Vi que Ariosto se ponía de pie a la par que cerraba y guardaba sus libros al interior de su mochila, con la intención de abandonar la universidad, siendo que aquella era su última clase (sí, había husmeado un poco en su horario).
La razón por la que lo esperaba no era otra que convencerlo de que volviera a dirigirme la palabra. Sí, ayer ni siquiera me dejó explicarle que las cosas entre León y yo estaban resueltas, más que eso, literalmente estábamos comprometidos (algo que aún no digería, si tenía que ser sincera).
Ariosto me había evitado olímpicamente durante toda la tarde y noche de ayer, buscando siempre que alguno de los adultos estuviera presente para que yo no tuviera la oportunidad de hablar. Y, cuando al fin llegó el momento oportuno, o sea, la hora de dormir ya que aún compartíamos tendal (junto a Isaac, desde luego) se durmió automáticamente, y por si eso fuera sólo un pretexto para evitar nuestra conversación, se había colocado los audífonos a todo volumen.
A León lo puse al día con respecto a los acontecimientos de mi vida en las últimas dos semanas, supo al fin que Ariosto era mi primo y sus razones para decir que no teníamos parentesco. Al final, terminó envidiándolo de todos modos, puesto que argumentó que él tenía la fortuna de verme despertar cada mañana; y desde luego no quedó atrás aquel famoso dicho: "a la prima se le arrima ". Por más esfuerzos que puse en decirle a mi... Bueno, ¿prometido sería el término adecuado? Porque técnicamente no le había dicho que sí, y posiblemente nos hubiéramos saltado algo importante; exacto, ni siquiera llevamos el título de novios. Pero suponía que para entonces aquello no tenía importancia ya, a lo nuestro no podría asignársele un nombre, porque era algo raro... Y maravilloso.
Como decía, por más que traté de hacerle creer a León que verme por las mañanas con mi cara de ogro no era precisamente un espectáculo digno de admirar y que entre Ariosto y yo no podía existir un sentimiento que no fuera el de fraternidad porque bueno, así era el concepto que teníamos el uno del otro: el hermano de otro padre y otra madre; León siguió con sus grotescas ideas. Aunque para ser sincera, sabía que únicamente estaba bromeando conmigo.
-Prince... -llamé a mi primo, cuando cruzaba la puerta. Se volvió a verme con los ojos en blanco.
Al menos ya era un avance.
- ¿Qué quieres? -soltó indiferente, cruzando sus brazos. Reprimí una sonrisa e hice un puchero.
-Anda ya, ¿vas a seguir enojado con tu prima favorita? -puse ojos de cordero.
Para su mala suerte, aquella mueca mía le ablandó el corazón demasiado rápido, ya que alcancé a vislumbrar una lánguida sonrisa por más que trató de esconderla. Sonreí como una maníaca.
- ¡Eh, te he hecho reír! -festejé, dando saltitos a su alrededor.
-Eso es trampa, sabes que soy fácil de hacer reír. Y además, eres mi única prima -se quejó. Le saqué la lengua y me animé a abrazarlo, algo que correspondió sin oposición.
- ¿Entonces...?
- ¿Entonces, qué? -fingí demencia. Ariosto achicó los ojos.
- ¿Qué fue lo que pasó con León? ¿O qué, piensas que no me di cuenta que te estaba esperando a la entrada? -alzó ambas cejas en cuanto corté el abrazo.
-Eres un chismoso -le di un golpe en el hombro.
Comenzamos a caminar en dirección a la salida del edificio.
-No, tengo un par de ojos en buen estado, que es muy distinto -se defendió, mirándome mal por haberlo golpeado. Se sobó con exageración el área afectada.
-Pues está todo bien -hice una mueca de desánimo, aunque por dentro estaba gritando de locura.
- ¿A qué te refieres con bien? ¿Se arreglaron o no? -inquirió, más interesado de lo que me gustaría.
-Sí -bufé.
- ¿Y lo dices así de feliz? ¡Oye, contrólate, no te vaya a dar un ataque de asma! -dramatizó. Sonreí como una idiota. -Ja, ya sabía yo. ¿Por qué le temes tanto a exteriorizar tus sentimientos, eh?
Bufé una vez más, a este paso me confundirían con una vaca.
- ¿De qué hablas? Si yo soy la persona más demostrativa del mundo -ironicé.
-Vamos Gia, puedes y debes hacerlo -aconsejó. -A veces es necesario demostrar lo que sientes, no sólo para que la otra persona sepa que le importas, sino porque guardar sentimientos es dañino para el cuerpo -una mueca de labios apretados. -Y para el corazón -me guiñó y se alejó bastante de mí.
Por un segundo asimile sus palabras, y en el otro me di cuenta que se había adelantado porque León me estaba esperando.
-Hola -me saludó el ojiazul, con una sonrisa de oreja a oreja.
-Vaya, alguien parece muy feliz hoy -comenté con una sonrisa moderada, lo cierto es que me sentía un poco intimidaba por la belleza que aquel hombre irradiaba, aquella masculinidad y sensualidad me dejaban en tal estado de aturdimiento que era preocupante.
Me tomó de la cintura y plantó un casto beso en mis labios, sin romper el abrazo.
- ¿Cómo no voy a estar feliz si te tengo enfrente? -alzó una ceja con coquetería, y se lamió los labios, incitándome.
La boca se me hizo agua, e hice acopio de toda mi cordura para mantener mi mente sana y continuar con la conversación.
-Creo que estás exagerando -dije en voz baja, estar serena a su lado era un tanto difícil.
No podía mantener la compostura si sus grandes y ásperas manos me quemaban aún con ese protector toque sobre mi cintura, no si su hipnotizante, devastadora mirada me dejaba embobada y su sonrisa maliciosa junto a la humedad y suavidad de sus labios rosas me arrojaban al abismo, uno sofocante y muy, muy caliente.
No pude más, no pude soportar su caliente toque ni su ardiente mirada un segundo más, y la manera traviesa, sexy en que mordió mi labio inferior fue lo que desató mi lujuria. Lo besé con pasión, con desenfreno, con la necesidad clamando en cada poro de mi piel, tal necesidad que me nublaba la racionalidad, que me impedía mantener la cabeza fría y, sobre todo, que me ponía muy húmeda.
-Quiero presentarte a mis padres -fue lo primero que dijo luego de separarnos, con nuestras respiraciones agitadas.
Tragué grueso.
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¿Intenso, no? Oh, sí.
¿Qué tal les pareció el capítulo? ¿Qué piensan hasta ahora de la historia? ¿Qué creen que pasará ahora?
Lo sé, lo sé, mucho suspenso. ¡Y se viene lo bueno!
Bueno, bye. Nos leemos pronto.
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Por ser humana©✓
RomanceHay cosas que nunca van a cambiar, las clases sociales es una de ellas, y Gianna Fuentes eso lo tiene muy presente. Cuando conoce a León Cal y Mayor no se le pasa por la cabeza que sea sobrino del gobernador de su cuidad, ni mucho menos que su famil...