Capítulo 19

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Un segundo. Un minuto. Una hora.

De entre toda tu vida, lo único que necesitas son segundos para que todo se vaya al demonio. Todo se reduce en esos malditos segundos en los que ves como todo tu mundo, todo lo que tienes, por lo que tanto has luchado se desvanezca y de paso al caos, la muerte y destrucción.

Es tan fácil, pero tan complejo.

Tan sencillo de decir, pero tan difícil de asumir.

Esos segundos, que bien pudieron ser minutos u horas, fueron lo que me tomó reaccionar y darme cuenta de que esta parte, este momento, podía cambiar toda mi vida. Mi futuro.

En cuanto el primer disparo se oyó, la gente comenzó a desesperarse y corrió en dirección a la salida. Todos menos George, Emy, Dominik y yo.

— ¡Christine! —Me urgió Dominik desde el otro lado del salón.

Me solté del agarre de George en mi brazo y corrí en dirección a Dominik.

En cuanto me tuvo a su alcancé me envolvió en un apretado abrazo.

—No sabes cuánto me moría por hacer esto, por tenerte entre mis brazos y respirar tu aroma —murmuró en mi oído— tenia tanto miedo, temía perder la única cosa en el mundo que me hacia desear ser mejor.

—Para mí eres perfecto tal cual eres, no creo que haya nada que cambiar, Dominik —respondí emocionada— te amo tal cual eres. Lo único que necesito es a ti.

Él se alejó de mí para verme a los ojos.

—Yo también te amo, como no tienes idea —murmuró con una pequeña sonrisa antes de juntar nuestros labios en un beso.

Aunque eso no duró demasiado, porque fui jalada del cabello violentamente hacia atrás.

—No tan rápido, zorrita, no creas que soy tan estúpido como para no prever que algo como esto ocurriría —dijo con arrogancia— me ofende que me creas tan inexperto e idiota. ¡Jax, pueden salir!

Me removí incomoda tratando de soltarme de su férreo agarre en mi cabello.

De todas partes comenzaron a salir hombres con armas vestidos de negro, sus expresiones eran amenazantes y feroces, listos para matar en cuanto la orden fuera dada.

—De igual forma me ofende que creas que no vendría preparado para pelear por mi hija. Esta vez no te dejare quitármela. De aquí, o salimos todos vivos, o morimos todos —comentó mi padre entrando tan campante por la puerta, detrás de él una cantidad igual o mayor de hombres. Reconocí a algunos como los guardias que siempre rondaban la casa.

—No tengo miedo a morir —dijo George con una sonrisa— ¿Tú lo tienes Christine? — me preguntó antes de colocar un arma en mi cien.

—No tengo miedo a morir mientras tenga la seguridad de que tu asquerosa y sucia alma se pudrirá en el infierno —escupí con desprecio.

— ¡Perfecto! Entonces todos estamos preparados para morir —exclamó con una felicidad rosando lo enfermo— Jax.

Él mencionado "Jax" les dio un asentimiento a sus hombres y el infierno se desato en el lugar.

Creía que luego de todo lo anterior visto, nada lograría perturbarme en lo más mínimo. Pero ver los cuerpos de aquellas personas, personas que probablemente tendrían a alguien esperando por ellos en casa, caer al suelo con agujeros en sus pechos creando un charco de sangre al caer... Simplemente nada se comparaba al ver la frialdad con que estos hombres se arrancaban la vida.

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