Y así pasaron los días. Así pasaron los tres meses.
Pasé los días entre olor a sábanas limpias y guantes de látex. Pasé los días entre pruebas médicas y diagnósticos.
Cada día hacia algo nuevo. Cada día una prueba nueva. Cada día una falsa esperanza que me proporcionaba el doctor Robles mediante cuenta-gotas.
Cada día me felicitaban por mi progreso. Me prometían que, cuando se terminaran los tres meses, sería la misma chica de antes. La que salía con sus amigos, la que reía sin parar. La chica castaña que preparaba tartas de galletas y nocilla a sus amigos por su cumpleaños.
Pero yo sabía que no. Nada de eso volvería a ser así.
Sería la misma chica cambiada que soy ahora. Como si el tiempo no pasara para mi.
Y odiaba cuando me prometían cosas que yo misma sabía que no se cumplirían. Quizá era porque mi nueva yo no era tan ilusa como la yo de antes. O quizá fuera por las promesas rotas que tantas veces había escuchado.
Había conseguido vivir en un centro lleno de locos, anoréxicas, personas con cáncer, incluso con personas con la misma enfermedad que yo. Y eso era extraño. Porque aquel chico de pelo negro con el que había convivido, era una de las pocas personas del mundo que tenía la misma enfermedad que yo.
Nunca nadie me había entendido como me entendía él. Quizá era porque compartíamos algo más que oxígeno y pestañeos.
Quizá era porque, éramos dos jóvenes, sin ganas de comerse el mundo. Dos jóvenes cansados de no recordar. Y sin embargo, el me llenaba. Me completaba. Completaba la parte de la memoria que me faltaba.
Ahora tenía claro que, había hecho lo correcto al no tirarme por aquella ventana sin rejas. Ahora tenía claro que a pesar de todo, había alguien como yo.
Pero seguía sintiendo como si estuviera encerrada en una jaula. Como si dentro de esa jaula, hubiera más gente, más pájaros. Todos distintos. Cada uno de un color, cada uno de una especie.
Sentía como si en medio de todos esos pájaros que me miraban y me señalaban, hubiera alguien como yo. Igual que yo, del mismo color, de la misma especie. Como si sentado en una esquina de nuestra misma jaula, hubiera alguien que supiera como me siento. Alguien a quien también señalan el resto de los pájaros. Alguien de quien también se ríen los demás.
Creen que estoy loca por ver el mundo como lo veo, pero ellos no han intentado sentir lo que se siente cuando estás enfermo.
Yo tampoco les entiendo a ellos.
Ellos hablan de vivir, de ir a la playa cuando salgan. Hablan de reencontrarse con una familia que les espera. Hablan de lugares exóticos. De promesas que llegarán a cumplirse en cuanto crucen la puerta automática de cristal. Hablan de sitios perdidos en el mundo, que están deseando ser encontrados. Hablan de hacer lo que nunca han hecho. Hablan de metas y sueños. Pero yo no les entiendo.
A estas alturas, en lo único que creo yo es en el amor y por eso soy rara, soy distinta. Por eso ellos no me entienden.
-Ali, en que piensas. - Aquella voz era lo que mejor escuchaba en ese momento.
-En todo esto. -contesté sin dejar de mirar la calle a través de la gran cristalera que me encerraba.
Ambos callamos unos minutos y el se revolvía su pelo negro nervioso.
-Mario, ¿crees que algún día volveré a sentirme persona? -al instante me arrepentí de haber preguntado aquello.
-Si, lo creo. - contestó.
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Nos vemos en la luna (EDITANDO)
RomanceUn día de octubre, Pablo entra en la vida de Alisson, ganándose poco a poco el corazón de la chica. Hasta qué un día, el mismo día en que se confiesan su amor, Ali empieza a sufrir una enfermedad. Entonces Pablo deberá luchar por los dos, mientras...