Capitulo12 {Mentiras y rosas}

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[Narra Ali]

En pocos minutos llegué donde había quedado con Chris. Y le vi. Le vi con un niño pequeño de la mano. El no me había visto, pero yo a él si. En ese momento recibí un mensaje de Pablo. "Alejate de él. Te ha mentido. Tiene un hijo"

¿Aquel niño pequeño era su hijo?

Me sentía engañada, traicionada. Sólo quería que desapareciera de mi vida. Tenían razón. Todos. Rafa, Romeo, Pablo, Carol... incluso Javi tenia razón. Y yo como una tonta, siempre haciendo lo que me daba la gana. Gritar, eso era lo que quería ahora. Desaparecer y que nadie nunca me encontrara. Estar sola, sola y en silencio.

Mis lágrimas caían suavemente por mi rostro, naciendo en mis ojos y muriendo en mi boca, que una vez fue suya. Camufladas inocentemente entre la lluvia que envolvía todo lo que me rodeaba. Me agaché y me mire en el agua turbia de un charco y me preguntaba como pude tragarme todas esas mentiras, como pude creer que conmigo iba a ser diferente. Como pude creer que el había llegado a quererme. Mi cabeza de llenó de pensamientos, reproches e insultos mientras me veía en el reflejo del charco y mis lágrimas se juntaban con las gotas de lluvia que caían del cielo, haciendo que el agua del charco en el que me veía reflejada, se moviera. Y ahora, lo único que quería era culparle de todo lo malo que había traído a mi vida. Culparle por haber escupido miles de mentiras. Culparle por ser como es.

Tarde o temprano iba a pasar algo así, y yo lo sabia. Pero nunca imagine que pasaría tan pronto. Intenté echar todas sus mentiras junto a mis lágrimas que seguían cayendo, ahora desesperadamente. Me levanté y me acerqué dispuesta a no volver a caer en sus brazos, por culpa de sus perfectos ojos. Alguna lágrima de había quedado en mi mejilla, y el resto luchaban por salir.

-¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué conmigo? - Pregunté sin esperar respuesta.

-No, Ali, esto no es lo que parece. - Intentó excusarse él.

-¿No? Pues a mi lo que me parece es que tienes un hijo. - Le miré desafiante para que dijera lo que tuviera que decir ahora.

-Vale, si lo es. Pero tengo una explicación.

-No quiero. No quiero escuchar tus explicaciones, ni quiero que me llames, ni que me escribas, ni que vengas a buscarme ni nada. De ti, no quiero nada.

No le dejé responder y me di la vuelta. Pisé aquel charco donde ahora se encontraban mis lágrimas. Él me gritó unas cuantas cosas, que yo no quise escuchar.

Me había cansado, cansado de escuchar mentiras. Estaba cansada de todo. Cansada de la gente falsa. Cansada de confiar en la gente. Cansada de jugar en el juego de la vida. Metí mi mano, cubierta por un guante rojo en el bolsillo de mí abrigo. Y saqué una pulsera. Una pulsera ahora rota. Una pulsera de oro que minutos antes había estado enganchada a mi muñeca, hasta que se quedó enganchada con un hilo de mi chaqueta. Una pulsera que significaba mucho para mi, pero que no quería ver. Llevaba nuestros nombres grabados : "Alisson & Christian" Pero no quería volver ha saber nada de Chris, ni de esa pulsera que él mismo me había regalado.

Me paré en seco. Miré hacia tras y vi a Chris con ojos de esperanza. No Chris, no. Está vez, esos ojos no funcionan. No estaba muy lejos de mi.

-Toma, te la puedes quedar. Puedes quemarla, puedes romperla, puedes venderla... Puedes hacer lo que quieras, ya no me importa. - Y le lancé la pulsera, que casualmente cayó en el charco, junto a mis lágrimas.

Retomé mi camino con la esperanza de que dejara de llover, y de que Pablo hubiera encendido la chimenea de la buhardilla.

Solo me preguntaba como iba a superar ese golpe ahora. Como iba a soportarle en clase, en la calle, en la cafetería, como iba a soportar su mirada penetrante.

Estaba llegando a casa cuando me encontré a Pablo en el porche, sentado en un banco blanco tomando un chocolate caliente.

-Pablo... - Susurré. Él se levantó en seguida y fue corriendo a verme.

-Echaba de menos esto, Alisson.- Masculló como pudo, apretándome contra su pecho en un cálido abrazo.

Sonreí en su cuello y nos separamos después de un rato.

-¿Cómo lo sabías? -Pregunté y el me cogió de la mano y me llevó hasta el banco, donde había dos chocolates calientes.

-Le escuché hablar por teléfono, con una chica. Decía que ese niño, que tiene ahora un año y medio, quería verle. Lo siento, Ali.- Depositó un beso en mi pelo y bebimos algo de chocolate.

-Puede evitarlo y no lo hice. Debí haberlos hecho caso, pero... - Me interrumpió dejando mi frase a medias.

-Pero nada. Es mejor disfrutar con el equivocado hasta que llegue el adecuado ¿No? Nosotros estamos a tu lado. Fuiste feliz y punto. ¿Te engañó? Si, pero gracias a eso no volverás a caer. La vida es así, primero te pone el examen y luego aprendes. No le des más vueltas.

Le miré sorprendida, pensando que como Pablo, mi Pablo, había podido decir eso tan... especial.

-¿Qué? No me mires así, yo también puedo decir cosas profundas - Dijo levantando una ceja.

Me abalancé a sus brazos y estuvimos así un buen rato. Tenía suerte de tener a Pablo. Mi cabeza estaba escondida en su cuello. Y empecé a pensar en el día en que Chris me trajo las rosas. Recuerdo bien cuando a los pocos días me dio una tarjeta. En la que ponía :

" El día en que se marchite la última rosa de la docena, se acabará nuestro amor"

También recuerdo el enfado que me cogí, hasta que descubrí que una de las rosas era de plástico.

Pensaba que eso era lo más bonito que habían hecho por mi. Lo pensaba. Hasta ahora. Unos ruidos de cristal rotos me sacaron de mis pensamientos. Me levanté de encima de Pablo y ambos fuimos a ver que había pasado.

Abrí la puerta de casa y vi a Mickie, el perrito que parecía tan adorable, comiéndose algo.

El jarrón en el que habían estado mi docena de rosas estaba roto y desperdigado por el suelo. Ya se habían marchitado todas, menos la de plástico que supuse que había quedado también en algún lugar del recibidor. Me acerqué hacia Mickie y el echó a correr por toda la casa hasta llegar al jardín trasero. Escurrí en un charco de barro, pero mereció la pena, porque había conseguido lo que Mickie llevaba en la boca. Era mi rosa, mi rosa de plástico mordida, y llena de barro.

La fuerte lluvia seguía cayendo mientras yo estaba sentada en el charco de barro y miraba la rosa de plástico manchada y rota entre mis manos y Pablo me ponía su chaqueta por los hombros, quedando el en manga corta y sentándose a mi lado en el charco, manchándose entero de barro.

Definitivamente de había acabado

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Nuevo capítuloooo :)) Siento haber tardado tantoo he tenido unos problemas :(

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Os quierooo y gracias por seguir leyendo a pesar de tardar en subir

Nos vemos en la luna (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora