capítulo 22

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Volvimos a casa agarrados de la mano. Su mano era grande, áspera y confortante, a diferencia de la mía, pequeña, suave y delgada. 

En mi rostro había una sonrisa inmensa. Estaba tan feliz, tan extasiada, que sentía que nada podría opacar este momento. Sentía que en cualquier momento explotaría por tanta felicidad, tanto amor, quería soltar un grito de júbilo. Exteriorizar todo lo que estaba sintiendo, porque, dios, era demasiado.

Estaba decidida a dejar todo lo malo atrás, todos aquellos recuerdos que me atormentaban, todo lo que me hacía mal y en su lugar, dar paso a los buenos. Dejar espacio para los nuevos recuerdos que crearíamos juntos.

No podía seguir atormentándome, tenía que dejar ir todo. George, Sarah, Lilian, incluso a Stephen. Y dejar en su lugar a Max, Lucy, Emy, mi padre y Dominik. Ellos eran mi futuro.

Con eso en mente, entramos por la puerta de la casa de mi padre.

Pero la imagen que me recibió, lo único que consiguió fue disipar cualquier pensamiento de un futuro, la sonrisa desapareció de mi rostro dando paso a la preocupación, furia y el miedo.

Frente a mi estaba Lilian con el mismo vestido que la había visto la última vez, solo que ahora, éste estaba sucio y roído. Su cabello estaba despeinado y grasiento. Su rostro estaba sucio, con el maquillaje corrido por las mejillas, los ojos irritados y los labios agrietados. La mujer elegante, refinada y siempre perfecta había desaparecido, dejando en su lugar a una persona andrajosa, con aspecto de vagabundo y una expresión de demencia en el rostro.

Su aspecto era irrelevante, no tenía importancia, toda mi atención estaba concentrada en el arma que tenía entre sus manos, un arma que apuntaba directamente al pecho de mi padre.

Mi padre por su parte lucía inexpresivo, en calma, al menos eso era lo que quería aparentar, porque yo podía vislumbrar una chispa de miedo en sus preciosos ojos color chocolate.

Dominik instintivamente me llevó detrás de él, para protegerme con su cuerpo, creando una barrera entre Lilian y yo.

El miedo se deslizó como un torrente de agua fría por todo mi cuerpo.

—Pero mira quien se nos unió a la fiesta, cariño, tu preciosa Analisse —dijo Lilian con falsa emoción. Sus ojos tenían un brillo de demencia, había terminado de perder la cabeza— La única culpable de que no podamos estar juntos, aun.

—Lilian, ella no tiene la culpa de nada, ni Stella tampoco —dijo mi padre con tranquilidad— Solo... Te quiero, eres una de las personas más importantes en mi vida, pero no puedo amarte de la forma que tú quieres. Ni ahora ni nunca, porque a mis ojos no eres más que una amiga— trató de explicar con toda la cautela y suavidad que pudo.

— ¡No, eso no es cierto! —gritó ella con la voz quebrada. Sus manos temblaban provocando que el arma también lo hiciera, temía que en cualquier momento se le escapara un tiro— Tú... tú solo tienes que darme la oportunidad, tienes que ver que soy la única que te ama de verdad, soy la única que puede hacerte feliz. Te amo.

—Pero yo no a ti, Lilian, no te amo. Tienes que entenderlo, no quiero hacerte daño.

—Es por ella, ¿Verdad? —Preguntó con los dientes apretados apuntando ahora en mi dirección, o más bien a Dominik quien estaba frente a mí— ¡Te recuerda a ella! Lo único que tengo que hacer es deshacerme de ella. Lo he intentado ¡Pero la maldita no se muere! Ya sabes lo que dicen, si quieres que algo se haga bien tienes que hacerlo tú misma.

—No vas a tocar a mi hija —gruñó mi padre dando un paso adelante.

—¡No te acerques porque voy a dispararle! ¡A ella y a su noviecito! —advirtió con seguridad, sus manos no habían dejado de temblar en ningún momento— ¿Ya te lo dijo, cariño? ¿Tu noviecito te contó como fue que Anthony le contrató? ¡Yo le recomendé! ¿Quieres saber porque? —Se regodeó con una sonrisa de satisfacción— Porque si en algún momento sentía que eras una amenaza le ordenaría matarte. Él lo sabía, lo ha sabido todo este tiempo. Pero fue demasiado cobarde como para seguir mi orden, no pudo hacerlo porque se enamoró de ti —soltó una carcajada— Él muy estúpido se enamoró de ti.

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