Capítulo 13: Nunca estés en desventaja.

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POV Félix.

Levanté mi reloj y observé la hora impaciente.

Estaba más de veinte minutos tarde.

Bufé una última vez y bajé la mano mientras cerraba los ojos agotado. Tenía otras prioridades mucho más importantes que hablar en persona con Anouck Hautbois.

- ¿Desea pedir algo? - preguntó una voz haciendo que vuelva a abrirlos.

Era el camarero.

- Vuelva a llenar la copa. - Le pedí apoyándome en el respaldo de la silla y evitando la tentación de volver a ver la hora.

- Seguro, señor. -Respondió y se llevó mi copa vacía.

Yo fijé la vista al hombre tocando el piano a unas mesas de la mía, atrayendo la atención de todos los comensales.
Sus dedos pasaban por los teclados con la misma velocidad con la que mi paciencia disminuía.

Apreté la mandíbula y pensé por milésima vez en todas las reuniones que había cancelado para llevar a cabo esta cita.

"Es importante para la empresa". Diría mi padre. "Anouck representa un peligro."

Y no estaría equivocado. La posibilidad de que la información sobre nuestra inestabilidad se propagase era algo que debía ser tratado con pinzas.

Nuestra reputación pendía de un hilo, y ese hilo era él; y para mi padre, yo era el único que podía resolverlo; aunque aún no sabía cómo.

El pianista continuó tocando en paz y cambiando el tema a uno más lento y romántico.

Poco a poco me permití dispersarme y fui perdiéndome aún más en mis pensamientos.

La melodía me transportaba a momentos del pasado, a días lluviosos en los que llevaba siempre un paraguas en la mano.

Apreté mis manos y me obligué a mi mismo a no pensar en Marinnette.
El recuerdo de su última mirada aún me acechaba, y no me ofrecía ningún consuelo.

La boca de mi estómago aún se cerraba al escuchar su voz decepcionada en mi mente:

"No quiero volver a saber de ti."

Moví la cabeza para dejar de recordar y continúe jugando con mis nudillos.
Pero al hacerlo sentí una imperceptible cicatriz, que aún conservaba por romper un espejo con mi propio puño años atrás.

Perder el control no era algo usual en mi, pero aquella vez la impotencia me descontroló...

- Aquí tiene su copa. - llegó el camarero.

Le agradecí con la cabeza por interrumpir mis pensamientos y se retiró silencioso.

Tomé la copa y bebí un sorbo apresurándome a evitar continuar con mi línea de recuerdos.

"Al terminar el vino me voy" pensé molesto.

Sin embargo no pude hacerlo porque pronto llegó por la puerta un hombre árabe, quien caminó on tranquilidad hasta mi mesa y se sentó en la silla al frente mío.

- Perdone por el retraso, señor Agreste. -se disculpó acomodando su abrigo en el respaldo de la silla- Mi señora esposa se retrasó, así que tuve que partir sin ella...

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