Algo entre Karen y yo se estrechó, lo supe no sé cómo, pero se dio, y sabía ya para entonces que confiaba en mí.
Camila, David y Miguel llegaron de pronto, arrojándose encima nuestro mientras gritaban como locos.
—Oigan chicas, ¿qué tanto se secretrean? —preguntó David, cruzando sus brazos mientras una sonrisa ladina adornaba su rostro.
—Eh, nada, cosas tontas —dijo Karen, bastante amable para ser ella, y limpiando con disimulo cualquier rastro de lágrimas.
—Sí, ¿qué secretos? —me encogí de hombros y me mordí la lengua en complicidad. — ¿Y Ariosto?
—Tuvo que irse —respondió Camila, encogiendo los hombros. Sólo asentí, conforme.
Camila estaba a mi lado y Miguel al lado de Karen, abrazándola, y ésta no ponía la menor objeción. Viéndolos bien, hacían una bonita pareja. Camila y David también parecieron notar lo que yo veía.
Nuestras miradas se intercambiaron junto a una idea descabellada, pero necesaria.
—Me acabo de acordar que dejé una tarea pendiente —comenté, observando mi reloj de pulsera y poniéndome en pie.
— ¿Qué tarea? —preguntó Karen con el entrecejo fruncido.
—Eh... —Karen se alejó unos centímetros del pelirrojo y me observó con reticencia. Estaba sospechando de nuestro plan, seguramente.
— ¿Podemos ayudar? —intercedió Camila.
—Sí, eso es buena idea —sugirió David, y nos tomó a Camila y a mí del brazo, para ir corriendo al interior del edificio estudiantil.
— ¿Creen que fue buena idea?
— ¿Creen que vaya a decírselo al fin?
— ¿Creen que Karen es tan ingenua para no darse cuenta de que Miguel está babeando por ella? —sonaron las tres interrogantes, una tras otra, y la respuesta fue una sola: un encogimiento de hombros.
David y Camila se despidieron de mí, yéndose a su clase que no faltaba mucho por comenzar.
—Luego me cuentas lo tuyo con el bombón ese de ojos azules —me gritó la castaña cuando estaba algo retirada, me puse de color carmesí rápidamente. Vergonzoso.
Mi móvil, que llevaba en mis pantalones grises de mezclilla sonó con la entrada de un nuevo mensaje de texto. Era León. Decía que pasaría por mí a la salida, y que estuviera preparada para socializar. Tragué un nudo invisible.
La chicharra de reanudación de clases se hizo escuchar por todos los pasillos, y con ella comenzó el ajetreo de los estudiantes que se desplazaban a sus respectivas aulas. Decidí esperar un par de minutos más, por si Karen aparecía y me daba las buenas nuevas, o en su defecto, me decía que le había dado un no rotundo al pelirrojo. Pero luego de un rato, y viendo que los pasillos comenzaban a quedarse desiertos, me rendí en mi espera y opté por ir a mi clase de Macroeconomía.
(...)
El día escolar se terminó, y no hubo rastro alguno de Karen Alcalá. Le pregunté a David y Camila antes de abandonar la universidad si se habían enterado de algo, pero su respuesta fue negativa. Habían dicho únicamente que vieron a Miguel, pero que su rostro no denotaba nada que nos dijera cómo había terminado nuestro improvisado plan.
Así que ellos se fueron porque tenían un proyecto que hacer junto a otros compañeros, que los esperaban en no sé qué lugar. Y yo me quedé esperando a que mi novio llegara.
Me topé con mi primo luego de unos minutos. Dijo que tenía que irse rápido a casa porque mis tíos y el resto de mus primos irían a ver la casa que estaban construyendo para vivir, y no quería hacerlos esperar. Se disculpó por no poder estar hasta que León llegara, quería saludarlo y cuestionarlo sobre sus intenciones conmigo. Agradecí que lo último no se pudiera efectuar, hubiese sido bochornoso.
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Por ser humana©✓
RomanceHay cosas que nunca van a cambiar, las clases sociales es una de ellas, y Gianna Fuentes eso lo tiene muy presente. Cuando conoce a León Cal y Mayor no se le pasa por la cabeza que sea sobrino del gobernador de su cuidad, ni mucho menos que su famil...