La metrópolis de HybernalCity es el núcleo humano más seguro y poderoso construido en los últimos tiempos, pero también el que más tentativas de ataque posee.
Lynn, una joven que se rige por sus convicciones, lleva trabajando desde los dieciséis año...
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Llevaban caminando por el bosque desde hacía un par horas, la verdad era que le costaba acostumbrarse al ritmo pausado que llevaba la humana. Durante gran parte del viaje estuvo planteándose cogerlas a ambas en brazos, hubiera sido una decisión más acertada debido a la debilidad que presentaban.
Aiden se paró en seco cuando llegaron a su destino y encaró los ojos afligidos de Nayra. La rubia se agachó para quedar a la altura de su pequeña hija y le puso las manos sobre sus diminutos hombros blanquecinos cubiertos por su larga cabellera pelirroja. No pensó que la situación sería tan embarazosa, pero al oír los sollozos de la cría mientras su madre le decía que, de ahora en adelante, debería continuar su camino sola era devastador.
—Mikka, no llores —habló la rubia de nuevo—. Ven.
Quiso desviar su mirada a los altos árboles de colores verdosos que había a su alrededor, perderse en el lago bajo el cual estaba el refugio, esfumarse con el aire... Cualquier cosa menos ver esa imagen.
—Aquí siempre estarás a salvo, ellos son como tú —le sonrió apenada mientras le caían lágrimas por las mejillas.
—Pero yo no quiero irme —sollozó la niña.
Maldita sea... Pensó Aiden al borde del colapso. Simplemente, no podía con aquello.
—Te querré allá donde estés.
El híbrido se giró inquieto, la ansiedad estaba causándole estragos, ya no sabía qué debía hacer.
Cerró su mano sobre su cabello en forma de puño, exasperado. No podía separarlas. Le recordaba demasiado a su madre, una mujer humana sacrificando su vida para salvar la de una mezcla impura. No permitiría que esa niña se criara como él lo había hecho, solo y sin familia.
—Déjalo —dijo de sopetón haciendo que ambas lo miraran— Tú también vendrás al refugio.
—¿Qué?
—Tú sígueme y no hables.
Mael lo mataría en cuanto viera a la humana entrar por la puerta del refugio, lo veía venir, pero también sabía a ciencia cierta que estaría atormentado todas las noches si separaba a una familia unida.
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