucionar. Había perdido toda esperanza hasta que llego él, ese chico era la clave para la perfección del virus y después de una semana intensiva de experimentar con su peculiar sangre había obtenido lo que buscaba. La perfección e inmortalidad serían suyas.

Pero primero debía quitar del camino a esos granujas, no se merecían la inmortalidad ni siquiera si él los controlaba. Nadie más que él se merecía la perfección, y Tina, así podría vivir por siempre aunque se fuera todo más a la mierda. No solo Tina, su genialidad se merecía mucho más, si iba a vivir para siempre para que conformarse con una sola mujer, al fin y al cabo él podría controlarlas con su exclusiva formula. También transformaría a la rubia, era muy linda, y tal vez a la castaña de ojos verdes. Solo unos códigos más y sería el fin de esos idiotas.

Sus oídos captaron unos pasos muy pesados que se acercaban penosamente desde el laboratorio, por el arrastrar de los pies cualquier persona pensaría que era un podrido (menudo nombresito de mierda), pero Monroy sabía a la perfección de quién se trataba. La tuene luz blanca que iluminaba a duras penas una parte de la sala, dejo ver la magnitud de la barriga de Bob, él se encontraba detrás de Monroy. Ese sujeto era tan obeso que podía tapar la luz si se ponía muy cerca de Phill, pero no sé acercó mucho, solo lo suficiente como para ver el monitor.

- ¿Qué coño haces? -cuestiono el gordo hombre.

- Hacer lo que es necesario -dijo Phill Monroy con voz fría y ronca-. Acabar con todo esto, eso es lo que hago.

- ¿A qué te refieres Phill? -pregunto Bob confundido. "Para ser uno de los últimos científicos del mundo es un grandísimo idiota" pensó Monroy mirando de reojo la inmensa mole con patas que lo observaba confundido.

- Me refiero a esto -se giro entusiasmado hacía su colega, podrá ser un estúpido pero sabía apreciar los grandes logros y siempre había sido un lame botas desde que lo conoció. Además, él quería presumir su gran logro, su obra maestra, su magnum opus. Estaba tan emocionado y orgulloso de sí mismo que debía presumirlo, debía exponerlo al mundo a como diera lugar. Saco del bolsillo de su bata un tubo de ensayo tapado con un pequeño corcho de goma, dentro de este había un líquido negruzco con extraño brillo grisáceo. Monroy sonrió mientras decía su más grande idea.

- Esto, mi querido colega, es una mejora del antivirus que creo a los mutantes. Después de semanas de estudio y gracias a uno de nuestros invitados he logrado mejorar la fórmula y forme está maravilla.

- Significa que ¿encontramos la cura? -dijo el gordo emocionado.

- ¡No! -dijo con una leve furia que estremeció a Bob, su rostro se contrajo por unos segundos antes de suavizarse de nuevo y su voz adoptó el tono de un maestro que le explica calculo integral a un niño de cinco años-. Al contrario, mi querido Reynolds, mejore la mutación. Esta pequeña muestra del nuevo virus nos hará inmortales. Tan solo imagínate, tener la fuerza de diez hombres, la velocidad de un automóvil a su máxima capacidad, la inteligencia de un hombre, la ausencia de dolor y solo un punto débil que se podría mejorar. Todo eso sin perder la forma de un humano, habremos evolucionado y viviríamos para siempre y a pesar de todo.

- Pero ¿a qué precio, Monroy? -dijo Bob después de unos segundos de silencio, él se daba cuenta del extraño comportamiento de su colega y su radical cambio-. Te volverás un monstruo, como los de allá afuera, y aunque conserves tu humanidad, jamás volverás a ser un hombre.

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