3. Impresiones

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Siete y media de la tarde. La única sala del cine está prácticamente vacía. Normalmente asistía más gente, pero la cartelera últimamente dejaba mucho que desear.

Aún así, allí se encontraba Mikaela, sentado en la penúltima fila a la derecha, en el asiento más cercano pasillo central. Cuatro filas por delante, en la zona izquierda, estaba Yuuichiro, también en su asiento.

Hacía poco que Mikaela acababa de llegar, aún así, cuando lo hizo, Yuuichiro ya estaba allí. Sin embargo, como la entrada estaba por detrás no había podido verle la cara.

La sala oscureció levemente, dejando únicamente una luz tenue que apenas dejaba ver.

- Tengo que acercarme a él como sea - murmuró el rubio para sus adentros -.

No sabía lo que era aquel extraño presentimiento, pero sentía que necesitaba verle como fuera.

Se levantó de su asiento y empezó a caminar lentamente hacia el moreno, quien seguía sin inmutarse. Su corazón latía estrepitosamente. Justo cuando iba a darle un suave toque en el hombro para que se girara, una voz chillona llamó la atención de Yuuichiro desde la entrada. Era una chica de estatura media, pelo castaño y de la misma edad que ellos.

- ¡¡¡Yuu-kun!!!

- ¡Akane! ¡Date prisa o empezará la película! - advirtió el moreno, aún sin percatarse de la presencia del otro chico -.

Confundido, Mikaela siguió bajando las escaleras para disimular. En su camino se cruzó con la chica, la cual lo miro fijamente y le dedicó una sonrisa burlona.

- ¡Ya estoy aquí, cariño! Perdona que haya tardado tanto - dijo con voz melosa acercándose a Yuuichiro -.

- No te preocupes - respondió el moreno quitándole importancia -.

Ambos se acomodaron en sus asientos y comenzaron a comer palomitas y a charlar de cosas sin importancia.

El rubio finalmente salió de la sala y entró al cuarto de baño.

Allí se encerró en uno de los compartimentos y se sentó en el retrete, no sin antes bajar la tapa.
Una fina lágrima bajó por su delicado rostro, dando paso a varias más.

Mikaela no sabía la razón por la que lloraba. Sólo sabía que el punzante dolor que sentía en su pecho le impedía respirar con normalidad y que, sobre todas las cosas, había algo que no se le iba de la cabeza.

"No llores, Mika-kun" repetía una y otra vez aquella voz que le resultaba tan familiar. Aún así, no lograba diferenciar de quién era.

Así se pasó un buen rato. Abrazado a sus rodillas, arrinconado, dolorido, aterrado.

Sus mejillas estaban rosadas y tenía las manos frías. Sus ojos, rojos de llorar resaltaban aún más el intenso azul de su iris.

Pasada media hora, decidió irse a casa y salió del compartimento.

Desde los lavabos, una figura de su misma estatura interrumpió su camino. Cuando Mikaela y él cruzaron miradas, el rubio no pudo evitar que se le escapase una pequeña exclamación.

Aquellos inmensos ojos verdes, repletos de pasión, miraban con detenimiento a los azules, los cuales, aunque hinchados de sollozar, tenían un tono intenso, lleno de vida.

Pasaron unos instantes. Solamente se miraban fijamente, buscando algo en el otro que ambos desconocían. Quizás apoyo, quizás complicidad, o quizás, incluso algo aún más profundo que todo esto.

Sin embargo, al poco tiempo se empezó a notar cierta incomodidad.

- ¿E... Estás bien? - dijo el moreno, saliendo del trance y acercándose a Mikaela para ofrecerle papel -.

Creo que te Amo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora