Capítulo 03| Únete a nosotros

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No sabía cuántas horas llevaba allí encerrado. Los pequeños armarios de la cocina no eran el mejor escondite que podría haber elegido, mas era el único seguro, eso decía su madre. Su diminuto cuerpo de infante comenzaba a contracturarse por la incómoda postura en la que se encontraba.

Odiaba cuando alguien venía de visita a casa para hablar con su madre, pues entonces debía esconderse y permanecer en completo sigilo. Y sólo Dios sabía que él y el silencio no eran buenos amigos.

—¿Has oído lo que dicen por las noticias, Mare? —preguntó una de las fastidiosas vecinas del replano. Aiden podía verla en el marco de la puerta de entrada, hablando con su madre, desde una de las aberturas del armario— El Gobierno ya ha puesto en marcha la orden de registro para los ciudadanos, también se han comenzado a reclutar miembros para la Brigada.

—Sí, lo sé, no paran de repetirlo por los medios.

—Ya era hora que lo hicieran, no podemos quedarnos así —vio cómo se quejaba la visitante. Iba arropada con varios fulares de lana, sus manos escuálidas se cogían al tejido como si quisieran volver a tejerlo, parecía una bruja de las que aparecían en los cuentos que mamá le explicaba.

Aiden deseaba con todas sus fuerzas que la insoportable señora Hunffrey se marchara y, ya de paso, que se llevara el olor a rancio que desprendía su perfume. El niño cerró los ojos unos segundos, reprimiendo una pataleta dentro del armario. Quería moverse y jugar con los muñecos que había fabricado con las ramas, piedras y materiales que su madre le había traído el día anterior.

—¡Es un suplicio! No puedo dormir pensando en que esos híbridos —Aiden escuchó los sonoros lamentos de la mujer. Pudo ver, a lo lejos, cómo su mamá se colocaba uno de sus mechones pelirrojos detrás de la oreja, le temblaba la mano al hacerlo— están campando a sus anchas por la ciudad. ¡Y lo que es peor que algunos son refugiados! ¡Son unas bestias a pesar de que sean fruto de un vientre humano!

Aiden intentó encajar su minúsculo cuerpo entre las paredes de acero del armario, incluso le empezaba a costar respirar con normalidad. Detestaba tener que esconderse, sobretodo porque no entendía el porqué debía hacerlo.

Prefería cuando los dos vivían en el anterior planeta, allí su madre y él se pasaban el día en casa. Tal vez ésa casa no fuera como la que tenía ahora. En su primera casa no había apenas paredes, pues estaban derruidas, el suelo no era de cerámica, sino que era pasto, y no tenía puertas ni tejado, usaban maderas. Tal vez en ella no hubiera juguetes, tampoco luz, mucho menos agua y comida. Era verdad, allí debían estar escondidos porque la Tierra estaba en guerra, pero al menos su mamá no lo apartaba y podía pasar tiempo junto a ella.

—Por cierto... ¿Cómo está Aiden? —escuchó cómo la señora Hunffrey volvía a hablar— ¿Todavía está en el Hospital?

—Sí, todavía —afirmó su madre—. No creo que le dejen salir tan fácilmente, sus pulmones están muy desgastados.

EXISTENCE: Proyecto MidgardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora