Capítulo 7

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Les dejé una canción en multimedia, avisaré (recomendare) desde donde debieran comenzar a escucharla.

A las 11:00 en punto Lucy despertó. Minutos después, Max trajo ropa para ella y me pidió que la bañara, cosa que acepté sin problema. Necesitaba de la inocencia de Lucy en estos momentos.

Lavé su cabello suavemente con champú de niña y le pedí que cerrara los ojos para que no le entrara en los ojos al enjuagarlo. Limpié su cuerpo son una esponja, haciendo cosquillas en su barriga en ocasiones, provocando que se moviera violentamente en la bañera y me salpicara de agua. Entre risas, la envolví en una toalla y la llevé a la habitación para ayudarla a vestirse y peinarla.

Le coloqué un vestido blanco con un pequeño cinturón amarillo en el área de la cintura y unas sandalias blancas. Sequé y peiné su cabello en una trenza espiga, cuidando de reforzarla para que durante el día la trenza no terminara hecha un desastre.

Ella me agradeció con un sonoro beso en la mejilla y fue en busca de su hermano.

Yo me bañé rápidamente y vestí con un Leggin negro, una camiseta ancha gris, debajo de esta un top negro y mis deportivas. Tomé mi cabello en un moño desenfadado y baje.

Todos estaban sentados en la mesa desayunando. Puse especial cuidado en no mirar a Dominik ni una sola vez, porque si lo hacía me sonrojaría y todos notarían algo extraño. Aunque podía sentir sus ojos puestos en mí, siguiendo cada uno de mis movimientos. Me senté al lado de Emy, quedando frente a Lucy, al lado de esta estaba Max y en la cabecera Dominik.

Había un plato de huevos revueltos en mi lugar, con dos tostadas, una ensalada de frutas y un vaso de jugo de naranja. Comí en silencio, oyendo las historias de Emy, riendo de vez en cuando por sus exagerados gestos.

―Pero eso no fue lo peor ―dijo con efusividad― lo peor, fue que la novia tubo que limpiar toda la popo de su espalda. Esa mujer sí que debía de amarlo.

Todos soltamos una estruendosa carcajada. No me imaginaba a alguien tirándose un pedo, cagándose, manchándose las piernas, para luego tropezarse, caer, y mancharse toda la espalda de mierda. Era asquerosamente gracioso. Pero lo peor, era que luego la novia había tenido que ayudarle a limpiarse la espalda. Emy tenía razón, esa mujer sí que estaba enamorada.

―¡Deja de hablar de esas cochinadas en la mesa, Emilia! ―exclamó Dominik con voz enfadada, aunque en sus ojos había un brillo de diversión y sus comisuras luchaban por no alzarse en una sonrisa.

Continuamos comiendo entre risas y muecas de asco. Cuando terminamos de desayunar, levanté los platos y los llevé a la cocina para lavarlos. Max me siguió.

―¿Necesitas ayuda? ―preguntó con una sonrisa.

―No te preocupes, puedo sola.

El me ignoró completamente, dispuesto a ayudarme, a lo que yo rodé los ojos.

¿Para qué preguntas, si igualmente vas a hacerlo, Max?

Yo lavaba, enjuagaba y luego él secaba los platos para ponerlos en su respectivo lugar.

―No hemos tenido ningún momento para hablar últimamente ―comentó, secando un plato y luego inclinándose para dejarlo en su gaveta.

―Sí, han pasado muchas cosas últimamente.

―No es eso, te noto diferente ―explicó inclinando la cabeza hacia un lado― como si tuvieras algo más en tu mente.

―¿Qué quieres decir? ―pregunté confundida, dejando de fregar platos.

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