La persona más feliz del mundo

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- ¿Seguro que no quieres que te acompañe? - me decía Jorge mientras andábamos apresuradamente por el paddock.

- Seguro... quédate tranquilo. Fabio está allí, así que me vuelvo con él al hotel. 

- ¿No vas a ir a cambiarte?

- No Jorge, no quiero perder el tiempo. Me voy directa al hospital. 

- Llámame con cualquier cosa.

- Que sí tonto, no te preocupes que estoy bien.

- ¿Bien? Si no has dejado de temblar desde esta mañana...

- Son los nervios, no puedo controlarlo. Pero estoy bien. En serio te lo digo. Dame un beso. - le dije deteniéndome a la salida del paddock. 

- Vale, pero llámame, por favor. - y tras besar mi mejilla, Jorge volvió a su escudería y yo corrí hasta el asiento trasero del taxi que me llevaría al hospital.

Cuando el taxi paró en la puerta del hospital el corazón me iba a mil. Y por un instante, me arrepentí de haber ido. ¿Quién era yo para presentarme allí de esa forma? ¿Una simple compañera de trabajo? ¿Una de sus empleadas? ¿Su ex-novia?

Pero tan solo fue eso, un instante, porque yo quería ver con mis propios ojos que estaba bien. Lo necesitaba. Por más que Fabio me decía una y otra vez por teléfono que estaba bien, que no había sino nada, no podía (ni quería) creerlo.

Había quedado con él en la recepción de la planta de cuidados intensivos.

- ¿Cómo está? - dije nada más verlo.

- Está bien Diana, ya te lo he dicho. 

- Quiero verlo Fabio - y noté como la barbilla me empezaba a temblar.

- Tranquilízate mujer. - me respondió sosteniendo mis hombros - Está un poco desorientado, pero los médicos dicen que es algo normal. Vamos... - dijo iniciando el paso a través el largo pasillo.

Mientras caminábamos no paraba de pensar qué hubiera pasado si el accidente hubiera sido mas grave. ¿Y si hubiera sido... mortal? Noté un leve mareo tan solo de pensarlo. ¿Qué sería de mi? ¿Qué haría yo sin él? Ahora no puedo decir que lo tenga, porque ni es mi novio...  y tampoco ya mi jefe. Pero sé que está ahí, aunque sea para mandarlo a la mierda. ¿Y si se hubiera ido después de las palabras tan dura que nos dijimos? ¿No habernos conocido nunca? ¡Qué locura! Si es lo mejor que me ha pasado... aunque también lo que más daño me ha hecho en la vida.

- Diana tienes que saber algo - me dijo Fabio deteniéndose ante una doble puerta con cristales ahumados, donde un señor vestido de seguridad vigilaba que no pudiera acceder nadie ajeno al piloto - La familia de Fer está con él. Su hermana, sus padres y... - suspiró - su novia. Imagino que esto será algo incómodo para ti. 

- Me da igual Fabio, solo quiero verlo. Me iré rápido. 

- Vale, vale... - dijo ante mi respuesta tan decidida.

Fabio hizo un gesto al segurata como pidiendo permiso y empujó la puerta. Pasamos a una sala de espera donde se encontraban su madre, Ana, y su hermana, Lorena, ambas sentadas en unos sofás con un vaso de cartón humeante entre las manos. 

- Hola - dije timidamente. No sé como sería el reencontrarme con ellas. Con Lorena tenía una buena relación y con Ana, bueno, con Ana no comencé con buen pie, pero luego podría decir que me llevaba. Simplemente eso, me llevaba.

- ¡Diana! - dijo Lorena dejando su vaso sobre la mesa para avalanzarse sobre mí, literalmente. - ¡Dios mío Diana! - y sin poder reprimir las lágrimas, lloró abrazada a mí.

El Corazón en Boxes IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora