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Voces. Todo era un constante barullo que parecía agravarse conforme iba despertando. Podía decir que más de tres personas había en la habitación, tal vez.

Poco a poco mis ojos iban adaptándose a la luz blanquecina que me irritó momentáneamente. Cuando todo se veía sin borrones vi a mis padres sentados en un sofá color mostaza y en pie a una enfermera en su característico atuendo blanco y a Karen Alcalá con un gesto imperturbable, típico de ella.

-Está despertando -anunció una voz aterciopelada. Era la enfermera escolar, que se acercó a mí para revisar mis signos vitales. No la había visto antes, pero a juzgar por la habitación sabía que no podíamos estar en un hospital.

-Estoy bien, gracias... -temblé al sentir el frío estetoscopio tocar mi pecho.

Me senté en la camilla con ayuda de la enfermera. Mis padres estaban de pie atrás de la mujer de blanco, con gestos preocupados en sus rostros, cansancio puro. Pero sólo me fijé en Karen, que me hacía una seña con la mirada, pidiéndome permiso para retirarse. Hice una mueca que quiso ser sonrisa y asentí. Supongo que bastaba con que hubiera estado ahí para verme despertar; teníamos varias clases por delante y ella no tenía por qué perder su tiempo con sólo un simple desmayo por debilidad.

-Gianna, cariño... -corté a mi progenitora de su drama de madre preocupada.

-Estoy bien, mamá -le dirigí una mirada neutral y sonreí para darle a entender que todo estaba bien de verdad, y no me refería únicamente a mi estado de salud.

Sus ojos se humedecieron, pero pestañeó velozmente y recobró la compostura, volviendo a sentarse en el sofá. Mi padre me vio con una enorme sonrisa que demostraba lo orgulloso que estaba de mí por ya no estar molesta con ellos. Me encogí de hombros y dejé que la señorita siguiera haciendo su trabajo.

-Bien... Todo parece ser producto de una mala alimentación estos días, Gianna -la joven mujer hacía sus anotaciones y me veía de vez en vez. Yo ya sabía lo que tenía, pero no quise interrumpir su trabajo. -Por hoy te recomiendo reposar y que comas lo más pronto posible, aunque cosas bajas en grasa debido a la debilidad de tu organismo. No queremos saturarlo y que empeores. Sería bueno también que añadas algún suplemento alimenticio a tu dieta, pero ése sólo es un consejo. Para cualquier prescripción deben ir a un nutriólogo -dijo lo último volteando brevemente hacia mis padres, que estaban de pie otra vez pero con semblante más relajado.

-Gracias por todo -acotó mi padre. La señorita asintió con una sonrisa profesional.

-Los dejo para que hablen. Afuera les daré las recomendaciones. Y no te preocupes por tus clases, Gianna, enviaré un permiso a todos tus profesores.

-Gracias -sonreí genuinamente.

-Ya vuelvo.

Suspiré con alivio y me relajé, para luego ver a mis padres. Abrí mis brazos e inmediatamente ellos se acercaron a abrazarme con amor. Yo ya no estaba molesta con ellos ni les guardaba el más mínimo rencor. Papá había tenido razón cuando dijo que aquella era una conversación privada, en todo caso yo había sido una irrespetuosa por escuchar cosas que no me correspondían y encima hacer todo un teatro cuando los únicos afectados eran ellos. Había sido egoísta al querer enterarme porque quería saber el motivo por el cual no podían ser una pareja enamorada y al mismo tiempo ser los mejores padres del mundo; es que uno no lo puede tener todo, los problemas existen en todos lados y hay que aprender a afrontarlos y no a disfrazarlos. Supongo que tener diecinueve años no me hacía ser alguien tan madura después del todo.

-Lo siento mucho, fui tan tonta por hablarles así, lo lamento -hablé sin levantar la mirada, me sentía de pronto como una niña de cinco años que sólo quería el perdón de sus padres por haber hecho una travesura.

Por ser humana©✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora