Capítulo 21

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Había pasado una semana desde que había despertado. Una semana desde que Stephen había decidido darme la oportunidad de vivir. Una semana desde la última vez que había visto a Lilian. Una maldita semana. Suena como si nada, que un periodo tan corto de tiempo signifique tanto. Pero para mí, significaba el comienzo de algo nuevo. Una nueva vida, una vida en la que por fin—y realmente esperaba— sería feliz. Sin miedos. Obviamente habría obstáculos, así era la vida, pero estaba dispuesta a luchar contra cualquier cosa. No iba a rendirme ahora, no después de tanto. 

En ocasiones, recibir tantos cuidados y atenciones de mi padre y mis amigos me asfixiaba. No estaba acostumbrada a ese tipo de atenciones, contrario a lo que muchos podrían pensar. No me acostumbraba a tener a alguien en todo momento cuidando de mí, velando por mis deseos y necesidades. Era... lindo.

Gracias a dios al quinto día por fin el doctor —Quien por cierto era íntimo amigo de mi papá— me permitió levantarme de la cama y dar un corto paseo. No fue mucho, lo suficiente para estirar las piernas. Y debo de reconocer que cuando apoyé mi peso en la pierna herida dolió, como el infierno, pero estaba tan aburrida y harta de estar acostada que me tragué ese dolor y actué como si no estuviera allí.

Lucy venía a visitarme todos los días a mi habitación, traía consigo todas sus muñecas y jugábamos por horas con ellas. Ella entendía que no podía levantarme de la cama, pero ya planeaba en su mente todas las cosas que haríamos en cuanto pudiera.

Emy había venido un par de veces pero mayormente se la pasaba con Max, quien acompañaba de vez en cuando a Lucy a mi habitación, pero casi siempre estaba con la morena. Sabía que esos dos se traían algo, pero no iba a obligarles a decírmelo. Lo harían cuando se sintieran preparados.

Dominik se escabullía a mi habitación todas las noches para dormir conmigo —Algo que ya se había hecho costumbre entre nosotros— y antes de que el sol saliera volvía a su habitación. Sospechaba que mi padre tenía conocimiento de todo esto por la forma en que me miraba todas las mañanas cuando me traía la medicina para el dolor, pero nunca decía nada. Creo que porque sabía que nada de lo que pudiera hacer haría que Dominik dejara de venir. Y después de todo creo que la idea de nosotros juntos no le disgustaba tanto. Le conocía, sabía qué tipo de hombre era, que junto a él no corría peligro. Suponía que eso sumaba a favor de Dominik.

Recién al séptimo día se me permitió por fin levantarme con normalidad, cosa que agradecía inmensamente porque mi pequeño trasero estaba desapareciendo. Eso no eran buenas noticias.

—¡Con cuidado! —Me reprendió mi padre— ¡No seas tan brusca, por dios! 

No sé qué más querían de mí, tenía a mi lado izquierdo a Max agarrado a mi brazo y al derecho a mi padre de igual forma, según ellos "Por si perdía el equilibrio y mi pierna no podía soportar mi peso" Según yo, me estaban llamando gorda y débil, pero con cariño.

—Ya, ya, déjenme —me sacudí de sus agarres— puedo sola, por dios, no es como si me hubieran cortado una pierna, dejen de exagerar.

—Podrían abrirse los puntos —refutó mi padre— y eso podría causar sangrado, y posteriormente una hemorragia. Podrías caer al suelo y golpearte la cabeza. Podrías...

—Sí, sí. También podría lanzarme por la ventana y correr de ustedes si no dejan de tratarme como una debilucha e inútil —gruñí frustrada a la vez que Dominik ahogaba una carcajada al otro lado de la habitación— ¡No te rías de mí! Y sabes que, si no vas ayudar, ya puedes irte yendo por donde viniste, ya sabes, mejor ayuda el que no estorba.

—¿Me estas echando? —Preguntó con una ceja alzada y una sonrisa ladeada muy sexy.

—No. Te estoy sugiriendo educadamente que dejes de estorbar —Dije con una sonrisa inocente.

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