Desconcierto. Una mezcla de sensaciones molestas se arremolinaron en el centro de mi estómago. Era como sino acabara de creer lo que había escuchado de los labios de León o más bien como sino acabara de digerirlo, parecía que todo mi sistema respiratorio estaba aletargado y mi corazón se hubiera olvidado de hacer su función: latir; todo en cuestión de segundos. Y luego, cuando el alma me volvió al cuerpo, sólo pude sentir furia.
Lo vi detenidamente por lo que pareció una eternidad, tratando de descifrar el porqué de su fingida mala memoria o desconocimiento, pero sus ojos arrepentidos no me decían nada más que lo culpable que era, y que tal vez él tampoco conocía la razón de su actuar. Sólo me hizo sentir más vesánica. No tuve la intención de quedarme, porque era probable que no respondiera a mis actos; la verdad es que parecía que últimamente no actuaba como yo quisiera.
El lado bestial, el primitivo, se había apoderado por completo de mí, haciéndome lucir patética, llevándome a un punto de belicosidad que no sabía que podía experimentar. Por eso, volví mi vista al frente y no tuve otra intención que no fuera marcharme.
-Quédate -susurró.
No supe en qué momento había llegado hasta mí, y posicionándose detrás de mí, con una de sus manos abrasando la piel de muñeca, me había hablado bajito, tan suave que aquello pareció una caricia. Y mi cuerpo respondió de mil maneras incontrolables e irreconocibles, que murieron en venus. La cabeza me daba vueltas, nunca había experimentado ese tipo de sensaciones, pero eran muy placenteras. Y aquello me puso en alerta. Me alejé inmediatamente, como quien le ha caído aceite hirviendo en un parte sensible del cuerpo.
Todo parecía haberse detenido a nuestro alrededor, las voces cesaron, a mi parecer, las hojas dejaron de ser arrastradas por el viento; la vida pasó a una especie de pausa, a la que pude poner reproducir sólo cuando me aleje de su poderoso tacto abrasador.
-Deja que te explique... No, más bien, golpéame si quieres, pero no te vayas -en su tono había tal súplica, que me volví a verlo, confundida. ¿De verdad estaba arrepentido? ¿Pero de qué?
Al menos en mi interior sabía que aquello era un gran drama, así que no sabía por qué León se disculpaba como si hubiera cometido el peor de los crímenes. Tal vez era de aquello de lo único que estaba segura, que yo le daba mucha importancia a León y a nuestro pequeño intercambio de palabras en la librería de Lara, pero, parecía que a él también le afectaba. Me hacía sentir importante de algún modo, podría ser que no fuera tan insignificante como creía.
-No te preocupes -hablé, relajando el entrecejo. Me crucé de brazos. A esas alturas la mochila estaba en mis hombros.
La barrera que mis brazos formaban no era por estar a la defensiva, sino para contenerme de rodear a León y aspirar su embriagante colonia que me elevaba del suelo, haciendo que aquello pareciera una fantasía.
-Sí que lo hago. Creo que fue muy descortés de mi parte hacer como sino te conociera... -reflexionó.
Tenía los brazos a los costados, como quien se rinde después de una persecución policial. Su mirada aunque intensa, reflejaba angustia; y todo la combinación lo hacía parecer un niño arrepentido después de ser amedrentado de manera brutal por alguien a quien teme, pero que a la vez, a su pesar, ama.-Es que no nos conocemos -opiné. Para mi pesar era de ese modo, sólo habíamos cruzado pocas palabras, nada íntimo.
-Por eso es que quiero arreglarlo, porque me interesa conocerte.
Su voz viril, su aroma maderoso, sus ojos azules, todo aquello junto a sus cuatro últimas palabras se grabaron a fuego en mi mente, y en lo más ínfimo de mi alma.
- ¿C-conocerme? -temblé ligeramente, no acababa de salir de mi estupefacción.
-Por supuesto -sonrió, mostrando cada uno de sus perfectos dientes, en una cálida sonrisa. Cálida y devastadora.
Su sonrisa era contagiosa, así que también yo sonreí. Luego, nos quedamos serios. Tragué saliva, después él repitió el acto. Me remojé los labios, León secundó mi acción. Sus ojos del color del mar en mis castaños, observándome detenidamente, con admiración, con suavidad.
-Entonces, ¿comenzamos de nuevo? -rompí el silencio, antes de que mis piernas sugieran temblando y corriera el riesgo de caer desmayada.
León reaccionó un par de segundos después de mi propuesta, aún obnubilado asintió con una enorme sonrisa de satisfacción.
-Comencemos de nuevo -concordó.
-Gianna Fuentes -sonreí tímida, como si fuera la primera vez que lo veía en la vida.
Él me sonrió de vuelta, parecía como si nuestras caras estuvieran estáticas de tan grande sonrisa que teníamos. Los ojos de León brillaban con diversión, y mordiéndose el labio, se presentó como si fuera la primera vez.
-León -dijo, taciturno. Me extrañó que no haya mencionado su apellido, pero no le puse demasiado interés.
Nada perdía con iniciar lo que sea que estuviera empezando con León, ¿cierto? Aunque eso me lleva a pensar, ¿por qué decidió hablarme si estaba a punto de a hacerme creer que de verdad no se acordaba de mí?
Una incógnita más, eso.
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Por ser humana©✓
RomanceHay cosas que nunca van a cambiar, las clases sociales es una de ellas, y Gianna Fuentes eso lo tiene muy presente. Cuando conoce a León Cal y Mayor no se le pasa por la cabeza que sea sobrino del gobernador de su cuidad, ni mucho menos que su famil...